El desafío independentista

Caza al «invasor»

Los independentistas acosan a Policía y Guardia civil al grito de «¡asesinos!» mientras hoteles y gimnasios les expulsan por las amenazas de los separatistas. Muchos irán a instalaciones militares.

Caza al «invasor»
Caza al «invasor»larazon

Los independentistas acosan a Policía y Guardia civil al grito de «¡asesinos!» mientras hoteles y gimnasios les expulsan por las amenazas de los separatistas. Muchos irán a instalaciones militares.

Los separatistas se sentían ayer reforzados por el referéndum ilegal y las declaraciones de Carles Puigdemont solicitando a la Policía y la Guardia Civil que abandonaran Cataluña no hicieron más que añadir leña al fuego. Así, a mediodía, centenares de jóvenes se reunían en la Plaza de la Universidad, convertida en cobijo de independentistas, clamando encolerizados «hemos votado» y «libertad». Pero su irá se volvió de repente contra un helicóptero de la Policía que velaba por la seguridad y sobrevolaba la cabecera de una marcha que se disponía a concluir en la Plaza de Cataluña. «¡Asesinos, hijos de puta!», coreaban cientos de jóvenes. «Fuera de nuestro país, invasores», vociferaba otro grupo.

Ahora, el objetivo eran las Fuerzas de Seguridad del Estado que, cumpliendo con su deber y la orden de respetar la legalidad española, se esforzaban en continuar con su trabajo. Al final de la marcha reivindicativa, un grupo de unas 300 personas aproximadamente, en vez de poner punto y final a la manifestación, decidieron desviarse hacia la Jefatura de Policía, que está muy cerca de la Plaza de Cataluña. Allí continuaron con los insultos y les exigían que ser marcharan. «Iros a España, no os queremos aquí», decían al unísono entre aplausos de los presentes por el acto «heroico» que estaban realizando.

Los Mossos, que durante las primeras horas custodiaban el edificio, con la cara tapada, algo inusual en estos casos, trataron de impedir que las agresiones contra la Policía fueran a más. Pero la multitud no se rendía y algunos arrojaron objetos contra la fachada. También la emprendieron contra los medios, pero con matices. Los presentes gritaban: «Prensa española, manipuladora». Sin ninguna alusión, por su puesto, a la televisión de cabecera de Puigdemont, TV3.

A lo largo de la tarde se fueron sumando más personas y al cierre de esta edición continuaban con su particular escrache. La movilización transcurría sin incidentes por parte de los concentrados, algunos de los cuales se habían sentado en la calzada. Varias furgonetas de los Mossos d’Esquadra, con algunos agentes firmes ante los manifestantes, permanecían estacionadas a modo de barrera ante el edificio de Jefatura para proteger la instalación, en cuyas calles adyacentes había más furgones de la propia Policía Nacional en previsión de altercados.

Ese acoso a los agentes tuvo uno de sus puntos más intensos durante la noche del domingo, cuando los responsables de algunos de los hoteles en los que se alojaban les comunicaron que tenían que marcharse debido a las presiones. Es lo que ocurrió en Calella (Barcelona), donde los hoteles Vila, Palmeras y Catalonia dejaron en la calle a unos 500 policías y guardias civiles que dormían en ellos. En el primero, decenas de independentistas se manifestaron exigiendo su salida y la alcaldesa, Montserrat Candini, amenazó a los propietarios con que si no les echaba, paralizaría el expediente de reforma del establecimiento. Los propietarios se vieron obligados a cerrar el hotel debido a las amenazas que recibieron de los secesionistas, tal y como denunciaron asociaciones de ambos cuerpos, como la AUGC, la AEGC, la AESGC, la UFP o la AMGC. La situación llegó a extremos de gran tensión cuando los agentes del GRS de la Guardia Civil fueron acorralados en el hotel de Calella de donde se les expulsó. Además, había tres agentes a los que no se conseguía localizar tras ser rodeados y acosados por una multitud que se concentraba en las inmediaciones del hotel. Como denunció la Asociación de Escalas Suboficiales de la Guardia Civil (ASESGC) los Mossos les habían «vendido» y ni siquiera acudían en su auxilio para salir de allí. Según ha sabido LA RAZÓN, el SAER –servicio aéreo de rescate– fue llamado para desplazarse en previsión de posibles evacuaciones.

En Pineda de Mar (Barcelona), unos 40 agentes abandonaron el hotel y se dirigieron a dos autobuses entrelos insultos y abucheos de un centenar de vecinos, un grupo de los cuales llegó a hacer un cordón de seguridad para facilitar la salida de los policías, sin presencia de los Mossos d’Esquadra. El gerente de dos hoteles de Pineda de Mar (Barcelona) que aloja a agentes antidisturbios de la Policía Nacional desplazados a Cataluña, ha asegurado hoy en un comunicado que ambos establecimientos se ven obligados a desalojarlos «bajo la amenaza de cierre durante 5 años» por parte del Ayuntamiento.

En el comunicado, difundido a través de las redes sociales, el gerente indica que «debido a una reunión que hemos tenido con responsables del ayuntamiento de Pineda de Mar, nos vemos obligados, bajo amenaza de cerrarnos los hoteles durante 5 años, a desalojar el contingente de Policías Nacionales de dos hoteles, Chekin Mont-Palau y Chekin Pineda el día 3/10/2017 antes de las 16.00 horas».

En Montserrat unos 40 guardias civiles tuvieron que abandonar el hotel El Bruc por el mismo motivo. Y en un gimnasio de Figueras (Gerona) los propios agentes reconocían cómo los dueños, entre lágrimas, les decían que ya no eran bienvenidos. Según confirmaron a este periódico, a última hora muchos de ellos iban a ser alojados en un cuartel del Ejército, previsiblemente en El Bruch (Barcelona), donde desde hace días hay policías nacionales que forman parte del dispositivo de seguridad.

