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El ultimátum de Arrimadas a Rivera: “O un escaño o nada”

Tras barajar abandonar la política, la líder de Cs en Cataluña rechazó ser candidata al Senado y pidió al presidente un puesto en el Congreso

Albert Rivera e Inés Arrimadas saludan a los simpatizantes de Cs en la Plaza de la Villa de Madrid / Foto: Luis Díaz
Albert Rivera e Inés Arrimadas saludan a los simpatizantes de Cs en la Plaza de la Villa de Madrid / Foto: Luis Díazlarazon

Tras barajar abandonar la política, la líder de Cs en Cataluña rechazó ser candidata al Senado y pidió al presidente un puesto en el Congreso.

Hace tiempo que lo tenía decidido. El pasado mes de noviembre Inés Arrimadas le hizo llegar a Albert Rivera un mensaje: «Nos vamos a Madrid». La fecha coincidía con el traslado de su marido, Xavier Cima, a la capital para incorporarse a la consultora de comunicación Kreab España y organizar diversos negocios. Desde entonces, con un sigilo absoluto, los dos líderes naranjas han mantenido un pulso por encajar a la catalana en la política nacional. Rivera siempre ha sentido ciertos celos de Inés y, tras el anuncio de adelanto electoral de Pedro Sánchez, le propuso encabezar la lista al Senado para mantener su puesto como portavoz de Ciudadanos en el Parlament de Cataluña. Pero ella quiso jugar fuerte sus cartas y, según fuentes de su entorno, le trasladó un ultimátum: «O un escaño o nada». Su petición era clara, diputada en el Congreso, de igual a igual, y número uno por Barcelona, provincia de enorme importancia donde se juegan treinta y un escaños. Al tiempo, Rivera encargó varios sondeos sobre la imagen pública de Arrimadas y ambos, de común acuerdo, iniciaron una negociación secreta.

Tanto, que el propio secretario general de Cs, José Manuel Villegas, hizo el ridículo en los pasillos del Congreso al negar tajantemente el asunto ante los periodistas. La salida de Inés de Cataluña es una decisión controvertida, que deja al partido ganador de las últimas elecciones autonómicas en una situación delicada. «Es un acto de cobardía», opinan los críticos que ven así la decisión de aterrizar en Madrid. Para otros sin embargo, incluido Albert Rivera, es una buena operación política para restar votos al PP y PSOE. «Es un tándem ganador», afirman en el círculo del líder naranja, que antepone sus recelos personales a ese «todo o nada» ante las elecciones del 28-A. Despejado el enigma, y con unas primarias a la vista que son un mero trámite, Inés y Albert harán una campaña a la americana, con actos por separado, bajo la advertencia de que Inés sigue trabajando por Cataluña y los catalanes ante el aluvión de críticas por su abandono como portavoz en el Parlament. Esta es la doctrina oficial, Cataluña como bandera, pero desde otro puesto.

El partido naranja ha vivido unas semanas convulsas y son muchos quienes critican el secretismo de Rivera. «Actúa como un caudillo», dicen estos dirigentes ante el comportamiento del líder naranja. Él se defiende y alega que todo se decide en primarias, sabedor de que el sector crítico es minoritario y muy escasos los cuadros aspirantes. La victoria de Inés Arrimadas en Cataluña hace dos años ya dejó un sabor amargo en Ciudadanos, cuyos electores han visto cómo ese triunfo no ha servido para nada y el independentismo sigue campando a sus anchas. Esta circunstancia, que para algunos define como cobarde el desembarco en Madrid de Inés, es precisamente un acicate para Rivera. Tanto él como Arrimadas piensan que pueden arañar votos a PP y PSOE, y combatir el soberanismo mucho mejor desde el Congreso. La número uno por Barcelona, antaño nicho de votos socialistas y ahora circunscripción muy reñida, opina que sus resultados serán claves en la política nacional y autonómica. «Salimos a por todas», insisten en la cúpula de Ciudadanos.

