Crisis en el PSOE
Los críticos exigen más cabezas a Sánchez por el "caso Salazar"
Moncloa intenta frenar la guerra interna que se ha desatado en el partido. El PSOE es un hervidero
El presidente del Gobierno está en un aprieto. El PSOE es un hervidero. El «caso Salazar» ha reventado las costuras de una organización que vive un enfrentamiento interno por culpa de dos denuncias por supuesto acoso sexual contra quien fue uno de los hombres fuertes de Pedro Sánchez en Moncloa y en el partido. El líder socialista intentó atajar la crisis el pasado sábado, cuando dijo ante los periodistas, en privado, que asumía «en primera persona» el error por la gestión del caso. El domingo fue un paso más allá y cesó fulminantemente a Antonio Hernández, el «número dos» de Salazar en Presidencia del Gobierno –señalado por encubrir a su superior–. Pero no parece que vaya a ser suficiente. Como ya contó este diario, el núcleo duro del feminismo socialista está en pie. Se puede decir que se ha convertido en el primer contrapeso interno de Sánchez en Ferraz desde que lidera el partido. Las fuentes consultadas explican que esperan más cabezas, entre otros motivos, porque hay más casos como el de Salazar en el partido y en el Ejecutivo.
En cualquier caso, nadie sabe hasta dónde escalará esta crisis, que está carcomiendo la credibilidad del partido ante sus votantes y, especialmente, ante las mujeres. La dirección socialista está bajo sospecha, porque buena parte de la militancia considera que ha intentado dar carpetazo al expediente de Salazar sin hacer mucho ruido. En plata: que ha tratado de protegerle. Como ya contó este diario, Paco Salazar formó parte del núcleo duro de Sánchez desde el principio. De manera que lo sabe casi todo sobre el líder socialista. Se puede decir que Salazar, como el exministro José Luis Ábalos, es uno de esos «hombres del presidente» que vale más por lo que calla que por lo que pueda decir. Por eso, en el PSOE hay quien conecta el intento de encubrimiento con el nivel de peligro que puede tener un brote de rebeldía de Salazar. En cualquier caso, lo cierto es que el gabinete del presidente ha quedado tocado. La crisis se ha extendido por el corazón mismo del núcleo de poder. Salazar formó parte del elenco de máxima confianza de Sánchez y su segundo, Hernández, también. El partido lamenta que haya que sumar otros dos nombres más a la lista de manos derechas del círculo del presidente que han resultado ser una decepción personal para Sánchez. La sacudida en el PSOE es total. El feminismo es una cuestión trascendental para el partido.
Sánchez sostiene que no intentó encubrir a Salazar y que no hubo connivencia. Pero la sensación de descontrol se ha instalado en una organización atenazada por una sucesión de escándalos: casos de corrupción, denuncias de acoso sexual, episodios ligados a la prostitución y un líder cuyo entorno familiar está salpicado por procedimientos judiciales. En este clima, el PSOE vive una cacería interna en busca del origen de las filtraciones. Se señalan unos a otros: que si provienen de un dirigente, que si de otro…
En el círculo más estrecho del presidente del Gobierno sostienen que han identificado el foco del «fuego amigo» que destapó las acusaciones de presunto acoso contra Paco Salazar, exasesor en Moncloa y hasta hace unos meses pieza fundamental en la interlocución entre el partido y el Ejecutivo. En la sede de Presidencia admiten que costó asumir como verosímiles todos los hechos que la prensa ha ido revelando sobre el político sevillano. Por primera vez en todos los años de liderazgo de Sánchez, el aparato ha chocado de frente con un contrapoder interno, algo que hasta hace muy poco resultaba inimaginable. Varios dirigentes admiten que esta pugna se entiende, en parte, por la sensación de fin de ciclo que empieza a calar en el socialismo. Nadie duda de que el presidente intentará agotar la legislatura, pero todos asumen que lo que queda por delante será terreno áspero, marcado por el conflicto, y que muchos han empezado ya a mover ficha.
Entre los cuadros del PSOE y del Gobierno consultados existe un diagnóstico unánime: el feminismo es una línea roja, un ámbito especialmente delicado que puede causar un enorme desgaste si se demuestra que algún cargo del partido lo ha mancillado. Este último episodio ha dado alas a las mujeres socialistas, que han decidido elevar el tono y hacerse oír con más firmeza. Sin ir más lejos, en Andalucía se ha producido una «rebelión» contra las actitudes machistas del partido. No es un movimiento cualquiera. La federación socialista más grande de España es el epicentro de los dos casos que han conmocionado al partido, ya que Salazar y Hernández son militantes suyos, así como el exdirigente de Torremolinos (Málaga) también denunciado. María Jesús Montero, señalada como responsable de la dejadez del partido, lo tiene difícil.