
Jorge Vilches
Cleptocracia
Sin controles externos ni escrúpulos es casi natural que se forme una banda de cargos públicos y comisionistas que montan chanchullos

En los estudios sobre gobernanza hay una máxima: cuánto más dinero público se maneje y menos democráticos sean sus gobernantes, más posibilidades hay de que se instale una cleptocracia. Sin controles externos ni escrúpulos es casi natural que se forme una banda compuesta por cargos públicos y comisionistas que distraen porcentajes y montan chanchullos. Así de claro. Atentos porque el modelo lo vamos a aplicar al sistema de gobierno sanchista.
La secuencia está muy estudiada. Primero, la prensa libre y la oposición empiezan denunciando el autoritarismo del Gobierno por la colonización del Estado, el ataque al poder judicial, la legislación en beneficio propio y la deslegitimación del adversario. Entonces la vida política se polariza, lo que sirve al Gobierno para legislar por decreto y encapsular sus actividades en el más completo secreto. Luego, con el tiempo, empiezan a salir los casos de corrupción de dicha banda. El punto máximo es cuando la trama llega al entorno familiar del número uno o a este mismo. La última escena combina los juicios con la negación de la realidad por parte de los imputados y aledaños. En suma: la tendencia autoritaria, incluso en democracia, y la cleptocracia van juntas cuando se maneja con arbitrariedad mucho dinero público.
Ahora apliquemos el modelo al caso del gobierno de Sánchez. La deriva hacia el autoritarismo despertó antes de la pandemia de covid-19. La tragedia aceleró el proceso al punto de que inconstitucionalmente el Gobierno funcionó sin las Cortes. La colonización institucional se consolidó, por lo que cada vez fue más descarada y, al tiempo, aumentó la sensación de impunidad en la banda público-privada. Aquí se desataron los peores instintos, como en esos vídeos donde dejan a un niño solo en una habitación frente a un plato lleno de chuches. Controlan el BOE y la salida de dinero público, tienen bajo su mando algunas de las instituciones fiscalizadoras, y cuentan con un bien alimentado equipo de opinión sincronizada, ahora también en RTVE, para crear un relato y combatir a los denunciantes.
El caso de los hidrocarburos es un buen ejemplo. La UCO afirma que la corrupción, el fraude de 182 millones de euros, fue posible por la vinculación de Aldama con «altos cargos del Gobierno y del PSOE». El imputado habría recurrido a la mediación del exministro Ábalos para obtener el beneplácito del Ministerio de Industria cuando estaba dirigido por Reyes Maroto, y el título de explotación que otorga el Ministerio de Transición Ecológica, en los días que era el cortijo de Teresa Ribera. De esta trama se beneficiaron unas cuantas empresas que presuntamente soltaban comisiones a sus favorecedores.
Terminemos con el modelo. Este tipo de gobierno cleptocrático –pensemos en Sánchez, presuntamente– se adorna siempre con un discurso regeneracionista y virtuoso. Parece un sarcasmo, pero es así. Llegan al poder diciendo que vienen a limpiar la política de la presencia y prácticas corruptas del enemigo. Entre las flores de sus portavoces mediáticos se cuelgan la medalla de la virtud y prometen que gobernarán para el pueblo, no como «los otros». Así pasó con el líder del PSOE. Ganó una moción de censura con ese cuento y sus periodistas machacaron la narrativa con las mismas consignas que propagaban los cargos públicos. Si el PP era el «partido más corrupto de Europa», el PSOE era el más virtuoso desde la última glaciación. ¿Y los ERE en Andalucía? Hicieron que pareciera un bulo desmontado por su Tribunal Constitucional. Fin de la historia.
Mientras nos contaban milongas, la banda, que todavía no sabemos si culminó la cima, iba extendiendo sus negocios. La primera impunidad les hizo creer que eran muy poderosos, imparables, capaces de cualquier cosa. Incluso asimilaron su propia mentira de que gobernar con un sesgo autoritario y cleptocrático es progreso para el pueblo. Ahora están echados a perder. La justicia todavía funciona en España y veremos cómo caen uno a uno por muchas distracciones que ideen, como Franco, la «tecnocasta», el Trump «nazi» y demás monsergas.
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