Conflicto de Gibraltar
El valor del Peñón
El Peñón de Gibraltar se ha caracterizado siempre por la importancia estratégica del Estrecho del mismo nombre, boca de entrada y salida del Mediterráneo y paso natural entre los continentes europeo y africano; y ello en todo tiempo, desde que Las Columnas de Hércules (Gibraltar y Jebel Musa) fueran la puerta del Mare Nostrum romano y más aún desde la construcción del Canal de Suez (1869). Sin duda es uno de los enclaves estratégicos más importantes del mundo, por el que pasan anualmente unos 100.000 barcos de mar a mar y cinco millones de personas de continente a continente.
La unidad estratégica que forman las dos orillas del Estrecho fue contemplada desde siempre, dando origen a la organización por Roma de la Mauritania Tingitana, o Hispania Transfretana (más allá del fretum –del estrecho–), dependiente de la Bética (Hispania Ulterior), que luego pasó a la monarquía visigoda de Hispania, con un breve periodo de dominio bizantino de ambas bocas (provincia Spania).
Isabel la Católica mandó a sus descendientes en el trono que no cedieran nunca Gibraltar y que no cesaran en la conquista del Norte de África.
En 1656, Cromwell, Lord Protector de Inglaterra, formuló por escrito al almirante Montague el deseo de apoderarse de Gibraltar y hacer desde él guerra de corsarios a España, así como controlar el acceso al Mediterráneo. No es por tanto extraño que Inglaterra utilizara la conquista del Peñón (1704) por parte de las tropas del rey español Carlos III de Austria (así se denominó el aspirante austríaco mientras duró la Guerra de Sucesión) para adueñarse luego traicioneramente de él.
Congruente con esos seculares planteamientos, la colonia militar nacida en 1714 en Utrecht fue siempre utilizada como base de contrabando y de otras actividades contra la Ley y la soberanía españolas. Históricamente, desde Gibraltar se apoyaron múltiples movimientos subversivos, tales como la «Sublevación de Riego» (1820) y al menos cuatro levantamientos «liberales», entre ellos los del coronel Valdés (1824), los hermanos Bazán (1826) y el general Torrijos 1831. Es decir, que no sólo hay que hacer memoria de las «agresiones directas» y palmarias, cuando han sido muchas más, y más peligrosas, las encubiertas, tan propias de la mentalidad sajona, siempre inclinada por la estrategia de la «aproximación indirecta». Y ello por no hablar de otros riesgos que normalmente no se tratan. Para Menéndez Pelayo, José María García León y Ricardo de la Cierva, por citar sólo algunos historiadores expertos en el tema, el apoyo de los ingleses y los judíos de Gibraltar fue, en buena parte, culpable del éxito de la conspiración de Riego en 1820, que acarreó la definitiva pérdida de los virreinatos americanos, y fue fraguada por las masonerías británica y española (peninsular e indiana), las cuales irradiaron su influencia desde Gibraltar.
La importancia de Gibraltar durante la Segunda Guerra Mundial fue tal que Hitler, entre otros altos dirigentes de ambos bandos, consideró que, en gran medida, decidió la contienda. Y durante la Guerra Fría, Gibraltar fue objetivo preferente de los misiles nucleares intercontinentales soviéticos, dada su importancia estratégica y su condición de base y polvorín nuclear de la OTAN.
La importancia militar remanente de Gibraltar es aún alta y de ella se beneficia también EE UU: base naval, aeródromo y capacidades de inteligencia (fundamentalísimas, especialmente el «pinchado» de cables de comunicaciones submarinas, y más comprensibles ahora que tanto se habla del espionaje sajón). Ambos aliados nuestros gozan en el paraíso militar del Peñón de liberalidades no sujetas a ningún tratado internacional, y las que lo están se las saltan.
Pero en la actualidad, el Peñón es fundamentalmente un paraíso fiscal y centro de lavado de dinero negro de primer orden y tremenda trascendencia, incluso para nuestros capitales, por no decir un nido de delincuentes (juego, contrabando, droga, corrupción).
España, que puede ser considerada geoestratégicamente como el «Centro del Hemisferio Norte Occidental», es la tercera nación en extensión de Europa y la segunda en altitud. Su complicada orografía la convierte en un reducto defensivo importantísimo (Pirineos, meseta). Es, también, una inmensa base aeronaval enclavada entre el Atlántico y el Mediterráneo. Gibraltar, situado en el centro del eje estratégico fundamental (Canarias-Gibraltar-Baleares) de nuestra estratégica patria, es pieza fundamental para controlarnos, una ignominia, una sangría económica y un inmenso y permanente factor de riesgo.
En definitiva, Gibraltar significa pobreza, crimen organizado, blanqueo de dinero, ludopatía, agujero negro fiscal (incluso para nuestros bancos y capitalistas), merma de turismo, agresión al medio ambiente, robo de nuestras aguas y pesca, amenaza a nuestra seguridad, y una humillación y agravio permanentes por parte de nuestros aliados de la ONU (instó su descolonización por las resoluciones 2.231 y 2.353/1960), OTAN y Europa (dan múltiples apoyos al Peñón y no contemplan en sus territorios «ultraperiféricos» a Ceuta/Melilla).
Eso sí, con sólo aplicar Utrecht desaparecería esta peligrosa pesadilla.
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