
El periscopio
Cicatrices de guerra, heridas de paz
Pedro Sánchez aviva las llamas de un conflicto en el que no está dispuesto a claudicar

Fue el segundo embajador de Israel en España, cargo que desempeñó durante cuatro años. Pero Shlomo Ben-Ami, historiador, diplomático, profesor universitario, ministro de Exteriores y un gran erudito formado en las Universidades de Tel Aviv y Oxford, dejó huella en nuestro país. Miembro destacado del Partido Laborista, durante su etapa en la legación diplomática en Madrid forjó un elitista núcleo de amistades, entre las que se encontraba el entonces presidente del gobierno, Felipe González, políticos de todo signo ideológico, empresarios y periodistas. Recuerdo bien sus encuentros, llenos de altura intelectual, en los que reflexionaba sobre la tragedia árabe-israelí.
El Estado de Israel nació en guerra y ha vivido desde entonces espada en mano. Las continuas luchas, los aparentes periodos de paz, el rechazo al contrario, la guerra entre israelíes y palestinos eran analizados por Shlomo con una lucidez admirable. A pesar de sus raíces hebreas lo describía con un criterio nada sectario, con neutralidad calculada a caballo entre víctimas y verdugos en medio del trágico conflicto que parece no tener fin. Afincado en España, conocedor de nuestra historia y su relación con en el pueblo judío, Ben-Ami formó parte de organizaciones y foros destacados, y plasmó sus tesis en un magnífico libro «Cicatrices de guerra, heridas de paz». Todo un tratado de ciencia política sobre el histórico drama de ambos bandos.
Muy cercano al PSOE de Felipe González, pero con excelentes relaciones con otros partidos, empresarios, intelectuales y periodistas, el historiador y diplomático colaboró en las relaciones hispano-israelíes entre ambos países, sin alterar las mismas con los países árabes, bajo la batuta de sus ministros: Paco Ordóñez, Javier Solana y Fernando Morán. Tres socialistas hombres de Estado, a quienes hoy más que nunca se echan en falta en el Palacio de Santa Cruz. En aquellos años España contaba en el mundo y desplegaba una política exterior de altura. Nada que ver con este «sanchismo» ideologizado, rebosante de sectarismo que asusta en las cancillerías europeas.
La soflama del presidente del Gobierno contra Israel es una huida alocada hacia adelante que no se ha atrevido a secundar ningún otro líder de UE. Tal vez la mejor respuesta la ha dado el propio ministro de Exteriores del país hebreo, Gideon Saar, al recordar las amistades de Pedro Sánchez con dictaduras como Irán o Venezuela, y denunciar que «un Gobierno corrupto pretende distraer la atención de sus escándalos». Hete aquí la auténtica clave del asunto. Verde y con asas.
En sectores políticos y diplomáticos se considera que Sánchez suelta esta bomba de relojería, nunca mejor dicho, para tapar la comparecencia de su señora, Begoña Gómez, hoy miércoles ante el juez Juan Carlos Peinado, imputada por cinco delitos. Nada más y nada menos. En una declaración inaudita, sin medir las consecuencias, Pedro Sánchez se arrodilla ante sus socios de Sumar y llama a consulta indefinida a la Embajadora española en Tel Aviv en Madrid, un desafío previo a la ruptura de relaciones, por el veto a las ministras Yolanda Díaz y Sira Rego. Ni más faltaba que el Gobierno israelí no estuviera en su derecho soberano contra estas dos comunistas de pacotilla, pero bien remuneradas en sus poltronas de moqueta y coche oficial. Sin olvidar el denigrante espectáculo de la Vuelta ciclista contra los esforzados deportistas israelíes ajenos al conflicto, jaleados por las huestes de Sumar y los lacayos bilduetarras de Arnaldo Otegi, quien se atreve a denunciar el genocidio en Gaza con más de ochocientos muertos a sus espaldas. Una vergüenza impensable en otras competiciones como el Tour de Francia o el Giro de Italia.
Presionado por sus socios al límite y tensionado por los casos de corrupción que cada día más le acorralan, Pedro Sánchez ha decidido otro salto en el vacío al solapar sus graves problemas internos con la política exterior. Algo que no sucede en ninguna de las democracias de nuestro entorno y que jamás hizo el expresidente González, dado que es una norma diplomática consensuar la actividad internacional, como bien ha denunciado el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. Que se prepare, porque Sánchez y su tropel de asesores bien pagados juegan al enfrentamiento total con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, extrapolar ese combate a la arena nacional, erigirse en amigo de los crueles terroristas de Hamás y colocar a Feijóo en el umbral de la ultraderecha con Vox.
Un discurso que ya no cuela, a tenor de las últimas encuestas, y que sitúa a España en el más absoluto aislamiento exterior. En el tradicional almuerzo que un grupo de diplomáticos celebra todos los meses en Madrid, el comentario era unánime: España ya no es un aliado fiable y sí un «cero a la izquierda», valga la redundancia, entre los aliados occidentales.
Mientras, aquí asistimos a una comparecencia en el Senado de la «fontanera» Leire Díez, periodista según ella sin firma ni obra reconocida, que sonroja. La guerra marital de la ex mujer de José Luis Ábalos, Carolina Perles, no ha hecho más que empezar y deja corta aquella historia de acoso pasional descrita en «Atracción fatal». La esposa presidencial Begoña y su asesora comparecen ante el juez Peinado sobre una trama que se agiganta. El «hermanísimo» aguarda un proceso judicial bastante turbio. Koldo y Ábalos se revuelven bajo un «culebrón» de sexo, agresiones y dinero, Santos Cerdán se consume en la cárcel de Soto del Real y el fiscal general del Estado será juzgado por el Tribunal Supremo a partir de noviembre. ¿Hay quién dé más?
Evocando el libro de Ben-Ami el «sanchismo» sucumbe con heridas letales que dejarán enormes cicatrices en España. Porque Sánchez aviva las llamas de una guerra en la que no está dispuesto a claudicar.
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