Ramón Tamames

Cuestiones clave para las investiduras

Casi todo ha venido a empeorar, como nuestro idioma común, hablado por casi 600 millones de personas y vituperado en la propia España

En estos días de investiduras, ya fijada la del día 26 para Alberto Núñez Feijóo, y la previsible para Sánchez, son muchas las personas que se me acercan de una manera u otra para saber si tengo nostalgia de la moción de censura del 21 y 22 de marzo en la que se planteó mi posible investidura para la presidencia del Gobierno, con base en el apoyo de 52 diputados de VOX, que me ofrecieron esa posibilidad manteniendo toda mi independencia política.

En ese trance, me referí a una serie de temas que voy a recordar ahora, tal vez en un ambiente mucho más complicado y perverso del que había al comenzar la primavera. Ahora casi todo ha venido a empeorar, empezando por nuestro idioma común, el castellano o español, hablado por casi 600 millones de personas en todo el mundo, que paradójicamente está vituperado en la propia España, llegando al colmo del necio Babel del Congreso de los Diputados desde esta semana.

Un segundo tema es el de la Memoria Democrática, instrumentando la historia de toda una nación que el Gobierno Sánchez quiere situar en la actitud más admirativa de la Segunda República; ignorando que entre los promotores de la Guerra Civil, además de Mola y Franco, estuvieron próceres del PSOE, Indalecio Prieto, en el ataque revolucionario a la propia institución en 1934, que algunos tienen por verdadero comienzo de la contienda fratricida. Con el impulso personal de Largo Caballero, que se llegó a creer que era el «Lenin español».

"Parece que se va a conseguir una amnistía de delincuentes y un referéndum disfrazado de consulta on vinculante

Una tercera cuestión, no resuelta, sino incluso mantenida para mayor confusión de confusiones es que la configuración de las Cortes Generales, por la vía electoral con la Ley de Reforma Política de 1975, de antes de la democracia. Que proporciona un peso indebidamente excesivo a los partidos ultranacionalistas y separatistas, con la situación límite de que con siete diputados del independentismo, parece que se va a conseguir, fraudulentamente, una amnistía de delincuentes, y un referéndum disfrazado de consulta no vinculante. Más que lamentable, dramático.

En economía, con el lanzamiento de la peregrina idea, pseudomecanicista, de que «España va como una moto», se ha diluido el verdadero debate económico. Y España sigue siendo el país con más paro de la Unión Europea, continúa expandiendo su endeudamiento a niveles nunca vistos, con una desigualdad social que continúa aumentado según los coeficientes de Gini de distribución personal de renta.

Seguimos además en una política medioambiental de inconsciencia generalizada, sin abordar los más difíciles problemas del agua, que va a ser tema principal de nuestro entorno en los próximos años. Sin suficiente regeneración de aguas residuales, con toda clase de dislates en la política de desalación, y con redes de distribución de las más altas pérdidas. Mucho bla, bla, bla, y muy poca acción en las infraestructuras hídricas básicas especialmente difíciles en la era del calentamiento global. Frenándose además la expansión de los regadíos, cuando todos sabemos que la agricultura de secano va a ir a mucho menos, frente a la de riego e invernadero.

Por otra parte, continúa como si tal cosa el descuido de nuestros bosques, y si se cita el hecho de que en 2023 los incendios forestales han disminuido, ha sido por las generalizadas lluvias de junio, y las copiosas tormentas que empezaron en septiembre. El abandono de los montes públicos y de alguno de nuestros parques nacionales, está en los máximos más hirientes, como Doñana en el peor de los casos.

Continúa además el declive del sector industrial, que llegó a estar en el 30 por 100, y que hoy se sitúa en la cota del 15,31. En contra de la política de reindustrialización que se está dando en el marco de la UE, de EE.UU., y que se trata de mantener en China. Con grandes empresas en España que están en venta, como Telefónica, un mal precedente de entrega sucesiva de grupos españoles, que a partir de ahora va a depender de designios foráneos.

Y continúa el menosprecio del gobierno frente a grandes empresas del país como Mercadona, Inditex, Ferrovial, etc. Para seguir en una política protectora, y errónea a ultranza, de las pymes, lo que paradójicamente equivale a frenar el progreso de la tecnología en España.

Para ir terminando, casi telegráficamente, que se decía antes, estamos en lo peor de una demografía declinante, con pérdida vegetativa de población sólo compensada por una inmigración insuficiente e indebidamente ordenada. Como también ha de criticarse al gobierno de Sánchez el deterioro de una sanidad pública que no soportó la complicación de la pandemia, y que hoy presenta una lista de espera para operaciones quirúrgicas de más de un millón de pacientes con hasta tres años de dilación. A lo que ha de agregarse una educación dividida entre ciencia y universidades, y con un CSIC irrisoriamente dotado. De lo que deriva un gran número de jóvenes científicos que sólo fuera de España pueden encontrar el ambiente necesario para sus investigaciones.

Adicionalmente, hay dos problemas nacionales pendientes de un futuro incierto: las pensiones, que sólo podrán ser mantenidas con un sistema mixto de derrame/ingresos fiscales, típico de un modelo a considerar Bismarck/Beveridge. A lo que se agrega el problema social de la vivienda y los alquileres, con los más altos precios de adquisición, cuando España tiene capacidad para construir lo que necesita para sus propios habitantes, que migran dentro del país y que quieren mejorar, y los numerosos europeos e iberoamericanos que quieren asentarse en la nación española. Todo ese entorno social se combina con una seguridad personal que va muy a peor, con bandas juveniles en las ciudades en crecimiento, narcotraficantes en alza, cada vez más delitos sexuales, y preocupación por la falta de coordinación de las policías autonómicas con el Cuerpo Nacional de Policía y la Guardia Civil.

No insistiré en política exterior, pero sí

reafirmaré lo que dije en la moción de censura en marzo en el Parlamento: Marruecos nos impone su ley, retrasando, por ejemplo, las aduanas de Ceuta y Melilla, y no reconociendo la personalidad española de las ciudades autónomas. Gibraltar está pendiente de un acuerdo a escala europea, por los efectos del Brexit, en el que España, si sigue Pedro Sánchez, no parece que va a plantear que persista una colonia europea, algo casi inimaginable para muchos en el siglo XXI.

En el caso de la comunidad iberoamericana sigue hoy una senda, mayoritariamente de pseudoizquierdismo, dando la menor importancia a la posible inspiración en patrones de crecimiento económico y cultural en los que llegamos a tener en otro tiempo un cierto papel. Y con desprecio de una presencia española en el Nuevo Mundo durante siglos, que hoy se conceptúa desde el falso indigenismo con ataques casi increíbles, históricamente hablando, frente a los cuales el gobierno de Sánchez mantiene la máxima indiferencia, víctima no casual de la leyenda más negra.

Y qué decir el año español en la Unión Europea. Con el presidente del Gobierno completamente ausente en momentos principales para incentivar el cambio necesario. Con el negro ejemplo de Ucrania, una guerra casi sugerida por EE.UU., y que aparentemente va a resolver la inspiración de China, y con un tráfico de armas para el complejo industrial militar no discutido en las Cortes Generales.

Termino aquí la evocación de lo que España es, y también por contraposición lo que podría ser. Y creo que, en estos días de investiduras, deberían recordarse temas como los suscitados en este artículo, que son fundamentales para nuestro futuro, como nación y comunidad global.