Andalucía

El empresariado catalán maniobra para pasar de la consulta al pacto

Los nacionalistas suavizan su discurso ante una patronal crítica

La sombra de Mas se topa con la patronal
La sombra de Mas se topa con la patronallarazon

El empresariado catalán está muy movido. Empieza a ver las orejas al lobo. Confiaba en que la sangre no llegaría al río y que el choque de trenes era una licencia literaria. Sin embargo, el tiempo pasaba. Nadie movía pieza para restañar costuras y el proceso soberanista si situaba a un tris del desastre. Ya no servía el socorrido «no se llegará a una situación de ruptura. No interesa a nadie». El deseo de muchos quedaba pequeño ante la realidad. Muy pocos se atrevían a decir lo que pensaban. La mayoría empresarial se mostraba seguidista y complaciente de lo que se suponía la mayoría social por la independencia. Josep Piqué, al frente del Círculo de Economía, fue de los primeros en hacer oír su voz disonante. Joaquín Gay de Montella, el presidente de la patronal Fomento del Trabajo, también osó a desafinar en la orquesta y desafió al nacionalismo imperante negándose a sumarse al Pacto Nacional por la Transición y apelando al Pacto Fiscal como fórmula para salir del atolladero. Un tercero, esta vez desde Madrid, tocaba su propia partitura. Juan Rosell, el presidente de la CEOE, aprovechaba cualquier ocasión para reivindicar diálogo y datos para hacer un debate «sobre lo positivo y lo negativo». Algunas voces más se unían a este coro. Isidre Fainé, el presidente de la Caixa; Josep Oliu, del Banco de Sabadell; José Manuel Lara, Planeta; José Luís Bonet, Freixenet; y Jaime Malet, presidente de la Cámara de Comercio de los EE.UU en España. Poco más. Más allá, el silencio.

Esperar que la política tomara cartas en el asunto no parecía la solución y los acontecimientos se disparan después de las navidades. El conseller de Empresa, Felip Puig, en una reunión con empresarios alemanes, recibió un jarro de agua fría. Le pusieron blanco sobre negro cuál sería el papel de sus multinacionales ante las veleidades de secesión. No fue plato de gusto del conseller. Jaime Malet, muy activo contra la independencia, dijo en una intervención pública que nunca más volvería a presentar al presidente de la Generalitat, Artur Mas, como un «business friendly».

El mundo nacionalista empezaba a ver cómo el mundo empresarial se salía del guión. En Europa, los dirigentes daban la espalda a la «internacionalización de la consulta» y en casa, el mundo empresarial defendía sin ambages el papel de la política frente al populismo. A finales de enero, como telón de fondo de la convención del PP, el presidente de la empresa de cazatalentos, Luis Conde, organizaba su ágape anual. El mundo empresarial en pleno arrugó el morro ante Artur Mas y le afeó la situación. En el cónclave ampurdanés «no estaba ni ERC, ni ICV. Mas debe saber que el pacto pasa por los que hoy estamos aquí», afirmaba un destacado dirigente empresarial a LA RAZÓN para añadir «fuera de este círculo estamos hablando de otra cosa».

Esta última referencia tenía un destinatario inequívoco: ERC, el aliado soberanista de CDC no sirve al empresariado. Quizás en este marco hay que entender la ruptura de una posible lista única nacionalista en las europeas y el menosprecio de CDC a la salida de tono del presidente de ERC, Oriol Junqueras, en la que pretende convocar una huelga de una semana para forzar la consulta soberanista. Por cierto, a tenor de la encuesta publicada en «La Vanguardia», la mayoría a favor de la independencia, de momento, sólo es una entelequia.

Los socialistas interpretaron bien las inquietudes del empresariado catalán que seguía dando muestras de que el tiempo de estar cruzados de brazos había pasado. Borja García Nieto, presidente del Círculo Ecuestre también hizo oír su voz en un artículo en el mismo diario. El PSOE se puso manos a la obra ante un PSC en horas bajas. Tomó la batuta en primer lugar la presidenta de Andalucía, Susana Díaz, que compartió mesa y mantel con representantes de empresas catalanas, acompañada de un poco habitual en estas lides, el presidente de Caixabank, Isidre Fainé, que no dudó en acudir a la cita con la secretaria general de la federación socialista más importante de España. Rubalcaba, el secretario general del PSOE, no ha perdido ripio y ha recogido el listón en reuniones de carácter público y privado.

El Gobierno de Rajoy tampoco se ha quedado quieto. Además de plantear con contundencia el no a los movimientos secesionistas, el PP ha dejado de poner sordina a las reivindicaciones catalanas. No en vano, la vicepresidenta Sáenz de Santamaría se ha aplicado a estrechar relaciones con la nueva presidenta de la Comisión Bilateral, Joana Ortega, a la sazón vicepresidenta del Gobierno de Mas. No sería de extrañar que la comisión que lleva casi dos años en el dique seco volviera a tener vida.

El discurso nacionalista también ha virado. Lejos queda aquel Artur Mas que pedía a los empresarios que «no pongan palos a las ruedas a las ansías de la mayoría del pueblo». Ahora, su mano derecha, Francesc Homs, se rodea del mundo empresarial para pedirle mediación ante el gobierno de Rajoy y ayuda para dar visos de solución a un conflicto que se antoja complicado. Homs, látigo de infieles antinacionalista, incluso ha suavizado su discurso abriendo paso a una segunda consulta, esta vez para todos los españoles, lo que ha motivado que ERC se haya rasgado las vestiduras por lo que consideran una traición al proceso. El último cenáculo empresarial del que se tiene noticia lo protagonizó el propio Homs. En casa de Carles Vilarrubí, un empresario del mundo de los negocios de convergencia que siempre se ha movido bajo la cobertura de la familia Pujol, con empresas en Madrid. En la reunión empresarios con intereses que se pueden ver afectados por las veleidades del Gobierno catalán. Mónica Oriol, presidenta del Círculo de Empresarios, calificó de impresentable la política de la Generalitat, según informa «El Mundo».

Homs se presentó con piel de cordero señalando a un lobo que se llama ERC. Un lobo que el sector secesionista de Convergència ha alimentado en los últimos tres años. El tablero de la política catalana se mueve. No sabemos hacía dónde, pero el silencio se ha roto con escándalo y ha quedado hecho añicos.