Los rumores sobre la marcha de Arrimadas comenzaron con el traslado de su marido, Xavier Cima, a Madrid. Se le veía mucho por los alrededores del Congreso y la chispa saltó cuando encontró un piso por la zona. Alternaba con empresarios en lugares cercanos a la Cámara Baja y ha creado un foro de pensamiento entre Madrid y Barcelona. Algunos amigos de la pareja confiesan que, de no haberse producido esta decisión, la propia Inés meditaba la idea de dejar la política ante los escraches y ataques del separatismo. Otros lo niegan y dicen que ella siempre ha querido seguir en la política catalana, aunque ahora desde otro puesto. «Ha sufrido con creces en estos dos años», aseguran. Pero sectores del partido piensan que esto les restará votos en Cataluña, a pesar de aquella victoria histórica que definen como «la decepción del cambio». Inés estaba ante una duda hamletiana, «ser o no ser», dice un ex dirigente de Ciudadanos crítico contra su antiguo partido. Lo cierto es que la dirigente naranja en Cataluña, la primera mujer en vencer al soberanismo, no logró por la falta de apoyos constitucionalistas la presidencia de La Generalitat.

Lo que para muchos fue una victoria virtual, para otros se traduce en una dura batalla política. Mientras en la órbita de partidos como el PSC y el PP opinan que sus resultados no consiguieron eclipsar al separatismo, en la cúpula de Cs defienden su labor valiente y arriesgada. Inés ha tenido voz en el Parlament, a veces en sesiones muy broncas, pero escasa potencia en la sociedad civil y arraigo en un sector de la tradicional burguesía catalana no nacionalista. Andaluza sin dejar de ser catalana, Inés Arrimadas fue un meteorito electoral. Guapa, lista y con gancho, nacida en Jérez y vecina de la plaza Tetuán de Barcelona, estudió Derecho en Sevilla y aterrizó en Cataluña hace doce años. Trabajó de consultora y quedó prendada de Albert Rivera durante un mitin en la Ciudad Condal. Allí también estaba Francesc de Carreras, uno de los grandes ideólogos del partido naranja, que tiene una clara opinión: «Inés gusta mucho en Cataluña, pero fuera de ella mucho más». Ese papel a caballo entre Barcelona y Madrid le ha granjeado falta de sintonía con Albert Rivera, pero esos «celillos» del gran líder quedaron aparcados tras el resultado en Andalucía. En esa campaña Inés tuvo más gancho que el candidato, Juan Marín, y su figura fue clave en el ascenso de Cs en esta Comunidad.

Han pasado dos años desde aquel 21-D con un balance desolador. Una etapa de brutal tensión entre Cataluña y Madrid, un Govern separatista con un fugitivo en Waterloo y un visionario en La Generalitat. Una operación diálogo fracasada que forzó a Mariano Rajoy a la aplicación del 155. Una parálisis institucional en el Parlament, con los dirigentes soberanistas juzgados por el «procés». Y un Pedro Sánchez dispuesto a todo con tal de mantenerse tras el 28-A en La Moncloa. Ante este turbio panorama sectores empresariales y de la sociedad civil catalana se hacen la gran pregunta: ¿Mereció la pena votar a Ciudadanos? ¿Sirvió de algo su victoria? La respuesta para unos es que Inés Arrimadas desperdició la ocasión. «Ha estado en el limbo», se lamentan estas fuentes. Para otros, sin embargo, la dirigente naranja se ha batido el cobre en el Parlament, vivió resignada con escolta, numerosas amenazas de muerte e insultos del separatismo, y es un potente activo electoral nacional. En todo caso, la suerte está echada.

Las mujeres han convertido estas semanas a Ciudadanos en un hervidero. Los problemas de la candidata al Ayuntamiento de Madrid, Begoña Villacís, con una sociedad instrumental y el despacho de su marido, ensombrecen su candidatura. La apuesta de Inés Arrimadas es un ajedrez electoral. Y para colmo, la filtración de una relación sentimental entre Albert Rivera y la racial cantante Malú, añade morbo al tema. «Pasamos de ser un partido naranja a uno rosa», ironizan algunos en Ciudadanos. Opinan que Rivera, un hombre con gran afán de protagonismo, está encantado de acaparar portadas. El tiempo dirá si Inés Arrimadas, atractiva, delgada, pizpireta y de enormes ojos marrones, acierta con su salto a la política nacional y convive, como algunos piensan, con otro líder tan «pegado» de sí mismo.