
Dos años del 7-O
El atentado que Sánchez convirtió en bandera política
El presidente, que dirige la acción exterior, ha usado la crisis para agitar a su favor el tablero doméstico

Cuando el presidente del Gobierno recibió el 7 de octubre de 2023 el informe que le preparó su equipo sobre el atentado que perpetró Hamás en Israel, su cabeza se puso a buscar una oportunidad. Pedro Sánchez tiene grabado a fuego una máxima de la política: aprovechar toda sacudida en beneficio propio.
Por eso, el líder socialista, que dirige la acción exterior del Ejecutivo –consciente de que el mundo contemplarla una escalada sin precedentes de uno de los conflictos más enquistados de la humanidad– se decidió a agitar el tablero doméstico, abrazando la causa palestina y situando a España en el grupo de países más beligerantes con el gobierno de Benjamín Netanyahu. Aquella masacre, que segó la vida de 1.400 personas y supuso el secuestro de otras 252, ha revolucionado por completo la política nacional.
Desde entonces, buena parte de la conversación pública gira alrededor de la cuestión árabe-israelí. La maquinaria diplomática española se puso a trabajar tan pronto como pudo. En Moncloa saben que el peso de Madrid en la esfera internacional es limitado.
Pero Sánchez empezó a jugar sus cartas. E importantes figuras del socialismo español comenzaron a allanar el camino para preparar el reconocimiento de Palestina. Reuniones con embajadores, llamadas, discreción... El Gobierno escuchaba, pero Sánchez, en cualquier caso, estaba determinado. Y, poco a poco, fue dando pasos hasta dejar la relación con Israel al borde de la ruptura.
El presidente del Gobierno quiso situar a España como «referente internacional en defensa de Palestina», según admiten en Moncloa, y abrió a propósito una grieta con Estados Unidos, Alemania e incluso con la Comisión Europea. Sánchez busca la confrontación y, por eso, en clave interna, ondeó la bandera de la política exterior como estrategia de movilización de los votantes de izquierda.
El equipo de persuasión de Moncloa sabe que la causa propalestina remueve la conciencia de la izquierda más pura, a la que interpela en lo más hondo de sus convicciones políticas.
Ese es el motivo por el que, en pleno plan de captación de voto útil, el presidente del Gobierno decidió vestirse de líder izquierdista, jalear el boicot a La Vuelta, tildar de «genocida» a Tel Aviv y, de paso, presionar al PP y decretar un embargo de armas que no gusta a sus socios por reservarse la potestad de decidir si un contrato, por «interés general», debe preservarse de la prohibición. Precisamente, el Congreso aborda hoy el debate sobre el embargo de armas.
En cualquier caso, Sánchez, que lleva semanas abonando el terreno para una sorpresiva convocatoria electoral en caso de que los populares se decidan a adelantar las elecciones en varias comunidades autónomas, aprieta con Israel para tener a los votantes movilizados y politizados en extremo. Las manifestaciones de este fin de semana en buena parte de España –y del mundo– reflejan el clima político que ha contribuido a caldear el presidente.
Mientras, se suceden las informaciones sobre la trama de corrupción que campó a sus anchas en el Ministerio de Transportes y que ha puesto contra las cuerdas a los dos últimos responsables de Organización del PSOE. El último informe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil ha puesto encima de la mesa la entrega de sobres con dinero para José Luis Ábalos. Diez entregas en tres años. Moncloa intenta que la agenda no se centre en el «caso Cerdán».
A Sánchez no le ha importado dinamitar cuatro décadas de relaciones diplomáticas con Israel por cálculo electoral. Y en el PSOE hay sectores que consideran que el presidente está utilizando la confrontación con Israel para tapar su debilidad interna.
Cabe recordar que el líder socialista ya ejecutó el reconocimiento de Palestina en plena campaña de las elecciones europeas, de manera «precipitada», según las fuentes consultadas en el PSOE. Pese a todo, en los últimos días, Pedro Sánchez se ha visto obligado a maniobrar para mantener su posición crítica hacia Israel.
La Casa Blanca presentó un «plan de paz» para Gaza al que el presidente español, alineado con la postura del resto de la UE, dio la bienvenida. Ese gesto ha levantado ampollas entre sus socios de izquierdas, que denunciaron que el plan estadounidense supone «legitimar la impunidad» de Israel.
Por eso, los socios del Gobierno reclamaron al jefe del Ejecutivo que se mantuviera en el «lado correcto de la historia». La tensión aumentó con la crisis de la flotilla rumbo a Gaza. Aunque Moncloa envió un buque de la Armada para asistir a sus tripulantes, la nave se detuvo al llegar a la zona de exclusión impuesta por Israel en aguas internacionales. El Gobierno argumentó que cruzar esa línea habría comprometido la seguridad de los militares, pero la decisión fue duramente cuestionada por varios de los aliados.
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