El desafío independentista
El presidente se atrincherará en el Palau de la Generalitat
Adelantar quince minutos la hora de reunión semanal de su gobierno. Ésta es la única variación que ha introducido el presidente de la Generalitat, Artur Mas, en la rutina de los martes, día en que siempre reúne a su consejo ejecutivo. Normalmente, lo hace a partir de las 10.00 horas, pero hoy lo hará a partir de las 9.45 horas en una sesión más corta de lo habitual, ya que el conseller de la Presidència y portavoz, Francesc Homs, comparecerá ante los medios de comunicación a las 11.00 horas–dos horas y media antes de su horario habitual– para dar cuenta de los acuerdos de gobierno. Acabado el consejo ejecutivo, Mas permanecerá atrincherado en el Palau de la Generalitat la mayor parte del día. Quedándose en Barcelona ha querido evitar la imagen de un líder derrotado en el Congreso de los Diputados y ha dejado en manos de Homs la máxima representación del gobierno catalán en la Cámara baja, aunque el conseller no participará en el debate sino que sólo lo presenciará. La mano derecha de Mas acudirá junto al titular de Agricultura y secretario general de Unió, Josep Maria Pelegrí.
El presidente catalán, por su parte, se atrincherará en el Palau de la Generalitat. Su agenda oficial incluye un único punto del día, la reunión de su consejo ejecutivo. El resto de la jornada la dedicará a seguir con atención una sesión en el Congreso que todo el arco parlamentario en Cataluña ha calificado de importante. Mas tomará nota de los argumentos que el Gobierno y del PSOE emplearán para rechazar su petición de competencias sobre los referendos. Acabado el debate, anunciará una declaración que, previsiblemente, realizará desde la galería gótica del Palau de la Generalitat, igual que lo hace en las grandes ocasiones. El mensaje del líder nacionalista es fácil de intuir. Ya ha dado suficientes pistas en los últimos tiempos. El camino hacia la autodeterminación de Cataluña no se frenará por mucho que el Congreso rechace transferir a la Generalitat la capacidad de hacer referendos. El president insistirá en que la consulta puede hacerse al amparo de una legalidad catalana creada desde el Parlament. Ésa es la hoja de ruta. De hecho, Mas ha asegurado que no le temblará el pulso y que durante el verano firmará el decreto de la consulta soberanista que quiere celebrar el 9 de noviembre. El pasado domingo se personó en el Camp Nou para participar en el referéndum sobre la reforma Camp Nou. Aprovechó la cita para expresar su deseo de que las urnas vuelvan a hablar en Cataluña el próximo otoño. Pero quien hablará, con toda seguridad, serán los tribunales, puesto que el proceso acabará ante la Justicia. Lo único que está por ver es lo que se impugna es la Ley de Consultas –el Govern se está esmerando en redactar una normativa que no desborde el marco estatutario– o bien el decreto de convocatoria. Cabe recordar que el Gobierno ya recurrió la declaración de soberanía. Lo mismo ocurrirá con la consulta. Extrañamente, entre los nacionalistas catalanes hay quien dice que el Gobierno podría llegar a tolerar la votación sobre el futuro político de Cataluña. Lo continúan diciendo a pesar de que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha expresado con toda claridad que no permitirá mientras siga siendo el inquilino de La Moncloa que en Cataluña haya una votación sobre la independencia. Pero el pulso continuará. Cuentan muchas voces convergentes que Mas ya no tiene el instinto de supervivencia que caracteriza a un líder con una carrera política por delante. El president, en sus adentros, ha perdido los miedos a quedarse sin empleo en la plaza Sant Jaume. Está dispuesto a sacrificarlo todo porque ha llegado muy lejos y no puede dar marcha atrás. Trazó el camino hacia la convocatoria de una consulta y no puede desviarse. No puede resolver la situación con un apaño como el del Estatut y nada apunta que vaya a hacerlo. Hoy se verá con toda crudeza en su intervención en la Generalitat.
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