Política

El desafío independentista

El ministro ofrece negociar mientras ERC clama : «No nos moverán»

La Razón
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El ministro Wert, «toro bravo que se crece con el castigo» (según su autodefinición), dejó ayer a un lado la bravura y optó por la moderación. Y no será porque no recibiera sanción, que la recibió unánimemente de todo el arco político a excepción del PP, claro. Aún así no entró al trapo, evitó el cuerpo a cuerpo e hizo un ejercicio de contención durante las cinco preguntas y la interpelación a las que tuvo que hacer frente en una maratoniana sesión. Mano tendida, diálogo y hasta una oferta a CiU para negociar la reforma educativa fueron sus respuestas a una retahíla de descalificaciones.

Todo esto en una sesión en la que los diputados de ERC, tan aficionados a las pancartas en los plenos, recurrieron a una escrita no en catalán sino en inglés: «Keep calm and speak catalan». Traducción: «Mantenga la calma y hable catalán», un remedo de un cartel británico de la Seguda Guerra Mundial creado para levantar la moral de la población. ¡Cosas veredes don Sancho!... Los republicanos catalanes llamando la atención en inglés y bajo la corona británica.

El titular de Educación venía dispuesto a defender su reforma y, sin entrar en provocaciones, fue lo que hizo, además de negar una y mil veces un ataque al modelo de inmersión lingüística en Cataluña y clamar por que el debate se centrara en lo importante que es, sin duda, el rendimiento de los alumnos.

Pero el portavoz de CiU, Josep Antoni Duran Lleida, comparó el «ataque al catalán» que, a su juicio, ha emprendido el ministro con los intentos de «Felipe V y Franco» de acabar con esta lengua. Duran defendió que los catalanes conozcan el castellano pero «a su manera» porque la lengua oficial del Estado, a su entender, no corre ningún peligro y el Gobierno ha creado un «problema político de extrema gravedad» porque «el catalán no es negociable» para los catalanes. Así, recalcó que «no se había menospreciado tanto la lengua catalana» desde 1978 como lo hace el texto de la reforma.

«Se trata de una batalla absolutamente artificial», respondió ante los reproches por el el ministro, que negó las cinco mentiras sobre las que se ha construido, a su juicio, la censura a la reforma: no ataca al modelo lingüístico vigente; no trata al catalán con desprecio; no invade espacio alguno de las Comunidades; no impone el castellano forzoso y no aplica política discriminatoria alguna hacia Cataluña. Clamó en el desierto porque si CiU y el PSOE pidieron su dimisión, ERC le advirtió de que «no se moverán» e ICV le acusó de querer «segmentar y uniformar» al alumnado, de «favorecer a la jerarquía católica» y de imponer un «modelo talibán». De nada sirvió su oferta a los nacionalistas catalanes para analizar el proyecto de ley y llegar a un acuerdo. «Tenemos que encontrar una fórmula que garantice que no se excluya al castellano y que cumpla la doctrina del TC. Estoy seguro de que tienen la voluntad de encontrarla para que, a partir de ahí, seamos capaces de establecer bases duraderas y sostenibles para la convivencia lingüística y cultural», emplazó a un