Rajoy año III: España despega
Elvira Fernández: La perfecta gobernanta
La vida en La Moncloa. El personal de Moncloa describe a la primera dama como austera, familiar y distinguida
Todos los funcionarios de Moncloa, algunos ya muy veteranos, coinciden: es sencilla, muy cercana y pendiente de todo. La más educada, austera y supervisora al milímetro. Así definen a Elvira Fernández Balboa todos cuantos trabajan en el palacio presidencial y han tratado con ella en estos tres años. Ella sigue reacia a hablar de sí misma, aunque en la última copa navideña con los medios informativos estaba radiante. Guapa, elegante con un discreto vestido-capa en color blanco, no oculta su orgullo al hablar de sus dos hijos, Mariano y Juan. «Son buenos chicos, toco madera», decía la esposa de Mariano Rajoy. Siempre reservada, pero afable, Elvira ha dotado a la residencia presidencial de un estilo propio. Mucho más de «ir por casa», asegura el personal monclovita.
Frente a sus dos inmediatas antecesoras, Elvira renunció a su trabajo externo. A Carmen Romero y Ana Botella les apasionaba la política, y ambas tenían mucha vida propia fuera de La Moncloa. No es el caso de la mujer de Rajoy, que ha dedicado estos tres años a imprimir un calor de hogar a la residencia del Jefe del Gobierno. Cuando se le pregunta por qué ahora el personal monclovita habla tan bien de ella, se limita a decir con modestia: «Es normal, yo estoy aquí muchas horas». Cierto. La esposa de Rajoy no pierde un minuto, supervisa todos los detalles, ha ahorrado lo que no está escrito en el presupuesto y se ha convertido en lo que todos llaman con admiración: «Una educada y perfecta gobernanta».
Es lista y muy mañosa, dicen quienes a diario tratan con ella. Suele acompañar muy pocas veces al Presidente, pero cuando lo hace se comporta como una gran señora. «Jamás interviene cuando no debe y está siempre en su sitio», afirma un miembro del Servicio de Protocolo de Moncloa. Le gusta hacer los deberes con sus hijos, que aún estudian en el Instituto Británico en Madrid, tras unos cursos en Inglaterra, y permanece muy unida a su familia. Viri es la mayor de tres hermanos y los vecinos de la zona dónde vivían en Galicia la recuerdan cómo una joven seria, natural y disciplinada. Su madre siempre presumía de hija, contaba que era muy estudiosa y tenía unas manos buenísimas, hasta el punto de que se hacía sus propios «apaños» con la ropa. Ello revela la sencillez de la esposa del Jefe del Gobierno, a quien todos en Moncloa definen como «una gran señora, la más educada de todas», en palabras de alguien que lleva muchos años trabajando en el complejo presidencial.
Elvira supervisa personalmente la intendencia doméstica y vive pendiente de sus dos hijos, Marianito y Juan, y de su anciano suegro, al que adora. El padre de Rajoy tiene ya noventa y tres años, está fantástico de cabeza pero requiere cuidados. Ahí está su nuera para que nada le falte. La actual dama monclovita tiene poco que ver con Carmen Romero, Ana Botella y Sonsoles Espinosa. Alejada por completo de la política diaria, sumamente discreta, ahorradora por convicción, no realizó ningún cambio en la residencia familiar y se limitó a desempolvar algunos muebles aparcados en el almacén. Su perfil es el de una esposa dedicada por completo a su familia, dispuesta a lo que sea por apoyar a su marido. Confidente de Rajoy, ambos han pasado muchas cosas juntos, algunas muy duras. Por ejemplo, la muerte prematura de su primer hijo, los insultos y acosos durante la tragedia del «Prestige», y la derrota electoral. Ella siempre estuvo al lado de Mariano y sacrificó su anonimato en el balcón de Génova trece, tanto en los malos momentos como en la victoria.
Su vida diaria es la de una ejemplar madre de familia. Rajoy madruga mucho, el despertador suena hacia las siete de la mañana, y ella a veces le acompaña en la práctica diaria de una buena sesión de cinta gimnástica. Los fines de semana, con un discreto equipo de seguridad, la pareja practica senderismo por los montes de El Pardo, algo que ya hacían cuando vivían en el chalet de Aravaca. Después, el desayuno es sagrado, que siempre hace con su marido y los niños, si algún viaje oficial no lo impide. Esa buena cuajada con cereales, que tanto le gusta al presidente, zumos de frutas y café, junto a la lectura del resumen de prensa. Es una mujer que sigue de cerca la actualidad, aunque nunca opinará en público de nada. Sus convicciones, arraigadas, las guarda para sí misma. Esa manera de ser, tan galaica y reservada, es algo que la hace muy complementaria con su marido. Un hombre que habla poco, observa mucho y actúa cuando casi nadie lo espera. Ella es como Mariano Rajoy, una gallega en estado puro.
A pesar de que no suele acompañarle en sus viajes oficiales, hay algo que a Elvira le apasiona: Iberoamérica. Tal vez por esa «saudade» gallega que mira hacia el Atlántico y por eso acudió a la última Cumbre en Méjico donde, apasionada del arte, recorrió la ciudad vieja de Veracruz. Esta Nochebuena la pasarán en La Moncloa y el Fin de Año en Galicia. En su casa de siempre en Sanxenxo, porque la familia Rajoy es de tradiciones firmes. Elvira tiene un gran instinto y su marido confiesa que le dice «verdades como puños», cuando es necesario. Culta, le encanta el cine, la lectura y es profundamente religiosa. «Se nota que tiene principios y valores, no es altanera, se aprende mucho de ella», cometan en su círculo más cercano.
Con sus dos hijos, se lleva de maravilla. Elvira dice que el mayor es como su padre, «calmado, noblote, un buenazo». El pequeño es más inquieto, algo revoltoso y se ha hecho forofo del Atlético de Madrid. Aunque parece que no alardea mucho de ello ante su padre, «hincha» del Real Madrid. Cuando los niños eran pequeños, le gustaba pasear por Sanxenxo, llevarlos al parque de Las Palmeras o la playa del Silgar. Ahora, la seguridad manda, aunque Elvira intenta en lo posible llevar una vida normal, sin alharacas. Tiene una bonita figura, es delgada desde siempre y supervisa todos los menús de Moncloa, familiares y oficiales. Le gustan las comidas sencillas, casi siempre verdura y pescado, con algo de vino blanco gallego. La tierra tira mucho.
En la reciente copa de Navidad, rompió su habitual introversión y habló con los periodistas. Con un precioso vestido blanco y tacones altísimos, lejos de aquel esguince de tobillo que se hizo hace un año en Panamá. No gasta mucho en ropa, pero hay algo que le encanta: los collares largos. Es lo que más valora que le regalen, porque ella los luce desde hace tiempo. En estos tres años, ha sido fiel reflejo de una primera dama austera, distinguida, familiar y con los pies en la tierra. Tiene el discreto encanto de una gran señora. Gallega, reservada y honesta, Elvira Fernández Balboa es la prolongación perfecta de Mariano Rajoy. Como él mismo dijo, su mejor «media naranja». A las duras y las maduras. Y lo tiene claro. «Aquí se está de paso».
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