Cataluña
El lobby empresarial presiona a Mas
Pide estabilidad y dar prioridad a las políticas anticrisis frente al soberanismo. El líder de CiU insiste en avanzar con ERC hacia el referéndum secesionista
«Es necesario que la voz de los 1,5 millones de catalanes que acudieron a la manifestación independentista de la Diada se traslade a las urnas». Cuando el presidente de la Generalitat, Artur Mas, aprovechó su discurso de apertura en el debate de política general del pasado 25 de septiembre para anunciar que ponía punto final a la legislatura más corta de la historia, la euforia soberanista estaba desmadrada en Cataluña. Exhibir el independentismo pasó a ser casi necesario. Y Convergència, con su líder, su círculo más cercano y el grueso de los cuadros del partido, se subió sin disimular a un carro que dos meses después le hizo perder doce diputados.
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Mas, como avanzó ayer LA RAZÓN, puso la misma noche electoral su cargo a disposición del partido. Cerraron filas. La autocrítica, de puertas a fuera, no se ha visto ni domingo, ni lunes, ni ningún día de esta semana. Y, lejos de enmendar, la apuesta de Mas es cerrar un acuerdo con ERC para promover el referéndum de autodeterminación. En CDC lo defienden a ultranza amparándose en que ERC ha desbancado al PSC de la segunda posición, pero no es la prioridad en Unió. «Volvamos al "seny", dejemos la "rauxa"», es el lema que se impone en este partido, cada vez más alejado de los planteamientos de sus socios.
Hasta el viernes, Mas se había cuidado de utilizar un lenguaje sutil para unir voces a su órdago secesionista. ¿Para qué hablar de independencia si podemos decir estado propio?, ¿asusta al votante moderado de CiU esconderse bajo eufemismos como el derecho a decidir para defender una consulta ilegal? Pasadas las elecciones y con las dificultades que supone tener que gobernar con 50 exiguos diputados, y mientras se descuelgan buena parte de las «estelades» de los balcones, Mas ha endurecido el tono, porque el objetivo es, sí o sí, atraer a ERC a un acuerdo estable. Los de Oriol Junqueras, con 21, saben que tienen la sartén por el mango, porque Mas ha optado por mantener su órdago, y ahí ni están PP ni PSC, ambos dispuestos sí a tratar una nueva financiación.
¿Está Cataluña para emprender rumbo a Ítaca si seguimos con los eufemismos de Mas? La apuesta del líder de Convergència contrasta con lo que le están diciendo a distintos niveles. Más allá de Unió, los empresarios, por ejemplo, no se han andado con rodeos esta semana. Nada más pasar las elecciones, la patronal Fomento del Trabajo pidió al presidente un Gobierno fuerte y estable que priorice la salida de la crisis. En la misma línea se expresaba Cecot, que apostaba por pedir reformas urgentes para atajar el grave problema que tiene Cataluña: su deuda desbocada. Ni rastro de declaraciones exaltadas a favor del soberanismo como las que se le habían escuchado antes al presidente de la patronal vallesana, Antoni Abad. Ayer mismo, el presidente de Freixenet, José Luis Bonet, añadía que «España y Cataluña se necesitan». «Lo nuestro es sacar adelante las empresas y dejarnos de política, pero estamos en un momento en que necesitamos estabilidad», comentó en plena resaca electoral un importante empresario en una comida en la que, como había unos pocos periodistas, el resto de comensales apostaron por las miradas cómplices y el silencio.
Vuelve la tijera
Donde no callan es desde la política, porque la autonomía que supone el 18,7 por ciento del PIB español no puede permitirse errar el tiro. Recomponer los puentes entre PP, partido que le apoyó en los momentos clave la pasada legislatura, y Mas no va a ser fácil si sigue el órdago soberanista. Alicia Sánchez-Camacho ya ha condicionado cualquier apoyo -que de momento Mas no busca- a aparcar los planes independentistas; en el PSC no perdonan que Mas quisiera barrerles en un momento de grave dificultad. Poner a Cataluña en la encrucijada puede salir muy caro, sobre todo si ERC no acepta los obligados recortes que tendrá que afrontar Mas en la legislatura. Ayer ya pidió complicidad al sector sanitario, al que volverá a pasar la tijera.
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