Partidos Políticos

Artur Mas, en manos de los radicales

A más participación, menos posibilidades del triunfo soberanista

Íñigo Errejón, ayer, durante su intervención en un acto de precampaña de Sí que es Pot, en Castelldefels
Íñigo Errejón, ayer, durante su intervención en un acto de precampaña de Sí que es Pot, en Castelldefelslarazon

A más participación, menos posibilidades del triunfo soberanista

Mientras las investigaciones de la Guardia Civil siguen dando sorpresas –la última que la constructora Teyco vendió su casa en la Cerdanya a Oriol Pujol después de comprar los terrenos a su esposa y a su socio, Sergi Alsina, todos implicados en la trama ITV-, la campaña electoral catalana ha puesto en línea de salida a todos los partidos. Las primeras encuestas auguran un resultado más que ajustado y, sobre todo, una gobernabilidad casi imposible.

La pasada semana LA RAZÓN publicaba una encuesta en la que el soberanismo perdía fuelle y se quedaba lejos de esa ansiada mayoría absoluta. Ayer, el que rompía el fuego era «El Periódico de Cataluña». En el sondeo, el soberanismo puede conseguir la mayoría de escaños pero no conseguirá la mayoría de votos. Esta es la tesitura en la que se mueve Artur Mas. Por esa razón, apuntó en la entrevista de Carlos Alsina en Onda Cero que seguirá adelante con el proceso soberanista atendiendo el número de diputados, no al de votos.

La encuesta del diario catalán también refleja la fragilidad del separatismo. Mas y Junqueras perderían un mínimo de 10 diputados con respecto a los que hoy suman ERC y CiU –un nuevo récord de pérdida de escaños para Mas– y para conseguir la mayoría necesitarían el concurso de las Candidaturas de Unidad Popular, de tendencia izquierdista, muy críticas con las políticas de los gobiernos de Mas apoyados por Junqueras. La CUP ya ha avanzado que apoyará al bloque independentista.

Con estos datos, Mas centra su mensaje, que recogió ayer el diario «El País» con la carta «A los españoles» firmada por el presidente catalán, en tres ejes básicos: conseguir la mayoría de diputados para seguir adelante con el proceso porque la independencia en sí misma es el objetivo final; no hay vuelta atrás por el maltrato recibido de España; y Europa no cerrará las puertas a un nuevo estado catalán porque no «dejará fuera a siete millones de ciudadanos». Con este equipaje, el soberanismo quiere movilizar a su electorado, sobre todo en la semana que ahora comienza y en la que tendrá protagonismo estelar la manifestación del próximo viernes, 11 de septiembre.

Artur Mas, que habla siempre en nombre de Cataluña, refuerza el mensaje plebiscitario de las elecciones para apuntalar su ajustada victoria. Su pérdida de apoyos, y del soberanismo, es evidente en los sondeos. Por eso, Duran Lleida le acusa de fracaso y no duda en afirmar que «a Mas le queda muy poco. Sus socios le van a invitar a irse a casa». Una opción que no es nada desdeñable si Mas pierde de nuevo diputados en esta convocatoria electoral.

Además, la corrupción ha entrado en campaña. Después de los registros de la Guardia Civil, tanto ERC como sus aliados de la Asamblea Nacional y Òmnium Cultural, incluido el candidato Raül Romeva, han reaccionado con frialdad y ni una sola palabra de apoyo ha surgido de sus bocas. Todos ellos han eludido apoyar a CDC y se han limitado a reclamar un nuevo Estado libre de corrupción. La pregunta que se hacen muchos ciudadanos en este punto es si los mismos que han tenido un rosario de casos de corrupción pueden liderar el camino a un Estado libre de ella.

En el frente no soberanista, las encuestas están sirviendo para redoblar fuerzas porque, por primera vez en los últimos años, hay una posibilidad –cierta– de que el soberanismo se dé de bruces. Unió pide el voto para los moderados que no creen en la deriva de Mas y ERC y azuza el peor fantasma del nacionalismo afirmando que «la Cataluña independiente no será un Estado de Europa». Ramón Espadaler explotará sobremanera las palabras de Cameron o Merkel para incidir como una gota malaya en las conciencias de los nacionalistas que miran perplejos el camino emprendido por Mas.

Los populares han recuperado terreno perdido en el escaso tiempo que García Albiol ha cogido el maltrecho testigo de Alicia Sánchez-Camacho. El PP no recuperará el terreno perdido en los últimos años pero obtendrá mejor resultado que el previsto inicialmente. El ex alcalde de Badalona lanza un mensaje en el que se erige como la única fuerza capaz de parar los pies al soberanismo y, para conseguir este objetivo, apela al voto socialista sin ningún rubor. Sin embargo, Ciudadanos se muestra como la gran fuerza emergente. Inés Arrimadas se configura como una líder en alza y tendrá el inestimable apoyo de Albert Rivera, que como otros líderes nacionales se multiplicará en la campaña catalana.

Mariano Rajoy y Pedro Sánchez le acompañarán día sí y día también hasta el 27-S. Los socialistas se van a emplear a fondo apoyando a Miquel Iceta. Susana Díaz y Felipe González también acompañarán a Sánchez, que apostará sin ambages por un nuevo encaje de Cataluña con el resto de España bajo el epígrafe «Cataluña no es Mas y España no es Rajoy». Iceta se ha ofrecido esta semana a liderar un gobierno transversal. Sabe que tiene pocas posibilidades de presidirlo, pero abre una puerta al entendimiento de las fuerzas no nacionalistas para hacer frente al soberanismo.

Cataluña si es Pot, la otra fuerza emergente junto a Ciudadanos, está rompiendo amarras con las fuerzas soberanistas. Sus líderes, Lluís Rabell y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, no asistirán a la manifestación independentista del 11-S porque la consideran un acto electoral y partidista. Pero no sólo eso. En estos días, la izquierda catalana acusa a Junts pel Sí de «amparar la corrupción». Su ambigüedad hasta el momento les está pasando factura en los sondeos. Errejón tampoco aclaró nada ayer en Castelldefels. Sus expectativas se han visto mermadas a lo largo del verano y se han lanzado a por el voto –independentista o no– que apuesta más por la regeneración democrática que por el proceso soberanista. Quieren ser los adalides del cambio en Cataluña y, son ya, el oscuro objeto de deseo del bloque antisecesionista, que sabe que tendrá que contar con ellos.

Todo está muy abierto y todos miran de reojo a nuevas acciones judiciales que puedan afectar a Junts pel Sí. El argumento de que son un ataque del Estado a Cataluña solo es aceptado por los irredentos del nacionalismo, pero como afirma un analista político, «que nadie se engañe. Siguen siendo muchos pero esta movida también está animando a un electorado no nacionalista que veía las elecciones autonómicas como algo que no iba con él. Ahora tienen claro que sí». La clave final está en la participación. A más participación, menos posibilidades de un soberanismo que se fía de una ley electoral que le beneficia y que Pujol nunca tuvo motivos para cambiar porque le beneficiaba descaradamente.