Cataluña

El «inoportuno» viraje de Pedro Sánchez

En el PSOE critican que su líder impulse un diálogo alternativo al del Gobierno con Cataluña e incluya a ERC y PDeCAT como socios potenciales en el Parlamento en pleno desafío soberanista.

Sánchez busca recuperar su espacio en la izquierda y la oposición
Sánchez busca recuperar su espacio en la izquierda y la oposiciónlarazon

En el PSOE critican que su líder impulse un diálogo alternativo al del Gobierno con Cataluña e incluya a ERC y PDeCAT como socios potenciales en el Parlamento en pleno desafío soberanista.

Hace un mes y medio Pedro Sánchez recuperaba las riendas de Ferraz. Desde entonces, y en la línea con el discurso que mantuvo durante su campaña, el PSOE ha emprendido un viraje hacia la izquierda con el objetivo de recuperar el espacio electoral cedido a Unidos Podemos en este espectro ideológico.

Además, durante los últimos días, el líder socialista se ha centrado en recuperar el pulso de la oposición, iniciando una ronda de contactos con Pablo Iglesias, Albert Rivera y Alberto Garzón y recuperando su perfil institucional con sendos encuentros con el jefe del Estado y con el del Ejecutivo. A éste le requirió expeditivamente que o recuperaba el diálogo con la Generalitat o o sería el PSOE quien tomaría la iniciativa para resolver el conflicto catalán. Un ultimátum que, unido a los gestos hacia los partidos soberanistas, no ha sido bien recibido ni en el Gobierno ni en su propio partido.

El sector crítico a Pedro Sánchez, esto es, quienes no le apoyaron en su reconquista de la Secretaría General mantienen un medido silencio desde su apabullante victoria en las primarias del 21 de mayo. Son conscientes de que no les interesa entrar en conflicto con la nueva dirección y no quieren que se les acuse de poner palos en las ruedas del inicio de su andadura. Saben que es «contraproducente» y sólo han salido de la apatía de la derrota para mostrar su disconformidad con algunas decisiones puntuales como el cambio de posición sobre el Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y Canadá (CETA, por sus siglas en inglés).

Desde esta corriente de oposición interna –que evita reclamar foco mediático– se apuntaron dos momentos claves para evaluar la solvencia del nuevo proyecto del PSOE: su posicionamiento ante la moción de censura presentada por Unidos Podemos a Mariano Rajoy, después de haber defendido incansablemente el «no es no» al presidente del Gobierno, y el desafío soberanista en Cataluña, con la difícil empresa de hacer compatible la defensa de la soberanía y la lealtad al Ejecutivo con la visión plurinacional de España.

El primer hito se superó con bastante solvencia, en parte por la actitud conciliadora de un Pablo Iglesias que evitó hacer sangre con la falta de apoyo de los socialistas a su iniciativa para desalojar a Rajoy de La Moncloa. En todos los sectores del partido se comparte cierta animadversión hacia Unidos Podemos y su ambición de fagocitar al PSOE.

Cuestión distinta es Cataluña. Los socialistas siempre han defendido la unidad de España sin matices, salvo puntuales coqueteos del PSC en el pasado con el derecho a decidir, por lo que el nuevo perfil que ha adoptado Sánchez respecto al desafío soberanista genera recelos en algunos sectores. En concreto, consideran «inoportuno» que en plena escalada de tensión entre la Generalitat –que esta semana presentó su ley de ruptura– con el Ejecutivo central, el PSOE opte por romper la unidad de acción con el Gobierno y emprenda la «guerra por su cuenta» impulsando iniciativas legislativas en el Parlamento que debilitan el frente común que los partidos constitucionalistas deben construir frente al independentismo.

La piedra angular de esa batería de medidas es la apertura de una subcomisión en el Congreso para abordar la reforma de la Constitución, una idea que –en todo caso– debe contar con un amplio consenso y, por el momento, no lo hace con el aval del Partido Popular. Si el diálogo entre el Gobierno y Carles Puigdemont, no fructifica –como todo parece apuntar–, Sánchez rescatará antes del 1 de octubre y para su debate legislativo algunas de las 46 reivindicaciones que el presidente de la Generalitat le trasladó a Rajoy en su reunión de abril de 2016. Unas demandas que no han tenido hasta ahora respuesta por parte del Gobierno y que el PSOE estaría dispuesto a encauzar a través del poder legislativo, si el ejecutivo sigue «de perfil». Entre ellas estarían cuestiones como la inversión en infraestructuras, mejoras en la financiación y aspectos relativos a la lengua, la educación o medidas sociales. En el horizonte socialista también se explora recuperar algunos de los artículos del Estatut.

Si algunos sectores socialistas dudan de la idoneidad de dar aire ahora al Govern, haciéndose eco de sus requerimientos, también se muestran contrarios a que se forjen alianzas en sede parlamentaria con sus delegados en Madrid. No en vano, el propio líder socialista incluyó –en una entrevista en Telecinco– a los partidos soberanistas ERC y PDeCAT entre sus socios potenciales para sacar adelante políticas alternativas al PP. Esto contrasta con el veto que se autoimpuso el propio Sánchez para impulsar una moción de censura apoyada en estas formaciones y sólo hace unas semanas el secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, excluía a los partidos de corte secesionista de la ronda de contactos que había iniciado el secretario general socialista porque «si no se sienten parte de España, ¿por qué vamos a hablar con ellos de un proyecto para España?».