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El falso desarme de ETA: entrega el arsenal de un solo «comando»

En la imagen se ven tres pistolas, un fusil, algunos temporizadores y unas cuantas bolsas de explosivo.
En la imagen se ven tres pistolas, un fusil, algunos temporizadores y unas cuantas bolsas de explosivo.larazon

¿Dónde están los tres misiles tierra aire, con los que se puede derribar un avión o un helicóptero en vuelo, que ETA tiene en su poder, según la documentación que se le incautó en su momento al dirigente del «aparato político», Aitor Elizarán, detenido en Francia en octubre de 2009? Lo que ocurrió ayer, según expertos antiterroristas consultados por LA RAZÓN, es una auténtica tomadura de pelo.

¿Dónde están los tres misiles tierra aire, con los que se puede derribar un avión o un helicóptero en vuelo, que ETA tiene en su poder, según la documentación que se le incautó en su momento al dirigente del «aparato político», Aitor Elizarán, detenido en Francia en octubre de 2009? Lo que ocurrió ayer, según expertos antiterroristas consultados por LA RAZÓN, es una auténtica tomadura de pelo.

Las armas y explosivos que los miembros del comité de «verificadores» internacionales contemplaban extasiados en el vídeo que fue aportado en la escenificación teatral de ayer en Bilbao, constituyen la dotación habitual que un comando traía de Francia a España en los «tiempos del plomo». Es decir, que lo que enseñó ETA ayer a la opinión pública podía, perfectamente, estar escondido en un zulo en España y pertenecer a una de las células, desarticuladas o no, de la banda, que no fueron localizados en su momento por las Fuerzas de Seguridad.

En las imágenes repartidas ayer a la Prensa, que son objeto de la atención de los «verificadores-conflictólogos», hay un fusil, una pistola Smith &Wesson, un revolver, 38 balas, una granada de carga hueca y unos pocos kilos de material explosivo, cordón detonador y cuatro temporizadores para el montaje de cuatro bombas lapas. En definitiva, la dotación de una célula encargada de causar muerte y destrucción en los momentos más sanguinarios de la banda.

«Esto es una auténtica tomadura de pelo», subrayaron las citadas fuentes, que no se explican cómo las personas que se han arrogado la condición de expertos «conflictólogos» se han prestado a una maniobra tan burda y cuánto han cobrado por ella. Por muy obnubilados que estuvieran en el momento de la escenificación, aunque fuera después de una copiosa comida vasca, no se entiende que, quienes se presentan como personajes de reputación personal se presten a una cosa como ésta, agregaron.

La escasa cantidad de material exhibido, según los medios consultados, hace pensar, tal y como ha adelantado LA RAZÓN, que los que han protagonizado este asunto no cuenten con la anuencia de toda la organización criminal y, en concreto, de los que están al frente de los «aparatos» «político» y «logístico-militar». No hay que olvidar que en el debate interno para corroborar el fin de la «lucha armada» no participaron ni el 16 por 100 de los militantes etarras.

La presencia de los «verificadores-conflictólogos» en el País Vasco ha estado propiciada en este caso (y probablemente financiada) por el Gobierno vasco y el PNV, que, en su línea habitual desde que existe ETA, se quejaban ayer, sin rasgarse las vestiduras, de que el supuesto paso dado por ETA era insuficiente. Sin embargo, colocaba al lendakari en primera línea de la realidad política y en la estrategia de los nacionalistas: que sea el árbitro y moderador del «proceso» hacia la «paz». Llamativa la reacción de la izquierda abertzale, que parecía desorientada, en el sentido de echar la culpa al Gobierno de que el «teatro del desarme» no hubiera tenido un escenario más grande y con más personajes.

Lo que pretende la banda es actuar con una absoluta lentitud, aunque exaspere a los que quieren apuntarse el tanto de la «paz», entre ellos los personajes que mantiene el Ejecutivo de Urkullu dentro de la estructura política del Gobierno vasco, que, de tanta experiencia que pretenden blasonar para acabar con los «conflictos», parece olvidarse de quienes son las auténticas víctimas del terrorismo.

Lo lamentable de todo esto, subrayan las fuentes consultadas, es que ETA, su entramado, los nacionalistas y el separatismo vasco en general consiguen unas cuotas de publicidad en los medios de comunicación que, aunque parezcan negativas, por lo limitado del «gesto», les permite seguir gobernando el «proceso» dentro de la izquierda abertzale. Que se hable de los terroristas como si tuvieran que conceder algo a los españoles. La realidad es la contraria, deben pedir perdón, entregar las armas y los explosivos sin condiciones, pagar el dinero que deben a las víctimas y las demás condiciones normales dentro de una democracia pluralista.

Un aspecto a considerar, recordaron los mencionados expertos, es que los «verificadores» llevados a contemplar la «mesa armada», lo hicieron sin comunicar a las Fuerzas de Seguridad, de España o Francia, lo que ocurría, con el fin de que se pudiera detener a individuos que, en el mejor de los casos, tienen en su poder armas y explosivos sin los preceptivos permisos, guías y licencias.


Un arma entregada por cada 214 víctimas

De la escenificación de desarme de ETA efectuada ayer, auspiciada por los seis miembros de la Comisión Internacional de Verificación (CIV), llama la atención el escaso inventario del que la banda hizo entrega a las Fuerzas de Seguridad. Pero es todavía más escaso si se compara con el número de víctima asesinadas por la banda a lo largo de la más de cinco décadas de sangrienta historia. Sin ir más lejos, la banda terrorista hizo entrega de 300 balas del calibre 38, es decir, menos de tres proyectiles por cada una de los 858 víctimas de ETA. Por no hablar de que enseñó en total cuatro armas (un fusil de asalto largo, una pistola Smith & Wesson del calibre 22 y dos revólveres), es decir, una por cada 214 víctimas asesinadas por la banda. En cuanto al cordón detonante, apenas exhibió 190 metros del mismo, esto es, tres metros por cada civil asesinado (361). Si era una escenificación del daño causado se quedó bastante corta la teatralización. No en vano, se exhibieron ocho temporizadores, uno por cada 18 policías nacionales asesinados (147) y una granada (dos en total) por cada 97 guardias civiles que perdieron la vida tras un atentado de la organización criminal.