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Díaz Ayuso, cuando resistir es un arte

Las espadas siguen en alto por la Comunidad de Madrid, pero en el PP son optimistas sobre la investidura de Isabel Díaz Ayuso. «Tenemos el acuerdo firmado con Ciudadanos y nadie puede permitirse aguantar hasta septiembre», dicen en Génova

La candidata a la presidencia de la Comunidad del PP, Isabel Díaz Ayuso, el pasado 10 de junio en la Asamblea de Madrid/Alberto R. Roldán
La candidata a la presidencia de la Comunidad del PP, Isabel Díaz Ayuso, el pasado 10 de junio en la Asamblea de Madrid/Alberto R. Roldánlarazon

Las espadas siguen en alto por la Comunidad de Madrid, pero en el PP son optimistas sobre la investidura de Isabel Díaz Ayuso. «Tenemos el acuerdo firmado con Ciudadanos y nadie puede permitirse aguantar hasta septiembre», dicen en Génova

Me lo decía ella misma la otra tarde en esta Casa de LA RAZÓN: «En política, la resistencia es todo un arte». Isabel Díaz Ayuso, candidata a presidenta de la Comunidad de Madrid, ha sorprendido a propios y extraños por su capacidad de aguante durante estos días de conversaciones duras, oscilantes, plagadas de contradicciones y rumores interesados. Para los suyos, algunos de ellos muy críticos ante su designación por Pablo Casado, «Isa está tranquila, es buena negociadora». Para los adversarios, «nunca pierde la calma y a veces nos desespera porque no cae en provocaciones». A escaso tiempo de que finalice el plazo para debatir la investidura de presidencia en la Comunidad madrileña, las espadas siguen en alto pero en el PP son optimistas. «Tenemos el acuerdo firmado con Ciudadanos y nadie puede permitirse aguantar hasta septiembre», aseguran fuentes de Génova trece, dónde vigilan los acuerdos con olfato y vista de lince.

El secretario general, Teodoro García Egea, y su mano derecha, Javier Maroto, intervienen con suma discreción en las negociaciones. Ambos así lo hicieron en el Ayuntamiento de Madrid, con el buen resultado obtenido. «Cuanto más aprietan, más debilidad encierran», dice un estratega del PP sobre el momento actual del pacto. Junto a Isabel, sus dos negociadores públicos son David Pérez y Alfonso Serrano, pero bajo la sombra encubierta de Teo y Maroto. Los dos conocen la dificultad permanente planteada por Cs para no firmar un acuerdo con Vox y se han tragado el sapo de Ángel Garrido, el ex presidente madrileño desertor de sus filas hacia el partido naranja, como nuevo negociador. «No les interesa un gobierno de Gabilondo ni nuevas elecciones», afirman, aunque conscientes de que en este tramo final «se va tensar mucho la cuerda». De hecho, el candidato de Cs, Ignacio Aguado, ha llegado a plantear un programa propio de gobierno y solicita al PSOE y Mas Madrid su abstención para salir elegido.

Algo que en el PP consideran inaceptable a tenor del propio acuerdo suscrito entre ambos partidos que establece el reparto de papeles: la presidencia de la Asamblea madrileña para Ciudadanos, ya cumplido con la elección de Juan Trinidad, y la del Gobierno para la candidata popular, Isabel Díaz Ayuso. Así las cosas, según ha sabido este periódico, el atasco se ciñe ahora al reparto de Consejerías, de las que Ciudadanos exige tan sólo una menos que los populares, con desaparición de la de Presidencia. Para el PP ello no es equitativo, dada la diferencia de escaños entre los dos partidos. Por su parte Vox ha bajado algo el listón de sus pretensiones, acepta no entrar en el Gobierno pero sí un acuerdo firmado a tres, al que Ignacio Aguado se niega. También rechaza las peticiones de Vox sobre el movimiento LGTB, leyes de igualdad o la emigración ilegal. Fuentes de los negociadores observan el mismo esquema del Ayuntamiento de la capital: «Primero mucha olla a presión y después el vapor baja».

