Casa Real

El «valor incalculable» de la Corona

La Razón
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Hoy hace un año que los españoles asistimos a la proclamación de Felipe VI con la conciencia de saber que estábamos ante un acontecimiento histórico y, al mismo tiempo, de plena normalidad constitucional. La modélica sucesión en la Jefatura del Estado, en efecto, puso de manifiesto el vigor, la agilidad y el buen funcionamiento de las instituciones españolas y, en este primer aniversario de la proclamación real, es de justicia que todos nos felicitemos por el mensaje que aquel 19 de junio se hizo sentir dentro y fuera de nuestras fronteras: el mensaje de un país que apuesta por la estabilidad de su democracia y por la vigencia de los símbolos que a todos nos unen. No en vano, aquel día, en las Cortes Generales, la proclamación de Felipe VI fue, a ojos de todos, una imagen viva tanto de la continuidad de la nación española como de la capacidad de nuestra Constitución para proyectar hacia el futuro los valores de libertad, solidaridad, concordia y progreso cifrados en nuestra identidad democrática.

De entonces a hoy, los españoles hemos visto cómo se materializaban las palabras de Felipe VI en su primer discurso como rey, encontrando en él a «un Jefe del Estado leal y dispuesto a escuchar, a comprender, a advertir y a aconsejar, y también a defender siempre los intereses generales». Quienes durante años admiramos su labor, su entrega y su formación como príncipe de Asturias, Girona y Viana, no teníamos duda de que, ya como monarca, y siguiendo la sobresaliente entrega de don Juan Carlos, don Felipe ejercería sus funciones constitucionales con ejemplaridad y brillantez. Y los resultados, felizmente, a la vista están: en apenas un año, el rey ha contado con el afecto, el reconocimiento y la complicidad de los españoles, que han visto en él a una personalidad sensible a las esperanzas y preocupaciones existentes en nuestra sociedad, especialmente entre las nuevas generaciones, así como a un testigo y promotor infatigable de los valores y el talento de la España contemporánea.

Siempre de la mano de la reina Letizia, el rey Felipe ha dado sobradas muestras, a lo largo de doce meses de intensa actividad, del «valor incalculable» que, según sus teóricos, aporta una monarquía parlamentaria a la sociedad y el Estado. Desde luego, a la hora de representar a un país que se reconoce en su unidad y su diversidad. Y también a la hora de implicarse y trabajar mano a mano con distintas instancias del rico tejido de nuestra sociedad civil, de recorrer la geografía española y de ser el mejor embajador de España en el mundo. Fiel a su propósito de reflejar «una monarquía renovada», en el año de reinado de Felipe VI han abundado los gestos de ejemplaridad y transparencia que la ciudadanía demanda de nuestras instituciones.

Del mismo modo que la Corona entronca con nuestra historia común, el salto español a la modernidad no puede entenderse sin la participación decisiva de la monarquía. Así, de Juan Carlos I a Felipe VI, nuestros reyes, siempre por encima de la controversia partidista, han sabido ser patrimonio de todos y erigirse en referentes de uno de los países más avanzados del mundo: la España democrática y constitucional. Una nación y una monarquía que figuran entre las más antiguas de Europa, y que, de cara al futuro, no merecen sino seguir ahondando en ese camino de prosperidad que encarnan las monarquías parlamentarias modernas. Felipe VI, un año ejemplar al servicio de España y los españoles.