Cargando...

Opinión

Así mandó Sánchez a Bolaños «al matadero»

«Estaba enfermo, no quería ir, pero no pudo negarse: era el protagonista del guion elaborado contra Ayuso por los estrategas monclovitas»

El ministro de Presidencia, Félix Bolaños, frente a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso Gonzalo PérezLa Razón

Las próximas semanas se le van a hacer largas a muchos. El 28-M, a la postre, será un fiable termómetro sobre la pulsión de cambio en España: si es real o es humo. Los sondeos para estas municipales y autonómicas anticipan un relevo en La Moncloa. No cabe duda. Cuando se apagan los focos de los actos, en el PP constatan la movilización de sus votantes. Los mandatarios populares tienen la sensación de estar tocando con la yema de los dedos triunfos en territorios clave. Y el enredo del Dos de Mayo en la Puerta del Sol sólo ha servido para disparar ese revulsivo interno. El fenómeno Ayuso está desatado, en el mejor sentido de la expresión. Como admiten algunos dirigentes, «hay ganas de dejar KO al sanchismo».

Los prolegómenos de la carrera ya han barrido al titular de Presidencia, Félix Bolaños, tras quedar retratado buscando colarse en la tribuna de autoridades de la parada militar ante la Real Casa de Correos, sede del Ejecutivo de la Comunidad de Madrid. Desde que intentó reventar las celebraciones, el ministro, ahora hospitalizado (le deseo una pronta recuperación), siente aversión por los medios de comunicación. En sus desplazamientos, y en contra de su comportamiento habitual, ha rehuido las preguntas esquivando a los periodistas.

Mientras el lugarteniente del presidente ha enmudecido, otros han sacado el colmillo en su contra. Ya se sabe, el fuego amigo en política puede llegar a ser insoportable. Sobre todo, en un PSOE-M abochornado que coincide en que «Pedro Sánchez lo mandó al matadero». «Estaba enfermo, no quería ir, pero no pudo negarse: era el protagonista del guion elaborado contra Ayuso por los estrategas monclovitas», señalan fuentes fiables. Hay quienes siguen sin reponerse de ver a «todo un ministro forcejeando con la jefa de protocolo» de la presidenta de Madrid tras saltarse una catenaria, y avisan del daño infligido a su imagen institucional.

Llevar hasta el límite, como hizo, el pulso con la Comunidad madrileña puede acabar pasándole una factura mayor: corre el riesgo de perder autoridad interna. En las redes sociales, el jolgorio con el ministro y su jefe de protocolo, José Vicente Monleón, convertidos en carne de memes, no tiene fin. Sus propios compañeros miran de reojo a La Moncloa ante un «error de cálculo» que concedió a Ayuso, otra vez, una proyección total y anuló a los carteles socialistas a la comunidad, Juan Lobato, y al ayuntamiento de la capital, Reyes Maroto.

«Ya sólo nos faltaba eso. Fue la puntilla», admite un dirigente socialista madrileño. La encendida controversia los ha abrasado. Todo eso cuelga del culebrón de Sol.

En el Partido Popular, desde luego, ha avivado el fuego para derogar el sanchismo, que es una de las grandes palancas electorales de Alberto Núñez Feijóo. Enfrente, Sánchez ha decidido poner al Gobierno al servicio del 28-M encadenando anuncios de costosísimas medidas. Reclamos, opinan los suyos, para tener el dominio de la agenda y reconquistar electores. Pero, ¿por qué no se hizo antes? ¿Y quién lo va a pagar? El arranque oficial de la campaña cogerá a Sánchez este día 12 con la deseada imagen en la Casa Blanca con Joe Biden. «Su reivindicación como líder internacional ayudará a impulsarnos», quieren creer en su entorno.

El camino a las urnas incluye, en contra de lo inicialmente previsto, a Yolanda Díaz y su difícil encaje de bolillos para actuar, por un lado, con Unidas Podemos, y, por otro, con Más Madrid y Compromís, fuerzas rivales de los morados, y al mismo tiempo esquivar los posibles ataques de contrariedad de la sopa de siglas que pretende liderar al frente de Sumar. Tanto el presidente del Gobierno como su vicepresidenta segunda se lanzan de cabeza a la batalla tratando de movilizar a la parte desalentada de sus votantes en base al supuesto éxito de su gestión y las advertencias de que el PP desmantela los servicios públicos. Una derrota de la izquierda llevará sus nombres.

Por su parte, el líder popular golpea con el empobrecimiento de los españoles de a pie, que retrata el discurso triunfalista de la coalición y los rotos de su administración. Por muchas banderas que agite en sus blindados mítines, Sánchez tiene grietas por doquier. Los barones del PSOE se desgañitan con el mensaje de que en estos comicios no se vota en clave nacional y hasta los, a priori, más seguros de su reválida se tientan ya la ropa. El miedo es libre.

En los últimos días, el Gobierno ha recibido otra brusca bofetada con la propuesta de la Comisión Europea de endurecer las penas de malversación, cuando la reforma regalada a ERC fue en sentido contrario. Un varapalo que se suma al expediente de la Junta Electoral Central contra la portavoz Isabel Rodríguez por hacer electoralismo y atacar con descaro a la Oposición desde La Moncloa. Una atalaya que debería ser informativa y no partidista. El deterioro de las instituciones es uno de los ejes sobre el que se ha movido el mandato de Sánchez. «Todo suma», insisten en Génova, tras cuyos muros se tiene sobre la mesa una barrida azul en el mapa electoral.

Cargando...