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Cerco judicial al PSOE

Ábalos se derrumbará en prisión... Y Sánchez teme lo peor

El exministro, nieto de un guardia civil, fue un revolucionario. Tanto el presidente del Gobierno como él saben que puede «hacer saltar todo por los aires»

José Luis Ábalos entrando en el Tribunal Supremo Gonzalo PérezLa Razón

José Luis Ábalos Meco, de 65 años, entró ayer por la puerta de la cárcel madrileña de Soto del Real. Y tiene realmente complicado salir. El exministro, primer diputado en la historia que salta del escaño a la celda, se enfrenta desde hoy a una tortura personal. Ábalos, según explica su entorno a LA RAZÓN, tiene una profunda aversión a la autoridad. Tal es así que nada más ser expulsado del PSOE para pasar el Grupo Mixto, se vanaglorió de no estar sometido a disciplina alguna. Su mirada, siempre alerta, vivía con la tensión de quien dedica su agenda en exclusiva a defenderse en los medios y en los juzgados de todo cuanto se le acusa.

Ábalos, nieto de un guardia civil e hijo de un torero, no tolera bien las figuras autoritarias, le incomodan, le tensan. En parte, por su propia historia familiar. Quizá por eso, explican fuentes de su entorno, se hizo un revolucionario de izquierdas que militó en el comunismo hasta 1981.

De manera que el mero hecho de que se esté sometiendo ya al régimen penitenciario, con sus códigos internos y sus carceleros, no presagia nada bueno para el presidente del Gobierno. Y ambos lo saben. El juez del Tribunal Supremo le mandó a Soto por el «extremo» y «máximo» riesgo de fuga. Quién sabe si a América Latina, la pasión vital de Ábalos.

El hombre que construyó la presidencia de Pedro Sánchez sabe que es muy probable que se derrumbe en prisión. Nadie mejor que uno mismo para conocerse. También lo sabe el Ejecutivo, que hace días activó una operación de control de daños. De hecho, varios de los excompañeros de Ábalos en el Consejo de Ministros y en la bancada socialista admiten que la trena trastorna a cualquiera, que vuelve cucú a las personas.

En definitiva, en Moncloa saben que las rejas marchitan el espíritu y alimentan el rencor. Sánchez tiene motivos de sobra para estar más que nervioso. El político valenciano lo fue todo para el presidente. Antes y después de llegar a la Moncloa. La realidad es que no se entienden los movimientos tácticos de Sánchez tras el convulso comité federal del 1 de octubre sin Ábalos, que se convirtió en algo más que en un consejero. Quizá en un auténtico Maquiavelo que susurró al príncipe.

«La posición socialista de negarnos a dejar gobernar a la derecha se identifica contigo. Tú has acumulado un inmenso capital político de coherencia y eso no se lo puedes traspasar a nadie», le dijo a Sánchez cuando el hoy presidente se puso el «no» a Mariano Rajoy por bandera.

El propio Sánchez recuerda especialmente las palabras de Ábalos aquellos días de zozobra: «La credibilidad y la coherencia no se transmiten ni se heredan, Pedro. Eres tú el que lo tiene que hacer, si no esto no se gana». Y justo en ese momento supo que «no tenía elección». Así fue. Ábalos dio a Sánchez el impulso necesario para volar. Y casi diez años después, ese hombre que abofeteó a Mariano Rajoy en el Congreso por la sentencia de la trama Gürtel durmió en la cárcel por su propia trama: la de su ministerio.

En el Gobierno y en el partido saben que el golpe es mortal. Que esto se acabó. Sin Presupuestos –ayer el Congreso tumbó el techo de gasto– y con el segundo ex secretario de organización que duerme en Soto del Real en menos de seis meses –tras Santos Cerdán–, continuar es una temeridad. Y más aún con Ábalos y su exasistente Koldo García entre rejas. El exministro ha lanzado en las últimas horas varias granadas, aunque no han sido las primeras (ya se filtraron sus conversaciones personales con el jefe del Gobierno). Y, previsiblemente, tampoco serán las últimas.

Ábalos confirmó una supuesta reunión del presidente con Arnaldo Otegi y acusó a Yolanda Díaz de usar irregularmente su vivienda ministerial durante la pandemia. Por eso, nadie es capaz de decir que no hay una bomba colosal en la esquina a punto de reventar el Ejecutivo. Aunque en Moncloa confían en que no será así. «No veo a Ábalos siguiendo ese tipo de estrategia, la verdad», concede una importante ministra del Ejecutivo.

La fiscalía anticorrupción dibujó un perímetro mucho más amplio que la compra irregular de mascarillas en plena pandemia, el origen del «caso Koldo». El fiscal también incluye la contratación de Jésica en las públicas Ineco y Tragsa, el alquiler del piso de Plaza de España para una amiga íntima del exministro, la incorporación de otra de sus allegadas, Claudia Montes, en Logirail y la operación del chalet de la Alcaidesa, en Cádiz. Un rosario de favores que se convirtió en mecánica.

Pero hay más, la estancia del exministro en un chalet vacacional en Marbella, su participación en el rescate de Air Europa, las gestiones para apuntalar la trama de los hidrocarburos y el arrendamiento –con opción a compra– de un piso en el Paseo de la Castellana.

Un catálogo de actuaciones que, para la Fiscalía, revela un patrón sostenido inmediatamente después de que el PSOE desalojara al PP de Moncloa. Nada más terminar aquella moción de censura, Ábalos hizo una referencia a Borgen –una serie política danesa–: «Borgen… ¿qué Borgen? ¡La política española es mucho más emocionante y auténtica!», dijo ante el recién elegido presidente, Pedro Sánchez. El líder socialista lo confesó en su Manual de resistencia.

Y analizó, como político, lo que ocurrió ese día: «El 1 de junio de 2018 se hizo real un cambio que no había sido posible en marzo de 2016. El ciclo político de Rajoy estaba acabado ya desde dos años antes, y el país agonizaba, incluido el propio PP». Cabe preguntarse por qué aparentemente Sánchez, que fue capaz de ver con acierto el final de Rajoy dos años antes, está obcecado en estirar la legislatura hasta 2027 pese a estar bajo el mismo asedio que tumbó al expresidente del PP.

Como contó este diario, nadie en el PSOE ni en el Gobierno se quería imaginar a Ábalos en la cárcel. Pero desde ayer es una realidad absoluta. Sánchez, consciente de que el «caso Koldo» se podía llevar por delante su reputación, ya pidió a Ábalos que no la pusiera en riesgo. Pero día a día, el rastro de las migas de pan conduce a una realidad que converge con la apariencia: que el presidente del Gobierno fue capaz de mirar hacia otro lado mientras Ábalos y Santos Cerdán le fueron útiles.

Poco le importaron los rumores, quizá porque la política es un nido de ellos; dirigidos todos y cada uno de ellos a destrozar la carrera del que brilla más que tú. Este diario ya contó que un ex alto cargo del PSPV–PSOE advirtió a Sánchez, en 2017, de que su entonces mano derecha –sí, Ábalos– recurría a la prostitución y llevaba una vida incompatible con la ética del partido. El PP calienta la calle.