Política

El Rey abdica

El Reinado del final de ETA

Don Felipe deberá afrontar la previsible disolución de la banda terrorista

Los Príncipes consuelan a las familias de Diego Salvá y Carlos Sáenz de Tejada, últimos guardias civiles asesinados por ETA
Los Príncipes consuelan a las familias de Diego Salvá y Carlos Sáenz de Tejada, últimos guardias civiles asesinados por ETAlarazon

ETA tuvo en el punto de mira, en agosto de 1995, al futuro Rey de España, Felipe de Borbón, cuando un «comando» de la banda, del que formaban parte Juan José Rego Vidal, que cumple condena plácidamente en su casa; su hijo; y Jorge García Sertucha, «Kokito»; se desplazó a Palma de Mallorca para atentar contra Don Juan Carlos y, alternativamente, si no podían alcanzar este objetivo, contra el Príncipe de Asturias o el entonces presidente del Gobierno, José María Aznar. El Cuerpo Nacional de Policía, en una brillante operación antiterrorista, evitó la acción criminal y detuvo a todos los miembros de la célula.

Ha pasado tiempo desde entonces y ETA, por razones tácticas y estratégicas, mantiene un alto el fuego que, por más que se empeñe en repetir, no es definitivo. No ha mostrado ninguna voluntad de entregar las armas, expresar su arrepentimiento y pedir perdón a las víctimas. Se trata, por lo tanto, de uno de los asuntos que con toda seguridad Felipe VI tratará con el presiente del Gobierno, Mariano Rajoy, en las distintas audiencias.

En definitiva, es el Ejecutivo (el Rey reina, pero no gobierna) el que marca la estrategia a seguir para resolver los distintos asuntos que afectan a España. Expertos antiterroristas consultados por LA RAZÓN subrayan que la llegada al trono de Felipe VI no va a cambiar nada, al menos con el actual Ejecutivo, en lo que a lucha contra las bandas criminales se refiere, pero lo cierto es que será bajo su mandato cuando este problema tenga o no una solución definitiva. La cerrazón de ETA, su postura chulesca y altanera, hasta el punto de haberse hecho con el control de todo el entramado de la izquierda abertzale, no invita al optimismo. El Gobierno de Rajoy ha dejado claro, desde el primer momento, que no se va a sentar con los terroristas a negociar sobre los presos a cambio de un hipotético desarme. Si nos ajustamos a lo visto hasta ahora y la última pantomima representada con los «verificadores», no pasa de ser una mentira más.

La esperanza de los terroristas, después de lo ocurrido en las elecciones europeas del pasado mes de mayo, es que el Partido Popular no obtenga de nuevo la mayoría absoluta en los próximos comicios generales y se forme un gobierno integrado por partidos y grupúsculos nacionalistas, de izquierda y extrema izquierda, que acepte una negociación.

El artículo 56 de nuestra Constitución señala que el «Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones». En el 62, le confiere, entre otras funciones, el mando supremo de las Fuerzas Armadas que, de acuerdo con el artículo 8, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional.

Es decir, resulta impensable que un Gobierno salido de unas elecciones amparadas por nuestra Carta Magna planteara al nuevo Rey una propuesta rupturista de la unidad de España, salvo que pretendiera actuar al margen de la legalidad vigente.

En cualquier caso, es conocida la sensibilidad de la Corona hacia las víctimas del terrorismo y en contra de esta lacra que, cuando Don Juan Carlos llegó al trono y encabezó la instauración de un régimen democrático, aumentó los atentados en número y con una saña que no se había conocido durante la dictadura.

De esta manera, el Monarca tuvo que afrontar sucesivas campañas de terror destinadas, por un lado, a provocar a las Fuerzas Armadas, para que protagonizaran movimientos de involución que desbarataran la recién nacida democracia, en la que no cabía el País Vasco independiente, con la anexión de Navarra, que pretendían los terroristas; y, por el otro, tratar de que una opinión pública atemorizada presionara al Gobierno para que negociara.

El incansable trabajo de las Fuerzas de Seguridad, la acción de la Justicia, la colaboración de Francia (cuando llegó) y la unidad, en los períodos en que se ha producido, de los partidos políticos, nos han conducido a la situación actual de ausencia de acciones terroristas pero con la amenaza latente, como destaca el reciente informe de Europol.

En Ermua

El futuro Rey Felipe VI nos dejó, en fechas terribles de nuestra historia reciente, su «tarjeta de visita» en lo que al terrorismo se refiere. En la mente de todos están las imágenes del Príncipe de Asturias durante los funerales por el concejal del PP Miguel Ángel Blanco y las palabras que improvisó en aquellos trágicos momentos: «Quería expresarles que vengo a Ermua a testimoniar, en nombre de la Familia Real su más profundo pésame, su dolor y su firme repulsa a este último atentado terrorista, que tan directamente ha afectado a la familia Blanco Garrido y que nos ha sobrecogido a todos. El dolor de la familia Blanco Garrido y su angustia durante estos días es el dolor de nuestra Familia y es el dolor que han sentido unánimemente todos los españoles que amamos y respetamos la vida y la libertad».

Asimismo, expresó el apoyo de la Familia Real al pueblo vasco en su lucha «cívica, serena y pacífica contra el terrorismo de ETA y sus cómplices».