De ahí el órdago lanzado esta semana por Ignacio Aguado, similar al que hizo Begoña Villacís en el Consistorio. En el PP no estiman baladí la crisis interna de Ciudadanos, con las con las últimas bajas en sus filas, y sospechan las tentaciones socialistas para cuajar un nuevo «tamayazo». Es decir, la deserción de algunos de sus diputados, en concreto cinco, que necesitaría Ángel Gabilondo para salir elegido. No obstante, la apuesta es difícil dado que los dirigentes naranjas madrileños han apoyado en bloque a Albert Rivera en su rotundo «no es no» a Pedro Sánchez. Si bien la actuación de Cs en otras Comunidades como Canarias revela su marca de «partido veleta» exento de una fidelidad de palabra.

La dirigente de Vox, Rocio Monasterio, salió satisfecha de su última reunión con Isabel Díaz Ayuso, el pasado viernes. «El hueso es ahora Ciudadanos», dicen en el PP con la experiencia del Ayuntamiento. Díaz Ayuso insiste en su mano tendida para plasmar un acuerdo similar al de Andalucía, dónde la estructura de Vox empieza a desangrarse tras la retirada del juez Serrano. En estos momentos, solo el PP es un partido unido en torno a la estrategia de Pablo Casado, sin voces disonantes tras recuperar el Ayuntamiento de Madrid. Ello les sitúa en una posición de fuerza frente a Ciudadanos y Vox, con latentes divisiones.

Por tanto, los populares contemplan el final del túnel, aunque todavía con dificultades. «Queda mucho ruido y un duro teatro», advierte un negociador. Pero a ninguno de los integrantes del centro-derecha les interesa un presidente socialista o nuevas elecciones. «A ver quién le pone el cascabel al gato», aseguran. La cuenta atrás ha comenzado. Mañana lunes el presidente de la Asamblea, Juan Trinidad, comienza la ronda de consultas con los grupos parlamentarios para designar candidato. Aparte de Isabel Díaz Ayuso, el socialista Ángel Gabilondo también anuncia que se presentará y la clave sigue estando en cómo actuará Ignacio Aguado, cuya dirección nacional es totalmente contraria al PSOE mientras juegan a dos barajas en otros territorios. «A veces naranja, a veces mandarina», dicen con sorna en el PP sobre las dos caras de Cs. Desde este partido insisten en que las negociaciones siguen enrocadas, sin avances sustanciales ni en programa ni en la estructura de gobierno, pero en Génova no son tan pesimistas y opinan que «la larga mano» de Teodoro y Maroto surtirá finalmente su efecto, tal como sucedió en el Ayuntamiento. Esta semana es crucial, ante la fecha para la investidura fijada para el día 11 de julio.

«Soy de Pablo total». Es lo primero que Isabel Díaz Ayuso dice a todo aquel que quiera escucharla. Se conocieron muy jóvenes, cuando ella estudiaba periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y, con enorme inquietud por la política, organizó una asociación muy activa de estudiantes. Por ello, entró en el distrito municipal de Moncloa dónde Pablo Casado abanderaba las Nuevas Generaciones de Madrid. Desde entonces, ambos han trabajado juntos codo con codo. Leal, independiente en su conducta vital, Isabel es una mujer hecha a sí misma al que su carácter de periodista, de apasionada y experta en la comunicación, le hace tener siempre un punto de conciencia crítica. Según quienes bien la conocen, es de las pocas personas que no tiene caretas disfrazadas.

Llegó a la política madrileña desde la Universidad, un foro que le apasiona. Trabajo a destajo con Pablo Casado en los barrios ciudadanos, le gustó a Esperanza Aguirre que la introdujo en el organigrama de poder del gobierno de la Comunidad, y no tuvo ningún reparo en renunciar a su escaño en la Asamblea para ser viceconsejera de presidencia con Ángel Garrido, ahora enfrente de la mesa negociadora. Muchas cosas han cambiado, pero no Isabel, una mujer ligera de equipaje, en su piso alquilado del barrio de Malasaña con una cabeza bien amueblada. Liberal y poco sectaria, tiene el reto de mantener la otra joya de la corona para el PP, la Comunidad de Madrid. Sabe bien que estos días habrá aún mucho «navajeo», pero huye de la demagogia y proclama los valores del centro-derecha sin ningún complejo. Lideresa emergente en la nueva dirección de Pablo Casado, siempre da la cara. «Aunque algunos nos la quieran partir», admite bien conocedora de las dificultades