Política

Ceuta

«Cada vez son más jóvenes y más violentos»

Cuatro individuos, sobre dos «motos-kamikaze» logran traspasar la frontera en Melilla poniendo en riesgo la vida de los agentes
Cuatro individuos, sobre dos «motos-kamikaze» logran traspasar la frontera en Melilla poniendo en riesgo la vida de los agenteslarazon

Madrid- La presión migratoria en la frontera ceutí vive un constante aumento. Luis –nombre ficticio– con más de veinte años de servicio en la Guardi Civil a sus espaldas, comenzó en este «peculiar» destino mucho antes de que se iniciara el boom de la inmigración, por lo que su trabajo ha evolucionado de acuerdo a las circunstancias del perímetro que patrulla. «El cambio lo he visto sobre todo en las personas. Antes eran más nobles, más humanas, se veía que venían a España sin nada, buscando un porvenir. Ahora, a los pocos meses les ves por Ceuta con móviles y relojes caros, son personas que tienen un patrimonio detrás».

La colocación del vallado fronterizo marcó un antes y un después en el trabajo de los agentes desplegados en la zona. Cuanto mayor era la barrera que los separaba más incrementaban las ansias de los inmigrantes por traspasarla. «Cada día les cuesta más trabajo entrar, se acumulan en los campamentos del monte y crece la desesperación. La paciencia se les agota, un día, un mes... esperando para entrar» La situación en que los inmigrantes subsaharianos se encuentran, en los montes aledaños a la frontera, es pésima, viven hacinados en condiciones insalubres. Crece entre ellos la crispación y se exaltan cuando los intentos de entrada no llegan, creen que con violencia podrán cruzar la frontera. Fuentes de la Guardia Civil confirmaron a este diario que «los inmigrantes son cada vez más jóvenes, más violentos y están mejor organizados».

El agente, que prefirió no dar su nombre, nos cuenta los protocolos de utilización de material antidisturbios en caso de agresión. Estos sólo se dan en dos situaciones: «Para preservar nuestra integridad física y como medida disuasoria. Normalmente no los usamos por gusto y jamás contra ellos» señaló.

La desesperación también es mala compañera en las largas esperas que los inmigrantes realizan en los CETI –Centros de Estancia Temporal de Inmigrantes–. «Están a tope, cuando van saliendo a la Península se van tranquilos pero cuando están allí más de un año también se desesperan». Pero estos centros son también un lugar para el acercamiento entre agentes e inmigrantes. «En una ocasión, los guardias organizamos un torneo de fútbol con los subsaharianos. Uno de ellos nos dijo que era futbolista y que tenía el sueño de jugar en España. Entonces, le compramos un balón, se lo firmamos todos y se lo llevó bajo el brazo cuando abandonó el CETI». Luis también rememora con ilusión sus días en el campamento «Arroyo Magüe», un lugar de paso en el que los inmigrantes esperaban –en tierra de nadie– definir su destino entre la repatriación y la aceptación en España. «Yo iba allí con mis negritos, comíamos juntos y les llevábamos el periódico. También les invitábamos a vino tinto o Coca Cola. Tiempo después cuando les veíamos por la calle se acercaban y nos abrazaban».

Después de las críticas recibidas, sentencia: «Parece que los guardias civiles no tenemos corazón, y nada más lejos de la realidad. Mi compañero Juan es el único que acude a los entierros de los subsaharianos que han muerto; ni los políticos ni las ONG, hay mucha hipocresía».