Defensa
Una flotilla de seis corbetas y dos nuevos buques de acción marítima, el relevo de la Armada para los veteranos patrulleros de altura
Las corbetas desempeñarán misiones de vigilancia en escenarios de baja intensidad, escolta de pequeñas unidades como cazaminas o apoyo al desembarco de unidades anfibias y fuerzas especiales
La Armada cuenta actualmente con cuatro patrulleros de altura de la clase Serviola, construidos para en los astilleros de Ferrol de la antigua Empresa Nacional Bazán (hoy Navantia) a principios de los años 90. Los buques entraron en servicio en torno a 1992 con el fin de operar en alta mar durante largos periodos y con mar gruesa, sin que esto supusiera una pérdida de sus capacidades operativas. Sus funciones son vigilar los espacios marítimos de soberanía con el fin de prevenir, disuadir y detectar posibles actividades delictivas; búsqueda, localización y seguimiento de buques sospechosos de actividades ilegales; prestar apoyo a otros organismos del Estado en la lucha contra la inmigración ilegal, o narcotráfico y efectuar operaciones de interdicción marítima, entre otras cosas.
Con sus más de 30 años de vida, aún están lejos de alcanzar su "jubilación", pero antes de que llegue ese momento, el Ministerio de Defensa había planeado sustituirlos por la variante española del programa de Corbeta de Patrulla Europea en el que participan, además de Navantia, Francia, Italia y Grecia, además de Rumania que se ha sumado al proyecto después, y que en el caso español se llamarán oficialmente Buques de Protección Marítima (BPM).
Los seis buques previstos por la Armada sustituirán a partir de 2030, si se cumplen los plazos previstos, a los cuatro patrulleros Serviola, según el calendario previsto, y también a las veteranas excorbetas transformadas en patrulleros, de la clase Descubierta Infanta Elena, recientemente retirada, e Infanta Cristina, que cesará su actividad a finales de este año.
El programa apuesta básicamente por el diseño de un único buque para las cuatro armadas que contará con diferentes versiones o configuraciones de acuerdo con las necesidades de cada país.
La corbeta desempeñará en líneas generales misiones de vigilancia y seguridad marítima en escenarios de baja intensidad (interdicción marítima, defensa costera, asistencia humanitaria o ante emergencias). En España, la Armada contempla que los BPM puedan además efectuar misiones de escolta limitada de unidades de porte menor, como agrupaciones de cazaminas, mando de grupos de ataque de superficie, así como apoyo al despliegue en tierra de unidades anfibias y de fuerzas de operaciones especiales, según recoge el último número de la revista Red, publicación oficial del Ministerio de Defensa.
Estaríamos hablando de un patrullero de altura, lo que se conoce popularmente como OPV (Offshore Patrol Vessel) pero evolucionado a la máxima expresión tecnológica. Un buque de segunda línea, capaz de llevar a cabo misiones de vigilancia y patrullaje a largas distancias con una capacidad ofensiva media, sin llegar al blindaje y los sistemas de armas de una fragata, que sería la primera línea.
El buque tiene de inicio un concepto modular que partirá de un monocasco de entre 100 y 110 metros de eslora, un calado inferior a los cinco metros y una capacidad de desplazamiento de 3.500 toneladas como máximo gracias al empuje de dos motores diésel y otros dos eléctricos que permitirán una velocidad máxima de 24 nudos. A popa tendrá una cubierta de vuelo para helicópteros y un área para operar vehículos aéreos remotamente tripulados. En este esquema común, cada país irá incorporando los sistemas que decida. En el caso de la patrullera de largo alcance, el requisito es que los motores deberán ofrecer una autonomía de 8.000 millas náuticas a medio gas (unos 45 días de navegación a 14 nudos), lo que les permitiría operar tranquilamente en puntos muy alejados de territorio nacional, como las misiones de la Armada en el Golfo de Guinea o de lucha contra la piratería en el Índico. En el caso de que España opte finalmente por una versión de combate de esta corbeta, el armamento será lo que marque la diferencia y ahí cada país decidirá.
Navantia aportará su experiencia al proyecto que le viene dada por la corbeta vendida a Arabia Saudí, una de las mejores del mundo en su gama, fuertemente armada con misiles antiaéreos o torpedos, y por sus Buques de Acción Marítima (BAM), que ya llevan una década en servicio y, aunque de menor tamaño, siguen el concepto de patrullero de altura que ahora se propone.
De hecho, el Consejo de Ministros aprobaba el pasado mes de junio un acuerdo que permitirá a la Armada adquirir dos nuevos Buques de Acción Marítima (BAM) por un total de 550 millones de euros hasta 2027. Así se desprende de la referencia del Consejo de Ministros, en la que se detalla que el principal motivo de esta adquisición es "la baja" de los patrulleros de la clase Descubierta, Infanta Elena" (P-76) e Infanta Cristina (P-77), que dejará de estar en servicio este mes.
El Ejecutivo entiende que esa antigüedad "haría necesaria una elevada inversión para mantenerlos en servicio", un desembolso económico con el que, sin embargo, "no se podrían recuperar sus capacidades por la obsolescencia de la plataforma y de los sistemas de a bordo". Así que, detalla, "para resolver esta situación y recuperar el número de doce patrulleros de altura requeridos por la Armada, es necesaria la adquisición de dos Buques de Acción Marítima", lo que elevaría hasta ocho las unidades de estos buques en servicio en la Armada. En este caso, pertenecerían a la tercera fase del programa. A todos ellos habría que sumar el futuro Buque de Acción Marítima de Intervención Subacuática (BAM-IS), cuya construcción ya está en marcha en en el astillero de Navantia en San Fernando (Cádiz).
Esta adquisición ya formaba parte de los planes de la Armada, que este mismo año ya trabajaba en la definición de sus requisitos y características. Dos nuevas unidades que, como principal novedad, estarán equipados con capacidades antisubmarinas.
A día de hoy, la Armada cuenta con seis BAM: el Meteoro, el Rayo, el Relámpago y el Tornado llegaron en una primera fase desde finales de 2009, mientras que el Audaz y el Furor, los más modernos, lo hicieron en 2017. Ambos, con notables mejoras tanto en equipos como en sensores, son de los buques de superficie más modernos de la Armada y tienen su bases en Cartagena (Murcia).
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