Estos agentes son compañeros de alguno de los 431 los policías y guardias civiles que resultaron heridos durante su intervención en Cataluña para evitar el referéndum ilegal, según confirmó el Ministerio del Interior después de que la Generalitat no se refiriese a estos lesionados en sus estadísticas. Del total de agentes heridos, 39 necesitaron asistencia médica inmediata. 19 de ellos eran policías nacionales y 20 guardias civiles. En cuanto al resto de efectivos, la mayoría resultó «herido de carácter leve por contusiones, arañazos, mordiscos y patadas».

Según Interior, la intervención policial permitió cerrar 92 centros designados para votar el 1-O.

«El tremendo odio separatista nos ha dejado en la calle»

«El tremendo odio separatista nos ha dejado en la calle; sabemos que es por la presión que sectores secesionistas están haciendo sobre establecimientos hoteleros, restaurantes, gimnasios, etcétera, para que no atiendan a los miembros de la Policía y de la Guardia Civil». Así se expresan agentes de la Benemérita, consultados por LA RAZÓN. Dejan claro que los propietarios de esos negocios se han portado de una «manera extraordinaria» con ellos hasta que se ha producido la citada presión. «Los dueños no tienen ninguna culpa, ya que la presión separatista sobre ellos es tremenda. Nos iremos cuando finalice el servicio y ellos se tienen que quedar en pueblos y ciudades, sometidos a la presión de esos individuos».

Es la misma táctica, explica un experto en la materia, que se utilizaba en el País Vasco para aislar a las Fuerzas de Seguridad. Es como si lo hubieran aprendido de la izquierda proetarra.

De hecho, se han producido escraches contra algunos de los hoteles. El caso más llamativo es la orden de «expulsión», a las ocho de la noche del domingo, de 250 guardias civiles de un hotel de Calella. Se sabe que amenazaron hasta a la madre del director y que recibió llamadas diciendo que le iban a quemar el establecimiento recordándole que tiene niños pequeños. Para colmo, la mayoría de los camareros no se presentaron a trabajar por amenazas y presiones.

«Nosotros, agregan, con todo el agradecimiento hacia estas personas que nos han tratado tan bien, nos vamos para que no tengan más problemas». El dueño colgó el cartel de «hotel cerrado» y tuvo que tapiar las ventanas con maderas. «Nos echan por ser guardias civiles», resumen.

«Nunca habíamos visto una violencia tan extrema»

«Nunca habíamos visto una violencia tan extrema, un odio tan tremendo». Con el compromiso de total anonimato y de que no se personalice en unidades concretas, agentes antidisturbios de la Policía Nacional subrayan que durante los incidentes que se produjeron ayer en distintos puntos de Cataluña, entre ellos Barcelona, sintieron hacia ellos un rechazo que no es normal en este tipo de alteraciones del orden público. Quienes así se expresan han participado en algunos de los problemas de orden público que se han producido en los últimos años en España, entre ellos los derivados del 15-M en Madrid y Valencia.

Subrayan que los atacantes actuaban con una cierta organización, ya que se encadenaban entre ellos y cuando los agentes se acercaban aprovechaban para darles patadas con el fin de que algunos de ellos se cayeran al suelo, con el consiguiente peligro para su integridad.

La cifra de 431 policias y guardias civiles lesionados da idea de lo ocurrido el domingo en Cataluña. Algunas de estos lesionados lo son por mordiscos. Los agentes recuerdan que en un pueblo de Gerona, que no citan, un individuo, a bordo de un quad y como si se tratara de un yihadista, intentó atropellar a algunos policías y a uno le causó daños en una pierna.

También señalaron que si se analizan con objetividad los videos que se han divulgado se verá las situaciones de peligro por las que pasaron los agentes, que en algunos momentos, de no ser por su disciplina y entrenamiento, habrían podido ser linchados.

«Es injusto que nos acusen de pasividad»

«Es injusto que nos acusen de pasividad. Me gustaría ver en nuestra misma situación a dos guardias civiles o dos policías a ver qué hacían». Fuentes de los Mossos d´Esquadra aseguran estar muy contrariados con la imagen que se ha dado de ellos el 1-O. «Es injusto que nos acusen de pasividad –se quejan–. Nos dejaron a los pies de los caballos. Entre los agentes de base hay mucha indignación con la cúpula».

«Nos repartieron por los colegios de dos en dos –recuerdan esas mismas fuentes– con la advertencia de que la jornada iba a ser larga, hasta que se cerrasen los centros o se incautasen las urnas. “Llévate un bocata y agua”, nos aconsejaron». «Llegas al colegio con una gorra de plato y zapatos, y con la orden de no usar la fuerza. Te encuentras con 200 o 300 personas y ¿qué haces? Se manejó la situación como buenamente se pudo. Era imposible cumplir las órdenes del TSJ de Cataluña con esos medios». «Nos sentimos engañados –se lamentan–. Te acusan de pasividad y no es culpa tuya. Estamos recibiendo por todos lados».

«La gente pedía refuerzos por la radio y te decía que no había. No llegaron nunca. Muchos ni siquiera teníamos vehículo policial. Te dejaban ahí y te decían “ya te recogeremos”. Teníamos órdenes de permanecer ahí. ¿Qué se pensaban que hacíamos? ¿Pasar el día? No tenías ni coche para irte. Tenías que quedarte. No hubo relevos ni para ir al lavabo».

«Somos los mismos que plantamos cara a los terroristas tras los atentados de Barcelona y, pese a todo –se reivindican–, cerramos 227 colegios electorales frente a los 93 que clausuraron Guardia Civil y Policía».