La crónica

Del consenso al presidente que sólo escucha «Sí, Bwana»

La política se decide en los tribunales y en la crisis de la banda de «groupies» que aupó a Sánchez a La Moncloa

Abalos y Salazar en la sede de Ferraz
Abalos y Salazar en la sede de FerrazPsoe

Cumpleaños de la Constitución, del consenso, y escuchar hoy hablar de pactos o acuerdos suena a broma del día de los inocentes. La política celebra los 47 años de nuestra Carta Magna sumida en las andanzas de los machirulos del entorno del presidente del Gobierno, que es la gran grieta que Moncloa no vio venir.

Hasta en los entornos menos amables con el sanchismo han intentado dejarse seducir por la tesis de que la corrupción puede tener un coste reducido si se combate con la alerta de que viene la derecha. Pero tocar la vaca sagrada de la igualdad y el acoso sexual son ya palabras mayores, sobre todo para un partido que han entrado en momento «gafe».

El «caso Salazar» se lee internamente como la confirmación de que en Moncloa no ven venir lo que se les echa encima. Pedro Sánchez tiene más asesores de los que ha disfrutado ningún otro presidente. Todos ellos cuestan miles y miles de euros y sirven para decirle poco más que «Sí, Bwana».

«El aislamiento de Sánchez es total», confiesa un dirigente territorial que lleva años sin intercambiar palabra con el líder socialista. No es el único. «Debe ser que solo deja que le susurren los que disfrutan de una nómina al servicio del Presidente del Gobierno», ironiza el mismo alto cargo.

Mientras que se ningunea a la elite funcionarial del Palacio, esa que está mucho mejor formada y que tiene mucha mayor capacidad para responder al interés general que quien solo cobra del erario para que «al jefe se le vea el más guapo y el más listo del país».

Moncloa no ha sabido medir, como tampoco lo supo hacer el PP valenciano con el alcance de la dana, la grieta que les abre que el entorno de máxima confianza del presidente esté en el foco.

En el caso del sanchismo, por las incómodas revelaciones y las dudas sobre comportamientos machistas, por las dinámicas de tutela a las mujeres o por actitudes impropias de quienes trabajan en el corazón institucional del Estado o del partido del Gobierno.

El problema se agrava porque la idea que cala en el imaginario popular es que no son casos puntuales, sino que es un patrón sostenido que apunta a un machismo cotidiano, incrustado en la cultura del entorno presidencial.

Además, importa menos el relato mediático que el que prende internamente, y que reprocha al presidente que haya dejado crecer un machismo estructural que es el reverso exacto del discurso feminista que el PSOE ha intentado convertir en pancarta de su única propiedad.

¿Falta de reflejos? ¿Connivencia? ¿Miedo a que los que le elevaron a la Presidencia del Gobierno hablen de las interioridades menos confesables de su camino político o de otras cuestiones personales?

Poco importa cuando el PSOE vive días de inquietud, frustración y resignación estratégica que le deja expuesto a la incoherencia ante el votante progresista en uno de sus temas más sagrados. «Nosotros queríamos estar hoy hablando de economía, de agenda social, de derecha judicializada, de reconstrucción del liderazgo. Pero las malas compañías de Pedro desvían todo hacia un terreno donde somos muy vulnerables».

No se puede pasar por alto una derivada política y en clave estrictamente de partido: el estallido del «caso Salazar» no responde solo a un impulso de necesidad de congraciarse con la ética por parte de un sector feminista que se siente traicionado.

Detrás de ese reencuentro con la ética hay también una operación política, liderada por mujeres, y con un eslogan muy justificable y muy dañino para la imagen presidencial, pero que buscan, además, su revancha, por no decir su venganza. Porque durante años el PSOE se ha presentado como un garante de los derechos de las mujeres y custodio de la ética feminista.

Y, frente a este discurso impecable, lo que hay es un ecosistema interno contaminado. Una de las manos ejecutoras de poner luz al machismo del entorno presidencial hace hincapié en una de las ideas que más circulan estos días dentro del partido.

«Cuando eliges rodearte de hombres con un patrón claro de conducta, también estás diciendo algo sobre tu forma de ejercer el poder. No hay debate sobre el hecho de que la tolerancia al machismo en tu equipo releva tu propia jerarquía de valores reales».

La crisis de las «lealtades personales» de Sánchez colisiona con un partido al que le han reventado las costuras y que se enfrenta a un ciclo electoral con miles de cargos públicos echando cálculos de las posibilidades que tienen de mantener su sueldo y su puesto de trabajo, con independencia de que Sánchez pueda cumplir la promesa de que llevará la Legislatura hasta el final.