Andalucía

El PP pasa página del «marianismo»

El ex portavoz se impone con su oferta de renovación y de recuperar votos perdidos por la derecha y por la corrupción El partido vota con claridad a favor de abrir una nueva etapa tanto en la dirección como en las políticas.

El PP pasa página del «marianismo»
El PP pasa página del «marianismo»larazon

El ex portavoz se impone con su oferta de renovación y de recuperar votos perdidos por la derecha y por la corrupción El partido vota con claridad a favor de abrir una nueva etapa tanto en la dirección como en las políticas.

El Partido Popular votó ayer con claridad a favor de abrir una nueva etapa que pasa la página del «marianismo». Los compromisarios tenían que elegir entre la continuidad, representada por la ex vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, o experimentar el camino de la renovación, incierto, pero cambio, a fin de cuentas. Y claramente optaron por este último porque Pablo Casado se impuso por un 57 por ciento de apoyos frente a Soraya Sáenz de Santamaría en la votación del Congreso extraordinario convocado para resolver la sucesión de Mariano Rajoy. Con esta decisión el PP abre una nueva etapa en la dirección y en su estrategia política.

De nada sirvió el discurso reivindicativo que en la apertura del Congreso hizo el ex presidente del Gobierno para poner en valor su gestión y, con ello, la figura de quien ha sido su «mano derecha» y «vice-todo» mientras él ha estado en La Moncloa. Porque el partido eligió el camino ignoto, el menos previsible en cuanto a los equipos y la estrategia, pero el que supone, sin duda, poner fin al ciclo que representa la etapa de Mariano Rajoy al frente de la formación popular.

Más allá de la alianza anti-Soraya, en la que ha sido determinante el empuje de la ex secretaria general María Dolores de Cospedal, los compromisarios tenían ayer delante la posibilidad de optar por dejar que las decisiones y la estrategia siguieran estando en manos del núcleo duro de poder de Rajoy. Él se hacía un lado, pero iban a seguir mandando los mismos que han estado controlando la «fontanería» de Moncloa desde que Rajoy llegó al poder. Eso que internamente también se ha bautizado como el «sorayismo». Votar la candidatura de Sáenz de Santamaría también simbolizaba dentro del PP apoyar una estrategia de moderación, de gestión, menos política que lo que representa la figura de Casado en un momento en el que el PP se la juega. Las estructuras territoriales han caído en depresión con la pérdida del poder en Madrid y con ese estado de ánimo tendrán que afrontar en los próximos meses un complicado proceso electoral, empezando por unos comicios andaluces en los que Susana Díaz parte, sin duda, como favorita, y con Ciudadanos comiéndoles terreno, según las encuestas.

Que la balanza se inclinaba del lado de Casado venía oliéndose en el ambiente desde hace días. A finales de la pasada semana el «aparato» partidario de Sáenz de Santamaría incluso tuvo que activar todos los resortes a su alcance para frenar un medido pronunciamiento del presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, a favor de Casado como colofón de la cadena, organizada, de posicionamientos del PP gallego a favor de quien fue portavoz del partido durante los últimos años. Feijóo volvió a dar el paso al lado, como ocurrió en la sucesión, ante estas últimas presiones, pero en la formación no había dudas sobre su posición, y puede decirse que en el resultado final del Congreso ha sido determinante Galicia, y también Madrid, donde ayer a primera hora reconocían en el equipo de Sáenz de Santamaría que las cosas «se habían complicado muchísimo». Así, Andalucía no fue suficiente para compensar el peso de estos feudos en la votación final, y aunque la guerra psicológica se mantuvo hasta el último momento para mantener la expectativa de victoria, en el equipo de Sáenz de Santamaría ya abandonaron el viernes el Congreso con una clara sensación de derrota. No la cambiaron las gestiones de última hora ni los movimientos de Javier Arenas sobre una estructura que lleva controlando más de una década.

Ayer, a primera hora de la mañana, ya era muy palpable el pesimismo en la candidatura de Sáenz de Santamaría y el optimismo en la de Casado. Sensaciones que se reafirmaron exponencialmente con los discursos de los dos candidatos. La ex vicepresidenta «pinchó» con un mensaje que sonó poco empático e ilusionante, en el que su insistencia en reivindicarse como la ganadora de las bases dejaba entrever que no las tenía consigo en el apoyo de los compromisarios, y en el que los esfuerzos por combatir la imagen de «outsider» del PP no fueron eficaces. En suma, su abanico con la bandera de España como símbolo de pluralidad y de integración no pudo con la naturalidad del gesto con el que Casado abrió su discurso ante el Congreso sacándose del bolsillo un viejo y gastado carné de afiliación al PP. Gestión frente a esencias, y el PP votó esencias.

Frente a la apelación de su contrincante a su experiencia en el Gobierno, el ex portavoz del PP ofreció ilusión y renovación, apeló al orgullo de partido y transformó aquel «no estamos tan mal», con el que José Luis Rodríguez Zapatero consiguió también en 2004 una insólita victoria, en el «somos capaces de volver a recuperar el poder siendo nosotros mismos». Por cierto, Casado ha conseguido su victoria en el mismo hotel de las afueras de Madrid en el que Pedro Sánchez se hizo en 2014 con la secretaría general del PSOE, en pugna con Eduardo Madina. No leyó papeles y buscó el corazón de los cargos regionales y provinciales que tenían que decidir la sucesión. Y con esas «armas» acabó de inclinar la balanza de su lado. En los próximos días tendrá que señalar quién se queda al frente de la Secretaría General y la nueva dirección del partido. Será el examen de la integración, pero en el PP ya comentaban antes del Congreso que la victoria de Casado la podía hacer más fácil por tener detrás la alianza de todos los demás aspirantes a la sucesión que no pasaron la primera vuelta. Y porque no se descarta que Sáenz de Santamaría pueda retirarse de la primera línea política, igual que Cospedal, después de haber quemado todas sus «naves» en la contienda sucesoria. Sea como sea, Casado está obligado a hacer guiños a la integración en su nueva dirección, pero los 451 votos con los que se impuso le conceden margen suficiente como para tomar libremente sus decisiones orgánicas y estratégicas. El «número dos» del partido tiene que salir, por obligación estatutaria, de la lista de 35 nombres con la que Casado se presentó al Congreso, y tiene poca lógica política que renuncie a colocar a personas de su estricta confianza en los cargos más estratégicos en la labor de oposición al Gobierno de Pedro Sánchez. Entre sus primeras decisiones estará la designación de los candidatos por Madrid, para los que en las quinielas sonaba su nombre antes de que saliera adelante la moción de censura. También anunció en «Al Rojo Vivo», en La Sexta, que convocará una Convención Nacional para redefinir el proyecto del partido. Por cierto, con su victoria de ayer ganaron también los otros dos «fichajes» de Rajoy en 2015 para dar forma a la operación estética de renovación del partido en plena crisis por el «caso Bárcenas», Javier Maroto y Andrea Levy.