Res non verba

Desgracias y graciosos

Sánchez debe haber pasado estos días en La Mareta revisando tutoriales de Houdini para ver cómo escapa ileso de la temporada 25/26

El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente (d) junto al ministro de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños (i), interviene durante la visitaa a las obras del Viaducto de los Feos, conexión ferroviaria de la linea en Alta Velocidad entre Murcia y Almería. A 13 de agosto de 2025 en Almería (Andalucía, España). La construcción de la línea de alta velocidad (LAV) Murcia-Almería, es un eje estratégico del Corredor Mediterráneo que cuenta con una in...
El ministro de Transportes, Óscar Puente, sembró la polémica con sus frases en las redes socialesMarian LeónEuropa Press

Anda el personal soliviantado estos días porque el ministro de Transportes ha frivolizado con los incendios que arrasan España. Ha habido muertos, daños materiales y un desgarro ecológico que encoge el alma.

Decir que la cosa «está calentita» para hacer una chanza contra la oposición solo se le ocurre a Óscar Puente, el tipo que reconoció tener a gente en su ministerio dedicada a saber si los periodistas le dedican epítetos como «el abominable hombre de la meseta».

En un país serio Puente estaría en la calle (en un país normal, jamás hubiera sido ministro), pero en la España de Pedro Sánchez estás cosas son normales porque Sánchez no tiene ministros, tiene monologuistas, y uno de los gajes de ese oficio es que, en la búsqueda obsesiva de la próxima ocurrencia, puedes pasarte de la raya.

Si les ocurre a los mejores humoristas, imagínese a estos diletantes que tratan de hacer gracia sin tenerla o que procuran defender la supuesta gracia que les escribe alguno de los Cyrano de Bergerac, esforzados mamones de la teta monclovita, a sueldo del sanchismo.

El responsable último de toda esta tropa, recordemos, es Pedro Sánchez, que debe haber pasado estos días en La Mareta revisando tutoriales de Houdini para ver cómo escapa ileso de la temporada 25/26.

El escapismo es su especialidad y el presidente ya ha solicitado al ministro Albares que le alicate la agenda con eventos internacionales. La corrupción y la parálisis gubernamental. Cuanto más lejos, mejor.

Sánchez ya se fue de vacaciones tras montar en Sevilla una cumbre de la ONU de la señorita Pepis, una gira africana y otra por Hispanoamérica de claro aroma populista en la que se colocó la bufanda del Foro de São Paulo.

Albares, tan resuelto armando agendas como damnificando a embajadores no serviles, ya le ha concertado una visita al británico Starmer (agradecido por el regalo de Gibraltar) en septiembre.

Con eso y la llamada a Zelensky, Sánchez quiere disimular su irrelevancia en la Unión Europea. Ni nos invitan ni nos invitarán a los encuentros en los que se parte el bacalao.

De hecho, uno de los intríngulis de la próxima entrega de Sanchear en tiempos revueltos es que, tras firmar el gasto militar del 5% para decir que no lo íbamos a cumplir, a Sánchez ya no lo ven igual. Hasta Von der Leyen, que miraba a Pedro con esos ojos de «es que te como la carita», empieza a atar cabos.

Ciertamente, la trayectoria internacional de Sánchez podría contarse en tres actos shakespearianos: la cumbre de la OTAN en la que logró hablar con Biden durante unos pocos segundos, como si le acompañase al baño a hacer pipí; la cumbre de Madrid en la que Pedro y Begoña tocaron el cielo como los anfitriones perfectos en aquella cena en El Prado y la última cumbre con Trump. La cumbre de «yo firmo esta hipoteca, pero no la voy a pagar».

Washington ya está empezando a cobrarse la factura de ese canteo, que este verano ha ido a más con feos adicionales a Estados Unidos y nuevos acercamientos a China.

Urge que el sanchismo haga algo que no hará: explicar a los españoles el crucial giro estratégico en política internacional.

Vetar los F-35 estadounidenses y dejar a la Armada sin cazas embarcables es una decisión crítica porque nos aboca a tener portaaviones sin aviones.

Si los cazas son la dentadura del portaaviones, el Juan Carlos I puede acabar teniendo menos dientes que un pavo. Pero más peliagudo es, si cabe, el acercamiento a China en ámbitos como las telecomunicaciones.

Sánchez quiso hacer de su perfil internacional su Superyó freudiano, pero Sánchez es Sánchez y ha acabado aplicando al exterior su receta casera.

Si se coló a Bildu en la comisión de Secretos Oficiales, ¿qué hay de malo en que una empresa como Huawei, sujeta legalmente a la dictadura comunista china, custodie las grabaciones judiciales en España?

De hecho, Huawei ya está haciendo labores consultivas en el Centro de Operaciones de Seguridad 5G, a pesar de que España se comprometió con la Unión Europea a poner tierra de por medio con dicha empresa. Mantener una buena relación comercial y diplomática con China no es solo legítimo, sino necesario.

Hacer gestos que den a entender que estamos cambiando de señor feudal por motivos ideológicos es algo muy diferente. Estados Unidos nos da información clave en terrorismo, crimen organizado, narcotráfico y amenazas cibernéticas.

Se nos olvida que el 5G es la puerta de entrada a la seguridad (o inseguridad) de los vehículos autónomos, sistemas energéticos y otras infraestructuras clave.

O que China es una dictadura que está empleando las herramientas digitales para controlar a su población con sistemas de puntuación social. Discriminar a los ciudadanos en función de si su comportamiento, o modo de vida, gusta o no al gobernante.

¿Es ese el sueño húmedo del PSOE? ¿Es ese el gran socio estratégico que queremos en detrimento de Estados Unidos, por más que sean los Estados Unidos de Trump? A ver si, entre gracia y gracia, los Cyrano de Moncloa encuentran tiempo para responder a esas preguntas.