Vigo

El «delfín» consolidado

La Razón
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Heredero de Fraga, aliento de Rajoy, eterna esperanza blanca. Estas tres situaciones definen la vida política de Alberto Núñez Feijóo, el líder gallego siempre a caballo entre su tierra y Madrid. Su carrera ha estado marcada por tres hombres clave y paisanos: Manuel Fraga, José Manuel Romay Beccaría y Mariano Rajoy. Los dos primeros le llevaron a la Xunta de Galicia y, tras la victoria de José María Aznar, el entonces ministro de Sanidad, Beccaría, le trajo a Madrid para presidir el Insalud y la entonces entidad pública Correos y Telégrafos. Aquí forjó su fama de brillante gestor hasta las elecciones de 2009, en que logró la presidencia de la Xunta. Ello supuso también un triunfo para Rajoy, entonces en horas bajas tras haber perdido las generales. La victoria de Feijóo fue una dosis de alivio para Mariano y el punto de inflexión de un PP que, a partir de entonces, no dejó de crecer hasta la mayoría absoluta de 2011. «Creo que Alberto nos dio suerte», comentó entonces el actual presidente del Gobierno en funciones.

Similar sentimiento han sentido ahora Rajoy los dirigentes del PP una vez despejada la incógnita: el gallego que ha gobernado con éxito Galicia, una de las pocas comunidades en cuadrar las cuentas y respetar el déficit público, acude a una nueva reválida. Pese a quienes vieron en sus relaciones con Rajoy distancia e intrigas sucesorias, lo cierto es que ambos siguen manteniendo una estrecha amistad y ha sido Mariano determinante para su decisión. En los últimos meses, Feijóo no ocultaba sus dudas: «La política está sucia», confesaba en privado a sus íntimos, ante la cascada de casos de corrupción. Él mismo había sufrido una campaña de desprestigio por unas antiguas fotos con un empresario relacionado con el contrabando de tabaco y estaba asqueado. Además, algunas jugosas ofertas en la esfera privada le tenían en vilo. Tras muchos rumores y una discreta ambigüedad, mantuvo una conversación definitiva con Rajoy y se lo dijo: «Esto me sigue mereciendo la pena». En Moncloa y Génova respiraron aliviados.

Su lugar de nacimiento, la pequeña aldea orensana de Os Peares, le imprime carácter. Alberto es un hombre muy pegado al «terruño», pero también con una experiencia de gestión como pocos. Conoce como nadie las administraciones estatal y autonómica y pacificó el legado de Manuel Fraga. En la eterna pugna por el liderazgo regional, entre los de la «boina» (nunca con carrera fuera de Galicia), y los del «birrete», (más ilustrados y con puestos en Madrid), Feijóo se alzó con la presidencia y controló el partido. Era un hombre intermedio, muy cercano a Rajoy, a quien había apoyado sin fisuras, pero sin despreciar al «fraguismo». Su habilidad para con los dirigentes regionales de entonces fue enorme, en una formación bajo la sombra del gran patrón. Se convirtió en el líder indiscutible y volvió a ganar por segunda vez. Su perfil urbano y refinado conjuga a la perfección con la esencia rural gallega. Es uno de sus méritos, sin alharacas y sin rodearse de un séquito adulador. Tiene la suficiencia del mando y la sencillez de los paisanos.

Muy unido a sus ancianos padres, a quien siempre dedica sus éxitos, es el soltero de oro del PP. «El matrimonio no es para mí, lo veo poco democrático», suele decir con sorna galaica. Sin embargo, despierta gran atractivo entre las mujeres. Durante diez años mantuvo una relación con la periodista Carmen Gámir, «Chinny». Después, la cosa se enfrió y ella vino a Madrid como jefa de prensa de la secretaria de Estado de Presupuestos, la también gallega Marta Fernández Currás. Ahora, lleva con escrupulosa discreción su relación con Eva María Cárdenas, alta ejecutiva del imperio Zara y mano derecha de Amancio Ortega. Divorciada y madre de una hija, Eva María es una mujer inteligente e independiente, algo que Alberto valora mucho. «Los dos tienen su espacio», comentan amigos cercanos como prueba de que a ninguno les gustan las ataduras. Se dejan ver muy poco en público, la última vez fue en el pazo coruñés de Anceis para la fiesta de cumpleaños de Marta Ortega, la hija del dueño de Zara, con quien Feijóo mantiene buena amistad y quien le ofreció trabajo si decidía dejar la política.

Apasionado del mar, navegante por la Ría de Vigo, andarín en la playa de Samil y «gourmet» de un buen pulpo en Oms, durante la renovación generacional algunos le tildaron de «pijo». Ni se inmutó: «He nacido en un pueblo pequeñito, nada propicio para ser estirado». Ahora, afronta su tercera prueba y ha vuelto a hacerle un favor a Rajoy. Nadie duda en el PP de que si gana será el mejor «barón» colocado para el liderazgo nacional. Se define como «galleguista reformista» y le gusta conducir. En estos años ha demostrado ser un presidente de la Xunta arraigado y, si repite, será el «delfín» consolidado. De eso, seguro.