Política

Elecciones autonómicas

El presidente mete en campaña a todos los altos cargos de su Gobierno

El partido involucrará a ministros, secretarios de Estado y directores generales

La Razón
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«Ante una situación excepcional, hay que optar por iniciativas de movilización también excepcionales. No hay precedente cercano de un escenario tan volátil y con una bolsa tan decisiva de votantes que no saben qué hacer o que no dicen lo que de verdad van a hacer en las urnas». Este principio guía la estrategia electoral del PP para las próximas elecciones autonómicas y municipales, según explica un alto cargo de Génova. Y en esta base se enmarca una llamativa campaña de movilización de altos cargos del Gobierno que se ha ensayado con discreción y sin llegar a todo su alcance en las elecciones andaluzas, pero que tendrá su máxima expresión en la carrera hacia las autonómicas y municipales de mayo.

La idea con la que trabajan en Génova, con la reserva que acompaña siempre a todas las cuestiones estratégicas, se conoce internamente como «campaña de altos cargos». No afecta sólo a «primeros espadas del partido» o a algunos ministros, sino que en la caravana electoral, para hacer «bolos» por todo el territorio nacional, se subirán también secretarios de Estado, subsecretarios y hasta directores generales del Gobierno. Si ante los comicios andaluces esta campaña de «altos cargos» ha dejado una media de 25 actos semanales, no sólo en Andalucía, el objetivo con el que trabajan en el PP es que esa ratio se multiplique en la larga precampaña que a partir de este domingo llevará a la siguiente meta electoral, las autonómicas y municipales de dentro de dos meses.

La agenda de viajes de estos altos cargos, con Rajoy y todos sus ministros tirando del carro, se ordenará conforme al criterio de priorizar aquellas «plazas» electorales en las que el PP tiene más problemas para mantener los Gobiernos que ahora controla o para alcanzar el poder desde la oposición en la que se encuentra. En rojo, y a la cabeza, están tanto Madrid como Valencia, y en estas dos comunidades autónomas se centrarán los esfuerzos del conjunto, pero también es prioritaria Castilla-La Mancha y, en un segundo nivel, Cantabria, las Baleares o Extremadura.

En el ámbito municipal, los objetivos están repartidos, aunque Andalucía tendrá una especial atención. El PP se enfrenta al reto de intentar conservar en esa autonomía la cuota histórica de poder que alcanzó en las municipales de 2011. Los populares vencieron por 7,2 puntos de ventaja sobre el PSOE, lo que les dio la mayoría absoluta en las ocho capitales, más Jerez, Marbella y Algeciras, y en cinco diputaciones provinciales salvo en las de Huelva, Sevilla y Jaén.

La sangría en términos de poder real del PSOE hizo que perdiese incluso los graneros clientelares de las corporaciones provinciales. Hoy la situación lleva a pensar que es difícil que el PP mantenga esa sonora diferencia con su rival político más directo hasta ahora.

La dirección nacional del PP lleva semanas elaborando el mapa de las comunidades y ayuntamientos en los que la situación electoral del partido es más delicada. Con encuestas privadas y propias, con estudios sobre resultados en función de las mesas electorales de los últimos comicios europeos para valorar la abstención de los suyos, y con análisis sobre el terreno de sus organizaciones territoriales. Todos los datos les están sirviendo para perfilar las «plazas» prioritarias de cara a las autonómicas y municipales de mayo, donde Mariano Rajoy y el PP se juegan más que el reparto del poder territorial. Estas elecciones son las primeras «primarias» nacionales antes de las generales en las que el sentido del voto tiene valor real porque aquí, a diferencia de las europeas, sí se eligen gobiernos.

El escenario es tan ajustado que cada voto es decisivo y la movilización será determinante en el resultado. Y la estrategia popular está apostando por iniciativas originales dentro del objetivo, por pura necesidad, que se han marcado internamente: ante la fragmentación del voto y la cuota que auguran los sondeos a Podemos y a Ciudadanos, el PP necesita salir a obtener las mayorías necesarias para depender lo menos posible de pactos postelectorales, que se antojan de partida muy complicados.

La dirección popular es consciente de que va a tener serios problemas para llegar a acuerdos con otras fuerzas después de las elecciones, y que la sinergia de la izquierda, «contando con la opción más radical de Podemos», funcionará de modo natural, prevén en Génova. Por tanto, el PP cree que el futuro de muchos gobiernos dependerá de que ellos saquen una mayoría lo suficientemente sólida como para hacer inviables otras coaliciones de «multi-siglas». A su alcance sólo queda, si cabe, la posibilidad de buscar acuerdos puntuales con el partido de Albert Rivera, y esto, en teoría. En Andalucía se intuye, por ejemplo, que el candidato de Ciudadanos tiende más a buscar la complicidad con Susana Díaz.

La filosofía de la estrategia electoral del PP responde a dos principios: que la recuperación económica se imponga sobre el desgaste de la gestión de Gobierno y sobre el desgaste por los escándalos de corrupción que han afectado al partido y, en segundo término, que dé resultados la personalización de la campaña; es decir, la movilización de la organización para conseguir agarrar el apoyo de cada uno de sus núcleos duros de votantes. En esto confían en que esté la clave para echar por tierra los oscuros pronósticos de los sondeos, especialmente en sus principales referencias del poder territorial, como es el caso de Madrid y de Valencia.