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Casado remonta la marca PP

La cifra del 38% de voto era impensable hace apenas dos meses en Génova. Ahora los sondeos internos empiezan a cambiar y los populares recuperarían su tirón en feudos históricos como Madrid, Valencia y Castilla y León

El líder del PP, Pablo Casado, intervino ayer en el X Congreso Estatal de la ONCE / Foto: Cipriano Pastrano
El líder del PP, Pablo Casado, intervino ayer en el X Congreso Estatal de la ONCE / Foto: Cipriano Pastranolarazon

La cifra del 38% de voto era impensable hace apenas dos meses en Génova. Ahora los sondeos internos empiezan a cambiar y los populares recuperarían su tirón en feudos históricos como Madrid, Valencia y Castilla y León.

El discurso político avanza por un lado; y las estrategias, por otro. Cuanto más insiste el Gobierno en que no habrá elecciones generales antes de plazo, en la oposición más se van activando los planes de contingencia para una nueva cita con las urnas. En Génova están recibiendo estos días algunas de las encuestas que han encargado por todo el territorio nacional para testar la situación en la que se encuentran sus siglas. Son estudios que miden tendencias de voto sobre su marca, lo que les permite analizar mejor el «efecto Casado» a nivel nacional, aunque en algunos casos también incluyan opciones de candidatos.

Los resultados están animando el optimismo interno porque frente a los últimos sondeos que había en Génova, del mes de abril, éstos confirman una tendencia al alza en general y les acercan al gobierno en algunos de sus feudos históricos. Con variaciones arriba o abajo, el PP se mueve alrededor del 38 por ciento en algunos de estos bastiones tradicionales del voto popular, y que, sin embargo, en las elecciones de 2015 también se resintieron del desgaste del Gobierno de Rajoy por la crisis económica y por los casos de corrupción.

Estas encuestas sitúan al PP alrededor del 38 por ciento en Madrid y Valencia, por ejemplo. En 2015, el PP se quedó en Valencia en el 26,25 por ciento de los votos, y perdió la mayoría absoluta que le había permitido gobernar la Generalitat durante 20 años y los últimos 16 con mayoría absoluta. Lo mismo apunta el sondeo en Madrid, donde en 2015 los populares se quedaron en el 33,1 por ciento de los votos; y en Castilla y León, donde en las últimas elecciones autonómicas el PP sumó el 37,77 por ciento.

Génova maneja también sondeos de capitales de provincia que vaticinan una subida media de entre 2 y 4 puntos en la mayoría de ellas. Según sus estudios, esta mejoría es a costa de Ciudadanos (Cs). La dirección popular entiende que son los primeros frutos de una estrategia de «hablar claro» y de haber recuperado un discurso «más contundente en relación a España», y citan iniciativas para frenar al independentismo como la exigencia de aplicar un 155 más duro o prohibir los indultos a los condenados por delitos de rebelión o sedición.

Aunque la tendencia sea positiva, el PP tiene por delante el interrogante de si tendrá tiempo suficiente antes de la convocatoria de las generales para que su ascenso en voto sea lo suficientemente grande como para que pueda aspirar a volver de nuevo al poder, aunque sea sumando con Ciudadanos. El bloque de izquierdas cuenta a su favor para el desempate con el apoyo nacionalista e independentista.

Andalucía es uno de los puntos débiles. Será el primer examen para la nueva dirección popular, pero, además, son unas elecciones difíciles en sí mismas porque necesitan mantenerse como segunda fuerza bajo la presión de los de Rivera. Sus sondeos siguen reconociéndoles ese puesto, y que pueden sumar con Ciudadanos una mayoría alternativa a la del PSOE para que por primera vez pueda haber alternancia en la Junta de Andalucía. En la recta final de la etapa de Mariano Rajoy empezó a dejarse sentir el temor a que el partido de Rivera pudiese alcanzar ese segundo puesto por el desgaste acumulado por la acción de gobierno y los casos de corrupción en liza, pero el relevo en la dirección ha calmado la percepción de que pueda llegar a concretarse un escenario que tendría un perverso efecto dominó sobre los intereses electorales del PP en las siguientes elecciones. En buena parte el PP está más seguro de sus posibilidades porque se ve a salvo de sumar más desgaste por la resaca de casos de corrupción que arrastra desde hace años. La confirmación de la entrada en prisión de Rodrigo Rato ha tenido «efecto cero» sobre sus siglas, argumentan en Génova, y lo mismo esperan del juicio por los «papeles de Bárcenas».

Casado está centrado en ordenar su maquinaria para las autonómicas y municipales, dentro de una campaña que tendrá un componente nacional muy grande, con independencia de que se celebre sin que el Gobierno de Pedro Sánchez haya convocado todavía las generales. La idea con la que trabajan en Génova es que el presidente nacional asuma un protagonismo absoluto, como si fuera un candidato más, explican. Una vez que se abra el ciclo con las elecciones andaluzas, en el calendario de los partidos ya no habrá espacio para nada más que no sea la competición por el voto. «Se nos viene encima una campaña eterna, polarizada absolutamente, y en la que el choque entre bloques dejará muy poco espacio para la letra pequeña de los programas». Esta explicación de un dirigente del PP sirve para entender por qué el PP han centrado su política de oposición en dos cuestiones básicas, Cataluña y el combate al independentismo, y la contraoferta al proyecto económico del PSOE y a las subidas de impuestos pactadas con Podemos.

El calendario no depende del PP, pero si estuviera en su mano a Génova le vendría bien ganar tiempo en un proceso electoral en el que los comicios no se agolpasen «sin respiro». Su análisis apunta a que cuánto más tarde sean las generales, mejor le viene a su líder porque le da margen para consolidarse en la oposición. Prefieren que esas elecciones lleguen después de las autonómicas y municipales, cita en la que confían en mejorar resultados y recuperar gobiernos que perdieron en las urnas de 2015.

Pizarro dice «no» a Madrid

La dirección popular lo ha intentado con todo ahínco, pero no ha sido capaz de convencer al economista y abogado del Estado Manuel Pizarro para que vuelva a entrar en política como candidato por Madrid en las próximas elecciones de mayo. No ha servido para que varíe en su decisión de mantenerse en su actividad profesional privada ni siquiera la buena relación que le une al líder del PP. Manuel Pizarro fue en la lista al Congreso por Madrid en 2008, a propuesta de Mariano Rajoy. El debate en campaña con el entonces ministro de Economía, Pedro Solbes, fue el principio de un alejamiento de quien entonces era el presidente nacional del partido, aunque el tiempo confirmó que la razón estaba de parte de Pizarro. La nueva dirección del PP veía en él una persona con experiencia y prestigio, una baza ganadora para sus siglas en un feudo en el que el PP necesita conseguir un buen resultado electoral porque tiene un valor simbólico muy importante en clave nacional. El interrogante sobre los candidatos por la comunidad y el ayuntamiento estará resuelto para principios de noviembre, salvo que haya algún movimiento que obligue al partido a modificar sus planes.