
Opinión
La «caja B» amenaza el «plan C»
El espectáculo ha sido increíble, con la consigna de aupar al PSOE, destrozar al PP y, sobre todo, engrandecer a Vox

Se las prometía muy felices Pedro Sánchez con las encuestas cocinadas a la carta. Una estrategia bien calculada por los múltiples asesores de La Moncloa y enmarcada en el más puro «coaching». Es decir, lo que en política anglosajona se conoce como el acompañamiento a un cliente para alcanzar sus metas en aras de su triunfo personal y profesional.
A través de preguntas bien seleccionadas, el «coach» facilita las respuestas esperadas, diseña el plan de acción y supera todos los obstáculos para alcanzar el objetivo final. Una táctica de marketing aplicada esta semana en los sondeos elaborados por fervorosos «sanchistas», algunos de ellos retornados al redil del que fueron expulsados por el gran jefe. Está claro que fuera del poder hace mucho frío, resulta difícil cerrar negocio y aún más cobrar importantes facturas.
Se hace necesario bajar la cabeza y satisfacer al amo, pues hay que llenar las arcas. El espectáculo ha sido increíble, con la consigna de aupar al PSOE, destrozar al PP y, sobre todo, engrandecer a Vox, en estos momentos el mejor aliado del «sanchismo». Una pinza que Sánchez busca rentabilizar para movilizar al electorado de izquierdas. Pero, hete aquí, el demoledor auto del magistrado del Tribunal Supremo Leopoldo Puente citando de nuevo a declarar, los próximos días 15 y 16 de octubre, al exministro de Transportes José Luis Ábalos, y a su asesor Koldo García, ante «los indicios de criminalidad» advertidos por las investigaciones de la Guardia Civil en su último informe.
El juez detecta «ingresos irregulares y opacos de diversa procedencia, eventualmente fruto de la comisión de los graves ilícitos penales que se les atribuyen». Con el auto del juez salta de nuevo la alarma sobre una financiación irregular del PSOE. Es decir, que la posible «caja B» del partido amenaza con reventar de un plumazo el «plan C» monclovita.
El entramado de dinero en metálico, los sobres con nombres y apellidos, los pagos a prostitutas y las grabaciones sobre «chistorras» que, en palabras de Ábalos, traía Santos Cerdán de su tierra navarra, revelan un espectáculo sórdido y deleznable que provoca silencio oficial en Ferraz, aunque gran preocupación en privado. La sombra de la trama Gürtel, que hizo caer al PP y a Mariano Rajoy, se cierne ahora sobre los socialistas bajo lo que algunos denominan «la trama de los chorizos». Nunca mejor dicho.
La noticia pilló a Pedro Sánchez durante el funeral del expresidente de Extremadura, Guillermo Fernández-Vara, en su localidad natal de Olivenza. Una vez más, Sánchez hizo gala de su impostura y se presentó con cara de luto al sepelio de quien fue uno de sus «barones» más críticos y a quien él mismo había llamado «petardo», según consta en una conversación telefónica con José Luis Ábalos grabada por la UCO.
Ábalos era entonces el todopoderoso número dos del PSOE y Sánchez le pidió regañar a Fernández-Vara por haber osado criticar sus pactos con el bilduetarra Arnaldo Otegui. Aquel fue un momento muy tenso entre ambos, hasta el punto de que Fernández-Vara puso todos sus cargos a disposición del partido. El extremeño había apostado en las primarias por Eduardo Madina y, después, por Susana Díaz, aunque luego se convirtió en un fiel aliado de Pedro Sánchez. Cuando perdió la Junta de Extremadura en favor de la popular María Guardiola, el presidente le ofreció ser ministro, pero Vara lo declinó al serle detectada la cruel enfermedad que se le ha llevado. Entonces, Sánchez le colocó en la vicepresidencia segunda del Senado, un cómodo retiro hasta el final de sus días.
No es la primera vez que Sánchez exhibe su habitual cuajo y acude al funeral de un adversario, fingiendo una infinita tristeza. Ya lo hizo aquel mes de mayo de 2019 cuando falleció Alfredo Pérez Rubalcaba, quien había criticado duramente a los socios del llamado bloque «Frankestein», frase por él acuñada, y a quien Sánchez detestaba. Recuerdo bien, porque lo viví en persona, aquella tarde en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso, con un Sánchez cariacontecido ante el ataúd de Rubalcaba, junto a los Reyes y Pilar, la viuda del exministro y secretario general socialista. Un hombre inteligente, brillante y con sentido de Estado, que nunca habría llevado al PSOE por los derroteros actuales del «sanchismo». Pero las urnas le dieron la espalda y la muerte se lo llevó de improviso en el hospital Puerta de Hierro de Madrid a los 67 años, dejando un gran vacío en su partido.
Rubalcaba solía decir que aquí en España, «enterramos muy bien a los muertos». Muy cierto. Donde Pedro Sánchez no se atrevió a acudir fue al sepelio del aragonés Javier Lambán, uno de sus mayores críticos, para mandar a una de sus «palmeras», la ministra Pilar Alegría, enemiga total de Lambán, pero a quien, por supuesto, dedicó bonitas palabras de epitafio.
Mientras, la corrupción aumenta su curso. La esposa Begoña Gómez vuelve a plantar al juez Peinado, y su abogado, Antonio Camacho, protagoniza una vistilla muy tensa, inédita de enfrentamiento con el magistrado, y denuncia «una política de inquisición». El «hermanísimo» David va camino del banquillo. Santos Cerdán sigue en la cárcel de Soto del Real, Ábalos y Koldo vuelven al paseíllo del Tribunal Supremo bajo la sombra de una supuesta caja B que amenaza la legislatura. Es la línea roja que han advertido los socios comunistas y separatistas, aunque está por ver si todo queda en berridos de galería. Desde Moncloa y Ferraz la estrategia está servida: frente de batalla contra el PP, la «fachosfera» y los jueces. La maquinaria de propaganda se pone en marcha con declaraciones de Félix Bolaños sobre «una jauría de ultraderechistas» que acosan a familiares de políticos progresistas. Palabras gruesas, fango, bulos, corrupción en la derecha afloran en boca de los ministros, dirigentes del partido y terminales mediáticas del «sanchismo».
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