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Aitor Esteban: en la encrucijada decisiva

Representa ese «nacionalismo amable» del PNV con doble vara de medir y goza de la confianza de sus dos máximos jefes, Urkullu y Ortuzar

Ilustración Aitor Esteban
Ilustración Aitor EstebanPlatónLa Razón

Repite como portavoz del PNV en el Congreso. Pero Aitor Esteban Bravo tiene tras de sí una importante fisura dentro del nacionalismo vasco: la vía dura liderada por el presidente del partido, Antoni Ortuzar, negada a la investidura de Alberto Núñez Feijóo, y las más pragmática que abandera el lendakari Íñigo Urkullu, partidaria de favorecer al presidente del PP. Según fuentes de la formación «jeltzale», en los últimos días crecen con fuerza las voces críticas contra Ortuzar, a quien acusan de blanquear a su eterno rival, EH-Bildu, debido al apoyo parlamentario a Pedro Sánchez, y que pone en claro riesgo el tradicional poder del PNV al frente del gobierno vasco. «Si seguimos así veremos a Otegi de lendakari», advierten estos dirigentes abiertos a un diálogo con Feijóo, máxime cuando Vox ha anunciado su intención de no entrar en un posible Ejecutivo y, en su caso, facilitar con su abstención en segunda vuelta la elección del líder del PP como futuro presidente del Gobierno de España. Las cartas están boca arriba y se avecinan semanas intensas de discretos contactos, bajo una nube de rumores encaminados a la investidura de septiembre.

«Estamos en un buen lío», le reconoció con sorna Aitor Esteban al Rey Felipe VI durante la entrevista en La Zarzuela previa a la designación de Núñez Feijóo como candidato. Los cuatro escaños del PNV en el Congreso son decisivos para la investidura del líder del PP, bien con su voto afirmativo o con abstención en segunda vuelta. Dentro del partido son ya muchas las críticas hacia Antoni Ortuzar, cuya intransigencia contra el PP es difícil de entender dado que sólo favorece a EH-Bildu y amenaza su próxima presencia en Ajuria Enea.

Bien lo sabe su actual inquilino, Íñigo Urkullu, que mantiene una excelente relación personal con Alberto Núñez Feijóo desde su etapa como presidente de la Xunta de Galicia. En esta vía dialogante y pragmática se alinean dirigentes de peso en el gobierno vasco como Josu Erkoreka o Pedro Azpiazu, en su día diputados en el Congreso y conocedores de la política en Madrid. Con Ortuzar se integran los llamados «donostiarras» liderados por Joseba Egibar. Pero aumentan los apoyos a las tesis de los «bizkaitarras», buenos gestores con experiencia parlamentaria y de gobierno.

En estos sectores no se entiende cómo un partido de derechas, democristiano y con una política económica liberal coincidente con la del PP, puede pactar con el bloque «Frankestein» repleto de comunistas, separatistas y bildu-etarras. En las últimas elecciones el PNV perdió 700.000 en favor de los herederos de Batasuna, cuyo líder, Arnaldo Otegi, ya acaricia el sillón de Ajuria Enea. En medio de este debate interno el portavoz en el Congreso, Aitor Esteban, persiste en su negativa hacia la investidura de Feijóo, pero según admiten dirigentes del partido, es una postura «de galería». Los nacionalistas vascos han demostrado su volatilidad en el último momento, basta recordar que votaron un día los Presupuestos de Mariano Rajoy y le echaron horas después apoyando la moción de censura de Pedro Sánchez.

En los años de la Transición una periodista le preguntó al entonces todopoderoso presidente del PNV, Xavier Arzalluz: «¿Usted qué prefiere, la paz o la independencia?». La respuesta fue rotunda: «Me quedo con la factura». Esta frase revela el espíritu mercantilista de los nacionalistas vascos en Madrid, dónde con un exiguo grupo parlamentario en el Congreso siempre han negociado con ventaja con todos los gobiernos tanto del PSOE como del PP. Con una calculada táctica de «mercaderes puros», como les definió Alfonso Guerra, a pesar de las declaraciones retóricas nacionalistas, el PNV siempre ha antepuesto los intereses económicos de Euskadi a cualquier otro planteamiento político. Pragmáticos hasta la médula, juegan sus bazas con habilidad, se convierten en socios imprescindibles en momentos de frágil mayoría parlamentaria y se llevan el ascua a su sardina a cambio de sus votos en leyes importantes para el Ejecutivo. Ahora, en las conversaciones con el PP, protagonizadas en Madrid por Aitor Esteban, pero vigiladas al minuto desde Euskadi, están sobre la mesa varias concesiones: el AVE a Bilbao, el corredor Atlántico, la mejora del Cupo Vasco, la gestión de la Seguridad Social y transferencias en política industrial, esenciales para el PNV. Según ha sabido este periódico, destacados empresarios de la élite económica vasca y miembros de la burguesía de «Neguri», temerosos del ascenso de Bildu, presionan a favor del diálogo con Núñez Feijóo.

Esteban es portavoz del PNV en el Congreso desde el año 2012, en que sustituyó a Josu Erkoreka. Nacido en Bilbao, su madre es soriana de Cañamaque y su padre un veterano nacionalista vasco que le enseño a hablar euskera. Estudió en el colegio religioso Corazón de María y Derecho en la Universidad de Deusto, donde fue catedrático de Derecho Constitucional y Administrativo. Afiliado al PNV desde 1978, pertenece a la generación de jóvenes «gudaris» con educación jesuítica y verbo brillante. Buen dialéctico, los periodistas parlamentarios le otorgaron el premio «Emilio Castelar» al mejor orador en el Congreso de los Diputados. Representa ese «nacionalismo amable» con doble vara de medir del que siempre han hecho gala los diputados del PNV y goza de la confianza de sus dos máximos jefes, Urkullu y Ortuzar.

Activo, polemista y bravucón, es la suya la trayectoria de un político del PNV, conservador hasta las cachas pero de aparente ataque a la derecha, siempre que le convenga. En la pasada legislatura, con tan solo cinco diputados en el Congreso, se le conocía como «el marcapasos» del gobierno. Casado con Itxaso Atutxa, padre de dos hijos, vive en Zeberio, localidad vizcaína de Arratia-Nervión, en las faldas del parque natural de Gorbeia. Por sus bosques y valles jalonados de ermitas y caseríos, monta en bicicleta y escapa de las convulsas sesiones parlamentarias. Ahora, sus votos en el Congreso inclinan la balanza.