Alemania

España lidera la protección del norte de Europa

Desde enero, el Ejército del Aire está al mando de la Policía Aérea del Báltico de la OTAN, mientras la Armada dirige la Agrupación. Naval Permanente nº1 de la Alianza

Un Eurofighter español desplegado en Lituania, con la cruz de San Andrés en la deriva
Un Eurofighter español desplegado en Lituania, con la cruz de San Andrés en la derivalarazon

Desde enero, el Ejército del Aire está al mando de la Policía Aérea del Báltico de la OTAN, mientras la Armada dirige la Agrupación

Naval Permanente nº1 de la Alianza

Una sirena ensordecedora rompe la calma en la base aérea de Šiauliai (Lituania). «¡Alpha Scramble! ¡Alpha Scramble!», suena por la megafonía. En un segundo, decenas de militares españoles comienzan a correr en dirección a los hangares. Los capitanes Díaz Mata y Nogales Alfaro son dos de ellos y, quizás, las dos piezas más importantes de todo lo que está ocurriendo. Son dos de los ocho pilotos de los cazas Eurofighter que el Ejército del Aire tiene desplegados en este país como parte de la misión de Policía Aérea Báltica de la OTAN. Y no, no es un entrenamiento. Se trata de una alerta real. En el argot militar, «scramble» indica que los cazas han de despegar para interceptar una aeronave no identificada y «Alpha», que es real; cuando es de entrenamiento se llama «Tango». En el Centro de Operaciones Aéreas Combinadas de Uedem (Alemania) han detectado una «traza» que vuela por aguas internacionales sin radar, transpondedor, ni plan de vuelo, y como puede ser una amenaza, han de salir a identificarla. Así que ellos y el resto del equipo corren para que, en 15 minutos, los dos aviones estén en el aire.

La dura meteorología, con una intensa nevada, no supone un problema y los aparatos despegan sin dificultades. España lleva desde enero al mando de esta misión y en todo este tiempo son ya cuatro las alertas reales en las que han tenido que intervenir y en las que han interceptado, al menos, cinco posibles amenazas. Al menos, sí, porque la OTAN no desvela ni cuántas aeronaves se han detectado, ni el tipo ni el país de origen, aunque en la gran mayoría de ocasiones se trata de aviones rusos que cubren la ruta de San Petersburgo a Kaliningrado por el Mar Báltico.

En esta pequeña ciudad lituana, 130 efectivos y cuatro cazas del Ala 14 forman el Destacamento «Vilkas», todos bajo las órdenes del teniente coronel Juan Ballesta, quien destaca la «responsabilidad» que supone estar al mando de esta misión, en la que también participan cuatro cazas belgas con base en Ämari (Estonia), en donde los militares españoles se desplegaron en 2015. Y una de las principales características de ser nación líder es que «los cuatro cazas deben estar siempre armados», con sus cuatro misiles aire-aire («Iris-T» y «Amraam») y un cañón de 27 mm con 150 cartuchos por lo que pudiera ocurrir en el cielo báltico. Aunque, eso sí, el teniente coronel apunta que «la actitud de los pilotos de los aviones que interceptamos suele ser normal». Y como han de estar preparados las 24 horas, siempre se revisa todo, hasta la calidad del combustible. Incluso se llevan a cabo ejercicios de desactivación de armamento «caliente», esto es, un misil que debería haber sido lanzado pero que, por un fallo, siguió adherido al caza.

Pero no todas son alertas reales y cada día realizan varias salidas de entrenamiento para estar preparados. De hecho, si durante un «Tango Scramble» se registra un aviso, se «retaskea» (reasigna) la misión y se envían las coordenadas a los cazas, que en este tiempo han superado las 200 horas de vuelo. Apenas una hora y media después, los dos aviones regresan a la base. Aterrizan al segundo intento por la escasa visibilidad, aunque de no poder hacerlo siempre queda la opción de dirigirse a otra base cercana, pero «supondría un problema añadido tener dos aviones dispersos en otro sitio», explica el jefe del Destacamento, ya que habría que desplazar un equipo de mecánicos y otro de seguridad para proteger los aparatos. En este caso han podido aterrizar en Šiauliai y los pilotos dan cuenta de lo ocurrido. «Todo normal, ha ido todo rápido, con suavidad y ningún problema», explica el capitán Díaz Mata, quien tampoco confirma si eran cazas o aviones de transporte rusos. Sólo que «han sido colaborativos».

