Ciudadanos

El núcleo duro de Rivera: «El PP está muerto»

Ciudadanos cree que ya ha llegado el momento de «velar» por sus intereses y el líder del partido, cuentan en su entorno, ha comenzado la precampaña con la intención de no tener amarras que le frenen.

Albert Rivera, en el Congreso de los Diputados
Albert Rivera, en el Congreso de los Diputadoslarazon

Ciudadanos cree que ya ha llegado el momento de «velar» por sus intereses y el líder del partido, cuentan en su entorno, ha comenzado la precampaña con la intención de no tener amarras que le frenen.

«El Gobierno debe ponerse las pilas», señala un destacado diputado popular con quien hablo. No le queda otra, porque cada paso en la Carrera de San Jerónimo es ya un suplicio. Y no sólo para sacar adelante propuestas propias; también para no caer derrotado una votación tras otra, trasladando a la opinión pública la imagen negativa de un Ejecutivo que se encuentra en minoría, aislado, paralizado y sin capacidad de maniobra política. De hecho, los cauces de negociación y diálogo de los populares con las otras fuerzas presentes en el Congreso circulan hace tiempo por un camino tortuoso. Y al Grupo Popular cada vez se le hace más cuesta arriba incluso la relación con su «socio preferente», Albert Rivera.

Los cauces de negociación y diálogo entre PP y Ciudadanos han ido entrando en barrena, se han convertido en «un terreno pantanoso, difícil y hostil», según la gráfica descripción de un destacado dirigente «genovés» que comprueba como «la situación se vuelve insostenible».

Por supuesto, el desmarque de Ciudadanos en la Mesa del Congreso de los Diputados, donde junto al PP suman mayoría, ha recortado mucho el margen de maniobra del Gobierno para evitar sustos irremediables. Los de Rivera facilitan ahora el desbloqueo de iniciativas de la oposición que llevaban meses congeladas por la petición sistemática de prórrogas de enmiendas. Se trata de demoler el edificio levantado por los populares con leyes emblemáticas aprobadas a lo largo de anterior legislatura. Entre esas normas que los naranjas han decidido no seguir prorrogando figuran la posible supresión de la prisión permanente revisable, la ley de Seguridad Ciudadana, la limitación de la Justicia Universal o la radicalización de la ley LGTBI para impedir el control de los padres sobre los menores en temas como el cambio de sexo.

El escenario en la Cámara Baja está mutando a toda velocidad y los diputados bajo la dirección del portavoz popular, Rafael Hernando, hacen verdaderos esfuerzos contrarreloj para, al menos, taponar las vías de agua que abre una situación innegable: hay más diputados en contra del Gobierno que a su favor.

En efecto, Mariano Rajoy tiene motivos para estar preocupado, aunque, como fruto de su dilatada experiencia pública, tenga la certeza de que en política, casi siempre, resistir es ganar. Esta vez deberá afrontar los envites que le llegan desde muchos y muy diferentes flancos a sabiendas de que sus socios de investidura, que en algún momento llegó a pensar que serían «aliados fiables» hasta el final de la legislatura, han tomado la decisión de dejarle plantado. Qué duda cabe de que, a golpe de encuestas, Rivera se ve con fuerza para plantarle cara a Rajoy, con quien lleva semanas sin hablar.

El líder de Ciudadanos está convencido de que va a sacar rédito del cambio de rumbo. La confrontación por el centro derecha es ahora la base de su estrategia. Tanto es así que empezó considerando «una ocurrencia» la solicitud de un pleno monográfico sobre las pensiones, y terminó abrazándose al resto de la Oposición para apoyar esa iniciativa, en un intento de desgastar a Rajoy. Y es que, llegado este momento, Rivera da incluso por amortizado al partido del Gobierno. «El Partido Popular está muerto», repite en privado el secretario general del grupo parlamentario de Ciudadanos, Miguel Gutiérrez, miembro destacado del núcleo duro naranja, quien últimamente se siente más cómodo charlando con Podemos que entre «socios preferentes».

La soledad parlamentaria del Gobierno es palpable. Y ello convierte la situación en bastante incómoda para los mismos ministros. A pesar de la intención del presidente de agotar la legislatura, no faltan miembros de su gabinete –y no digamos ya diputados populares– que apuestan por unas elecciones generales anticipadas. En síntesis, la precariedad de Rajoy es la más apremiante en los años que lleva en el poder. «Sería deseable que la lógica política de largo alcance imperase sobre la jugada corta y que la estrategia de país se impusiese sobre el vuelo bajo de la pequeña oportunidad», se revuelven en La Moncloa. Pero Ciudadanos parece considerar que ya es mayor de edad políticamente hablando y está consolidado como alternativa de Gobierno capaz de sustituir al Partido Popular. De ahí que la batalla por la hegemonía del centro derecha se haya precipitado. Los naranjas dejan claro a quien quiera escucharles que «es el momento de velar por nuestros intereses». Es decir, por fortalecer su partido. Y Rivera, cuentan sus próximos, ha comenzado la precampaña deseando que, cuando llegue la hora de votar, no haya amarras que le frenen. El viernes pasado, el líder naranja volvía a agitar las aguas, muy revueltas, en las que se zambulle con el Partido Popular: «Solamente Rajoy sabe si tiene fuerzas para seguir con la legislatura». Ya se sabe: la duda ofende.