Casa Real

El Príncipe en funciones... de Rey

La Razón
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De dos a seis meses de baja. Esos son los efectos de la operación de hernia de don Juan Carlos. Muchos meses son, con la que está cayendo. Pero esta ausencia ya tiene dueño, protagonista, o como quieran ustedes llamarle. No es otro que el Príncipe de Asturias. Es verdad que durante los últimos meses, si ha habido alguien que ha estado en su sitio ha sido don Felipe. Los Urdangarín, Corinnas o García Revengas no han conseguido afectar al heredero de la Corona. Don Felipe está haciendo una travesía del desierto. Larga y dura, sobre todo porque afecta de lleno a su familia, y eso no se puede olvidar. Pero el golpe no vino por ahí, por lo menos no el último. Ya saben que aquí cada día tiene su recadito en lo que a la Familia Real se refiere. Y me refiero a la petición de abdicación de Don Juan Carlos que hizo Pere Navarro, secretario general del Partido Socialista de Cataluña. La petición no tuvo mucha trascendencia para la Corona. Más la tuvo para el PSOE cuyo líder se quedó casi sin protagonismo en pleno debate del Estado de la Nación. Pero la petición tenía su coletilla en la que el líder de los socialistas catalanes incluía no ya la República, cosa que a muchos nos hubiera parecido lógica, sino la sustitución de Don Juan Carlos por el Príncipe para llevar a cabo una «segunda Transición». Tampoco era la primera vez que dirigentes políticos reclamaban a Don Felipe por ser más favorable a las tesis secesionistas-federalistas-independentistas. Parece que nacionalistas y socialistas catalanes han descubierto que todo sería mucho más fácil con el Príncipe de Asturias y se amparan en su comprensión, juventud y en que sus hijas estudian catalán para pedir el cambio en la Jefatura del Estado. La cuestión tiene mucho más alcance que la algarabía televisiva que se monta cada día con las entrevistas de la sedicente princesa Corinna. Y lo tiene porque, nos guste o no, estamos hablando de representantes electos de la soberanía popular. Algunos llevan muchos años sirviendo a la monarquía, pero ya ven: han elegido bien su momento para meter a Don Felipe donde él no quiere estar. Porque, perdónenme, pero por mucha tradición que haya en España de príncipes herederos que se confabulan contra sus padres y reyes, por aquí a Don Felipe no le van a pillar. ¿Y por qué no va a entrar a este trapo? Pues en primer lugar porque es una persona honesta. En segundo porque sabe que debe cumplir con la Constitución. En tercer lugar porque ha jurado lealtad también al Rey, lealtad y colaboración que Don Juan Carlos ha ponderado por cierto recientemente en una entrevista de ingrato recuerdo. Y en cuarto porque tiene los medios y la ayuda para cumplir con su papel de heredero sin ninguna duda. ¿Y quién le ayudará? Pues, sin ninguna duda, el propio Don Juan Carlos, que estará convaleciente pero no desaparecido. Por supuesto la Reina, cuyo papel en toda esta dura y difícil etapa está aún sin escribir. Y, sin ninguna duda, su esposa, Doña Letizia, consejera pegada al terreno donde las haya, cosa, que hoy hace falta más que nunca. Y fuera del entorno familiar, no olvidemos al Gobierno y a las leyes. Siento curiosidad por saber qué hubiera ocurrido con un Gobierno socialista en toda esta etapa pero, a la vista de algunos de sus líderes, y de la débil desautorización a Pere Navarro, deduzco dudas o algo más. A las declaraciones de Pere Navarro me remito. Don Felipe sí tiene en marcha otra transición. Sabe que más pronto que tarde tendrá que asumir no ya las funciones de su padre sino la propia Jefatura del Estado. Ya no se mueren en el trono ni los papas. Estos meses de Urdangarín un día sí y otro también van a ser algo más que un periodo de prueba. Vamos a verle ejerciendo de Rey. Las circunstancias así lo han querido. Y no puede marcar distancias ni ponerse de perfil. Sabe, lo debió comentar con otros príncipes herederos en Holanda, que casi todos ejercen ya de reyes aunque no lo sean y que para acertar no hay otra receta que trabajar. La crisis económica y las circunstancias nos han puesto a Don Felipe en funciones de Rey. Y encima sin serlo. Difícil tarea pero necesaria si quiere llegar a serlo.