Cataluña
Análisis del lenguaje del discurso del Rey: España, lo primero
Felipe VI, conocedor de que, en un discurso, la música determina la letra, sabe otorgarle el ritmo adecuado a cada parte importante. Sobre todo en la anáfora, uno de sus recursos más usados
Felipe VI, conocedor de que, en un discurso, la música determina la letra, sabe otorgarle el ritmo adecuado a cada parte importante. Sobre todo en la anáfora, uno de sus recursos más usados
Felipe VI lleva cuatro discursos de Navidad y cada año se espera con más interés su intervención, motivada por las especiales circunstancias históricas que le han tocado vivir en este tiempo. Cuatro discursos de Navidad y otras tantas apelaciones a la calidad de una democracia que, con sus altibajos, ha granjeado la mayor estabilidad política y social de la historia de España.
Su inicio fue un repaso a nuestra era reciente como prólogo y antesala de un posicionamiento, pensado para motivar el recuerdo de la audiencia: «hemos comprobado», «hemos conseguido», «hemos asentado». Ese uso del plural en primera persona es un denominador común en toda su alocución, y persigue como objetivo comprometer al conjunto de los ciudadanos en los éxitos conseguidos. No destruyamos este proyecto de convivencia conjunta, venía a decir el monarca. Todo ello con un tono clarificador, que denotaba su lógica preocupación por los acontecimientos de las últimas semanas. Y siempre, bajo la misma secuencia solemne de entrada e idéntica cortesía de salida, trufando su madura y tranquila exposición de referencias a la concordia y al entendimiento.
Del abanico de temas que suele abordar el Jefe de Estado cada 24 de diciembre, situó en la cúspide a España, concepto que repitió doce veces, apoyado por otros como libertad, democracia y Cataluña, a la que prestó una especial importancia y dónde dejó el principal golpe dialéctico de la noche, a mitad de discurso: «cualquier ciudadano puede pensar y defender libre y democráticamente sus opiniones e ideas, pero no imponer las ideas propias frente a los derechos de los demás». Una defensa del respeto y un mensaje potente para que se abracen las diferentes sensibilidades que en Cataluña conviven.
Felipe VI, conocedor de que, en un discurso, la música determina la letra, sabe otorgarle el ritmo adecuado a cada parte importante. Sobre todo en la anáfora, uno de sus recursos más usados cuando comunica en público, donde se nota la cadencia trabajada. Esa repetición de una misma frase o palabra al principio o final de un párrafo le otorga mucha fuerza a una intervención: «un cambio posible gracias a una España abierta y solidaria, una España que reconoce y respeta nuestras diferencias, una España inspirada en una voluntad de concordia».
La apelación al camino recorrido es otra de sus metáforas habituales; con ella proyecta la imagen de una España en movimiento (término que alude al final), dinámica y que no se para ante las adversidades (sensación que quiso subrayar en no pocas ocasiones), como las del terrorismo, la violencia de género o la corrupción, a las que apeló en evidente sintonía con las principales preocupaciones de los españoles. Su final tiró de estructura clásica, llamando a la acción del pueblo: «Si continuamos por ese camino, si seguimos así, los años que vendrán serán mucho mejores».
En suma, un discurso donde se evidenció una vez más la cercanía léxica y retórica de Felipe VI, quien huye de eufemismos buscados y giros rebuscados en su oratoria.
✕
Accede a tu cuenta para comentar