Tomás Gómez

Los barones conspiran

Sánchez necesita más que nunca un Congreso que le de oxígeno, pero las disidencias amenazan con que sea de todo menos tranquilo

Pedro Sánchez, junto a Reyes Maroto y Juan Lobato, en tiempos más dichosos
El presidente del Gobierno Pedro Sánchez, junto a Reyes Maroto y Juan Lobato, en un acto electoral en el Auditorio del Parque Forestal de Entrevías, a 25 de mayo de 2023, en Madrid Gustavo ValienteEuropa Press

Ha empezado el distanciamiento de los dirigentes territoriales del PSOE con Pedro Sánchez. Pese a que Moncloa ha obligado a dar un paso atrás a Tudanca, a Lobato y algún otro en tiempo de descuento, van regando los medios de comunicación con declaraciones clarificadoras.

Por ejemplo, cuando Lobato fue entrevistado por Susanna Griso en "Espejo Público", después de una entrevista muy medida para no avivar la polémica, deslizó sibilinamente que hará todo lo que esté en su mano para que el sucesor de Sánchez sea una mujer.

Detrás de la afirmación, se esconde toda una realidad interna en el PSOE. Por un lado, que los cuadros medios dan por amortizado al líder socialista. De otra manera, nunca se hubiera atrevido un perfil de las características del madrileño, a sugerir que se está pensando en el reemplazo de Sánchez.

A partir de ahí, es fácil deducir que el diagnóstico que hacen del presidente, es la de un líder deteriorado por la ingobernabilidad de la situación y cercado judicialmente, cuestión que desgasta incluso si los tribunales terminan archivando todas las causas, cuestión poco probable en el corto plazo y difícil en el largo.

Si, además, se produjese la imputación del propio Sánchez, se produciría un terremoto en la política española y, por supuesto, en el PSOE.

La segunda lectura que se extrae de las palabras del todavía secretario general del PSOE de Madrid es que en la decisión de la sucesión quieren estar presentes los barones regionales o, lo que es lo mismo, que no van a aceptar un heredero ungido por el dedo divino de Sánchez.

La tercera es que no tiene ninguna expectativa de recibir algún cargo en el Gobierno a cambio de su liquidación en Madrid, quizá porque ya no ve a Sánchez en Moncloa por mucho tiempo.

La última, más difícil de creer, pero en política, los órdagos pueden tener los mismos efectos que en el mus, consiste en dar a entender que hay una red de líderes que pueden estar teniendo este debate.

Sánchez necesita más que nunca un Congreso que le de oxígeno y una sensación de unidad interna. Pero el escándalo de Ábalos, del que no hay duda de que se va a defender con todas las armas que se encuentre, incluidos sus archivos y ficheros más secretos, y las disidencias que se van a ir produciendo entre los que no tengan nada que perder, amenazan con que sea de todo menos tranquilo.