También por mar

Y a apenas 650 kilómetros al suroeste, en aguas del Mar Báltico no muy lejos de las costas alemanas, otro Eurofighter, en este caso de Alemania, amenaza a la fragata «Álvaro de Bazán», que ejerce el mando de la Agrupación Naval Permanente nº1 de la OTAN (SNMG-1), la unidad de primera respuesta naval ante una crisis en la que tenga que intervenir la Alianza y en la que también participa el Buque de Aprovisionamiento en Combate «Cantabria».

«¡Ataque de misil en curso! ¡Misil por el través de babor, prepárense!» «30 segundos para el impacto», se escucha por los altavoces del barco. Todo el mundo se prepara para el impacto y, en ese momento, el avión pasa casi rozando la fragata. En este caso no se trata de una amenaza real. Es uno de los numerosos ejercicios de adiestramiento que realizan ambos buques durante su tránsito por las aguas del norte de Europa, por donde les acompaña también el británico «Iron Duke». Al mando de todos ellos, el contraalmirante José Enrique Delgado Roig, quien asegura que comandar esta Fuerza de la OTAN «es un orgullo», al tiempo que añade que «España está preparada para ello pese al gran esfuerzo que supone, el cual es reconocido y valorado».

Durante este ejercicio, él y el comandante de la «Álvaro de Bazán», capitán de fragata Ignacio Paz García, siguen todo lo que ocurre desde el Centro de Información y Combate (CIC), una oscura sala plagada de pantallas y radares desde la que 25 personas controlan las amenazas y se dan las instrucciones pertinentes. Y están en contacto permanente con la fragata británica y con el «Cantabria», cuyo comandante es el capitán de fragata Santiago de Colsa. Al tratarse de un grupo naval que patrulla el Atlántico norte y el Báltico, maniobras de este tipo son vitales y constantes a diario.

En total, España aporta a esta Fuerza 411 efectivos: 236 de la «Álvaro de Bazán» y 175 del «Cantabria». La primera ejercerá el mando hasta mayo, cuando será sustituida por la «Méndez Núñez», mientras que el segundo regresará a España el próximo mes sin que, por el momento, tenga sustituto pese a ser un elemento clave de la misma, pues su misión es la de reponer los consumos de la Fuerza Naval, entre ellos el combustible, del que transporta 10 millones de litros. Y es el petroleo (traspaso de combustible de un buque a otro), una de las prácticas que también se ejercitan en alta mar y que han realizado en unas 25 ocasiones con 3.500 toneladas dadas. Una curiosa maniobra en la que ambos buques se sitúan en paralelo, a unos 55 metros para, acto seguido, lanzar unas cuerdas-guía por la que se enviará la manguera con el combustible. Y como en cualquier momento pueden ser víctimas de un ataque, toda la dotación está alerta y preparada en sus puestos. En esta ocasión, la mala climatología con lluvia y vientos de hasta 50 nudos la complican, pero en apenas una hora concluye sin problemas. «No es peligroso, pero hay que estar concentrados», explica el comandante Paz. Eso sí, «el momento más crítico es la aproximación», cuenta la supervisora de la operación, la sargento Torres. Con el depósito lleno, la vida sigue en estas dos moles que flotan y no es extraño que, sin esperárselo, un helicóptero se sitúe sobre la proa de la «Álvaro de Bazán» para que desciendan los infantes de Marina que dan protección al buque. Es otro ejercicio. «Fast Rope» se llama y sirve para que el equipo de seguridad, de 11 efectivos, esté también adiestrado. De hecho, cuando los buques suban más al norte realizarán ejercicios con los cazas del Destacamento «Vilkas». Así trascurre el día a día de estas dos unidades con las que nuestro país contribuye a la seguridad del norte europeo y que sirven, además, de ejemplo para otros aliados, sobre todo cuando España o Italia piden más presencia en el flanco sur a los socios europeos.