Historia

Toledo

Consejos, trucos y sensaciones para periodistas de guerra

La Escuela de Guerra del Ejército organiza cada año unas jornadas para corresponsales en zonas de conflicto

Transporte de heridos
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La finalidad es simple: no sorprenderse ante situaciones nuevas y saber cómo reaccionar ante cualquier problema. Con ese objetivo, el Ejército de Tierra organiza cada año las Jornadas de Corresponsales de Guerra, dirigidas a profesionales de la información que desempeñan su labor en conflictos bélicos o que en algún momento de su carrera tendrán que desplazarse a uno. Durante los cinco intensos días que dura este curso, coordinado por el teniente coronel Carlos Enrique Benito, de la Escuela de Guerra, los periodistas aprenderán una serie de conocimientos y trucos que les permitirán realizar su tarea con algo más de seguridad, "porque la seguridad total no existe", tal y como asegura el comandante Ruiz Moreno, encargado de informar sobre "Autoprotección en zona de operaciones". Se aprende de todo, lo básico y lo complejo. Desde cómo reanimar a un compañero a reparar un vehículo con los elementos que tengamos a mano, incluido el vino. Y, como no, a moverse con los militares durante una operación con todo lo que ello conlleva: cansancio, suciedad, nervios y silencio, mucho silencio.

Algo primordial a la hora de desplazarse a una guerra es la salud, por lo que la primera de las jornadas se dedica prácticamente entera a ella. Se enseña, por ejemplo, dónde llevar y cómo colocar un torniquete tanto en los brazos como en las piernas, siempre lo más cercano al tronco, por lo que es casi obligado no guardar nada en los bolsillos laterales del pantalón. O a trasladar a un herido fabricando una improvisada camilla con dos tubos y unas camisas. Sin olvidarse de una serie de técnicas para controlar el estrés, algo que acompaña siempre a esta profesión. En este apartado sanitario una de las "ñapas"más llamativas tienen como protagonista al "Loctite". Sí, el pegamento, útil tanto para cerrar pequeñas heridas como para sujetar una pieza dental.

La salud, en este caso conservarla, tiene mucho que ver con el terreno que se pisa. O mejor dicho, con lo que pueda ocultarse bajo él. De ahí la importancia de otro de los talleres: la sensibilización de minas y artefactos improvisados (más conocidos como IED). Indicios para descubrirlos, tipos más utilizados y pequeños trucos que ayudan a ver más allá de un arbusto seco en medio de la carretera en el que algún insurgente desalmado ha colocado un explosivo casi indetectable. Aquí cualquier detalle es importante, por pequeño que parezca.

Hasta aquí la parte más teórica que da paso a la más práctica y real. Primero, prácticas de embarque en un helicóptero: dos filas, rodilla al suelo y a esperar a que la tripulación autorice la entrada en el "Chinook"mientras los motores calientan poco a poco el ambiente. Todo, armados de chaleco antibalas y casco para ir acostumbrándose al peso y a su incomodidad. Y como en muchas ocasiones los corresponsales han de recorrer kilómetros y kilómetros por terrenos de todo tipo en medio de la nada, también se enseña a conducir todoterrenos por caminos imposibles en los que la pericia es algo que no debe fallar; a sentir en primera persona cómo es estar dentro de un vehículo volcado y cómo salir de él o a realizar pequeñas reparaciones en el vehículo para salir del paso en situaciones de emergencia. Por ejemplo, se puede usar vino o alcohol en lugar de anticongelante, pimentón para taponar pequeñas fugas o colocar un tronco para seguir circulando si hemos pinchado dos ruedas. Siempre, como última opción, pues el coche andará, pero sufrirá. La cinta americana es aquí un aliado imprescindible en cualquier mochila.

Ante una misión real

Con estos conocimientos ya adquiridos es hora de enfrentarse a una misión real empotrado con unidades militares. El escenario se sitúa en el campo de maniobras de Los Alijares, en Toledo. Allí, en un improvisado Puesto Avanzado de Combate (COP, por sus siglas en inglés), el Regimiento de Infantería Ligera Palma 47 se prepara una importante operación: hay que rescatar a una familia retenida por la insurgencia en un poblado cercano. Cada periodista se empotra en un pelotón y tiene asignado a un efectivo que será como su ángel de la guarda. Algunos tienen más "suerte"y observarán todo lo que ocurre a bordo de un blindado, mientras que los demás caminarán completamente a oscuras, incluso por las alcantarillas, cruzando riachuelos, deteniéndose ante el más mínimo ruido y resguardándose de los disparos enemigos. Todo para que periodista y militar sean uno y capaces de entenderse. "Si él corre vosotros corréis. Si se tira al suelo, vosotros también", repiten los diferentes responsables de unidad. La soldado Cuesta o el soldado Bernal son algunos de los elegidos para hacer de "niñeras"de periodistas, por lo que es muy importante seguir al pie de la letra sus instrucciones.

Después de tres horas y empapados en sudor toca regresar a la base con el deber cumplido y la familia a salvo. Son más de las 3:00 y es hora de entrar en la tienda de campaña para descansar. Pero por poco tiempo, pues los insurgentes han decidido atacar la base, algo que puede ocurrir también en una operación real. Así que, entre bostezos, tanto militares como periodistas se visten como pueden, cogen su chaleco y su caso y corren hasta el refugio más cercano, un túnel bajo el suelo, sin luz, en el que parte del contingente aguarda mientras sus compañeros defienden el campamento. Tras una media hora de disparos y explosiones ya es seguro salir.

Aún queda otra maniobra, en este caso diurna, en la que los corresponsales entrarán en contacto con los botes de humo de diferentes colores mientras los militares tratan de "limpiar"varios edificios. Han de moverse rápido, sin perder de vista a los efectivos, fijándose en los pañuelos de colores que colocan en las ventanas e indican si una estancia es o no segura. Entre disparos y con la visibilidad reducida por el humo se intenta evacuar a un herido mientras otro efectivo cae sin que se pueda hacer nada por él.

La última toma de contacto con el mundo de las guerras y los periodistas se centra en las diferentes armas e incluso sus sonidos, para que sepan distinguir entre un fusil, una pistola o una ametralladora y no se asusten cuando oigan un disparo cerca. Lo mismo con las granadas. Unas cuantas explosiones sirven para acostumbrar a los informadores a ese estruendo.

Y así, con las botas sucias y un sinfín de sensaciones, los 26 periodistas que en esta décima edición han participado en las jornadas pueden afirmar que ya son diplomados en guerra. Siempre bajo una premisa: "Tened cuidado ahí fuera".