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Cospedal: «Me pide el cuerpo irme de la política»

La ex ministra de Defensa quiere tomarse un tiempo, se irá, pero defiende que lo hará «con la cabeza alta»

María Dolores de Cospedal, en el Congreso de los Diputados / Foto: Cristina Bejarano
María Dolores de Cospedal, en el Congreso de los Diputados / Foto: Cristina Bejaranolarazon

La ex ministra de Defensa quiere tomarse un tiempo, se irá, pero defiende que lo hará «con la cabeza alta».

Lo tenía decidido este verano, y así lo confesó en algunas cenas con amigos comunes en la costa andaluza: «Me pide el cuerpo irme a la vida privada». Pero María Dolores de Cospedal, tal vez aupada por su victoria en el Congreso del PP frente a quien fue su gran enemiga eterna, Soraya Saénz de Santamaría, decidió ir a por todas y colocar a sus gentes de confianza. Lo hizo tras unos años muy duros años al frente de la Secretaría General del PP. Nadie puede negarle a María Dolores de Cospedal García un carácter curtido en mil batallas y un coraje ineludible. Aguerrida en la lucha partidaria, a las duras y las maduras, y valiente por enfrentarse al ex tesorero Luis Bárcenas que la tuvo en el ojo del huracán, esta madrileña de sangre manchega no se paró en barras pero unas conversaciones malditas, sobre quien fue su caballo enemigo, han dado al traste con toda su trayectoria.

Si algo le duele en este momento son dos cosas: el ataque a su persona y, tal vez aún más al de su marido, Ignacio López del Hierro. «Ni yo necesitaba influencias, ni mi marido dinero» , le dijo hace unos días a unos amigos íntimos en una café madrileño. Pero Cospedal sabía hace semanas que iban a por ella, todo Madrid hablaba de las famosas cintas y ella no supo frenarlas, rodeada de un equipo de aduladores que la engañaban a toca teja. La mujer que dirigió el PP y que hizo todo lo posible por hundir a su adversaria, Soraya, se equivocó de asesores. Escuchó lo que no debía y creyó que instalada en la presidencia de la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso, la más influyente de la Cámara, que un día tuvo el catalán Josep Antoni Duran i Lleida, quedaba protegida. Craso error, cuando las cloacas buscan una doble vara de medir, siempre en contra de la derecha y con bula hacia la izquierda.

Tardará más o menos, pero María Dolores ha puesto ya el termómetro de su salida de la vida política. Aporta un legado incuestionable: la primera mujer en ganar unas elecciones por mayoría absoluta y gobernar en Castilla La-Mancha, el feudo histórico dónde logró quebrar el poder omnímodo del socialista José Bono. También la fémina pionera en dirigir el Partido Popular desde aquel convulso Congreso de Valencia en el que muchas intrigas se movieron entre bambalinas, Mariano Rajoy renovó su liderazgo y apostó claramente por ella. Desde entonces, Cospedal tuvo que dar la cara ante muchos marrones, sobre todo los casos de corrupción, que ni estaban en su etapa, ni eran suyos. Hoy, ahora, estos la golpean de lleno. Ni ella misma se lo esperaba. Los papeles de Bárcenas, la «trama Gürtel» y demás asuntos turbios que la hicieron desfilar por los juzgados, son el final de una etapa y la dan de bruces sin la menor piedad.

Ella siempre ha llevado a gala dar la cara ante esta hecatombe judicial, mientras otros miraban para otro lado. Se definió experta en levantarse una y otra vez frente a sus enemigos, que los tiene, pero a quienes lidia con una sonrisa maléfica, un atractivo sibilino y una habilidad que muchos temen con pavor. Incansable trabajadora, con coraje y combativa, en su fuero interno quiere irse. Pero lo tiene claro. Dentro de unos días, celebra el cumpleaños de su hijo Ricardo y quiere tomarse un tiempo. Altiva, si bien humilde cuando hace falta. Y sobre todo, sabe movilizar a sus leales cuando lo necesita. «Una coronela con pie firme», dice un alto mando militar a sus órdenes en Defensa.

Cuando en el último Congreso del PP Rajoy nombró a Fernando Martínez Maillo coordinador general, muchos vieron su poder mermado. Pero Cospedal nunca dejó su despacho en Génova, la organización en Castilla La-Mancha y el aparato del partido. Ahora, nada de esto le queda. En medio de una contienda más abierta que nunca, como una Dulcinea en su tierra de Quijotes, está cansada de dar batallas. Este verano, durante algunas cenas con amigo íntimos, ya esbozó su deseo de marcharse. Luego, con su puesto en el Congreso, quiso meditarlo. Pero María Dolores de Cospedal, la mujer que todo lo fue en el Partido Popular, desea poner tierra por medio. Y solo le sacas una frase: se irá, pero «con la cabeza muy alta».