Defensa
Una apuesta de alto riesgo por el carro de combate del futuro
El Ejecutivo mira por una transformación sin precedentes con la sustitución del Leopard 2E
El regreso de la guerra de alta intensidad al suelo europeo ha sacudido los cimientos de la planificación militar en el continente. Los países han puesto su maquinaria bélica a funcionar al temer que las hostilidades puedan acabar llegando a sus fronteras. Tras décadas de operaciones asimétricas y misiones de paz donde la amenaza principal era la insurgencia, el Ministerio de Defensa parece asumir que el futuro se decidirá nuevamente en el choque entre grandes potencias y que, para evitarlo, es necesario un ejército moderno y con capacidad disuasoria.
Bajo esta premisa, el Instituto Español de Estudios Estratégicos ha creado el documento Horizonte 2040, que busca ahondar en la posibilidad de catalizar un vehículo que aporte a España una transformación industrial y doctrinal sin precedentes con la sustitución del Leopard 2E por un sistema de combate que pueda aportar una mayor soberanía nacional.
Este movimiento estratégico responde a una urgencia operativa inaplazable. La flota actual de Leopard 2E es competente, pero se aproxima al final de su ciclo de vida eficiente, lo mismo que ocurre con los 2A4. Además, el estado de muchos es un auténtico desastre, algo que se manifestó con los envíos de ayuda a Ucrania para sostener su esfuerzo bélico contra Rusia. El objetivo no es solo crear un tanque mejor, sino redefinir la maniobra terrestre, cambiando la forma de concebir este tipo de vehículos.
España ha tenido problemas para crear su propio carro de combate. Desechó el Lince en favor del Leopard 2 alemán, que arrendó y posteriormente compró. Desde entonces, nuestro país ha actuado como un ensamblador de licencias extranjeras, pero la consolidación de Tess Defence cambia las reglas. Indra, con buena parte del capital, se alinea de manera estratégica tanto a nivel de ingeniería como en una concepción tecnológica y de sistemas. Frente a vehículos que antes eran alemanes o estadounidenses, el nuevo busca integrar sistemas netamente españoles.
Desde una perspectiva puramente técnica, el vehículo proyectado ofrece un salto cualitativo abismal respecto a las capacidades actuales. La potencia de fuego romperá el techo actual del calibre 120 mm, apostando por cañones de 130 mm o el revolucionario sistema Ascalon de 140 mm, necesarios para penetrar los blindajes de las potencias orientales. Esta evolución obligará a eliminar el cargador humano, automatizando el proceso y permitiendo encapsular a la tripulación en el chasis para maximizar su supervivencia. Asimismo, la supervivencia del carro dejará de fiarse exclusivamente al grosor del acero para basarse en la «invisibilidad». El uso de pinturas absorbentes de radar, la gestión de la firma térmica y la integración nativa de Sistemas de Protección Activa (APS) crearán un escudo capaz de interceptar amenazas antes de que impacten, una ventaja crítica frente a la saturación de misiles observada en conflictos recientes como el de Ucrania.
Otra de las grandes bazas operativas reside en la movilidad. La adopción de una propulsión híbrida no obedece a cuestiones relativas a la sostenibilidad, sino que busca operar con menor ruido y calor para trabajar en labores de emboscada o vigilancia. Además, reduce la huella logística que supone una necesidad acuciante de combustible que lastra a los ejércitos hoy en día. Igual que el FCAS en el aire, el carro actuaría como un nodo de control para enjambres de drones y robots terrestres.
Grandes costes
Este horizonte no está exento de inconvenientes severos y riesgos estratégicos que invitan al escepticismo. El principal desafío es la dependencia de un tablero diplomático europeo volátil. La estrategia española se basa en la integración en el programa franco-alemán MGCS («Main Ground Combat System») para compartir los astronómicos costes de desarrollo. No obstante, las disputas industriales entre Francia y Alemania amenazan con paralizar o fracturar el proyecto. Si el MGCS fracasa, o si las condiciones de entrada relegan a la industria española a un papel secundario, España podría encontrarse en una encrucijada peligrosa: sin socios internacionales y con un coste inasumible para desarrollar una plataforma en solitario. Es la misma historia que ocurre con el FCAS, ya que el caza de nueva generación se enfrenta a esos choques entre Alemania y Francia.
Más allá de esto se encuentra un problema clave: España no tiene relevo real a este proyecto. En el «intermezzo» entre la jubilación de las piezas actuales y su renovación, no parece haber un plan claro que dirija el futuro del país hacia un rearme sustitutivo de lo existente. Es la misma situación que atenaza a España con el caza de nueva generación y la necesidad de jubilar los Harrier embarcables de la Armada. A esto se suma el riesgo de la inmadurez tecnológica. El papel aguanta cualquier especificación, pero la realidad ingenieril es más complicada, como hemos visto en los submarinos S-80, que han tenido problemas en su diseño y grandes sobrecostes.