
El periscopio
El espejito de Yolanda Díaz
En el Gobierno están más que hartos de esta mujer. Está por ver cómo los suyos y el propio Sánchez la dejan caer cuando convenga

Está en declive político, pero ella se comporta como una estrella. La reducción de la jornada laboral, el veredicto de Bruselas sobre el despido, la cumbre de la OTAN, el rearme militar, los casos de corrupción que atenazan a Pedro Sánchez y el PSOE, además de la vergonzante Ley de Amnistía, han permitido que Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, asome la cabeza y aproveche la debilidad del presidente para mantener su perfil dentro de la izquierda, cada día más discutido.
Desde las filas de Podemos, sus acérrimos enemigos, los puñales espadas le llegan en cascada. El último comentario en el entorno de Pablo Iglesias, antaño su gran mentor y hoy adversario declarado, es de profunda saña: «Se levanta por la mañana y consulta su espejo mágico. ‘‘Dime, dime, espejito, ¿cuánto de bella estoy?”». Un acerado dardo de su portavoz, Ione Belarra, en los pasillos del Congreso, para definir la vanidad con que actúa la lideresa de Sumar, a caballo entre su ideología comunista y la poltrona en el Consejo de Ministros, que no deja ni con agua hirviendo. «Yolandita la fantástica», dicen las huestes de Iglesias, que desdeñan el papel de la vicepresidenta, cuyo grupo parlamentario se desangra tras la última deserción de la diputada de Compromís, Águeda Micó, que pasa al Grupo Mixto con los morados de Belarra.
Pero ella, como en la fábula del cuento y Alicia en el País de las Maravillas, se crea su propia imagen y consulta a su espejito como si nada. Esta semana no ha dado ni una. Su ley estrella, la reducción de la jornada laboral, va camino del fracaso tras la tensa reunión mantenida el pasado jueves con la portavoz de JuntsxCat, Míriam Nogueras. Caras largas en el encuentro, que Nogueras exigió a solas con la ministra de Trabajo, sin llegar a ningún acuerdo. «Seguimos en las antípodas», clama la portavoz de Carles Puigdemont, que amenaza con mantener su enmienda a la totalidad y tumbar la ley en el pleno del Congreso el próximo 22 de julio.
Las presiones de los empresarios catalanes sobre Puigdemont son enormes contra esta normativa que consideran lesiva para los intereses de las medianas empresas, desconoce la singularidad del mercado catalán laboral, asfixia de impuestos y burocracia, y ejerce un férreo control de horarios inadmisible. Tras la reunión de dos horas con Nogueras, la ministra aseguró que había sido muy positiva. El bofetón lo puso la catalana con su estilo tosco y rotundo: «Claramente nociva», sentenció a su llegada a la Cámara Baja.
"De derrota en derrota"
A Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del Gobierno, ministra de Trabajo y lideresa de Sumar, se le puede aplicar una conocida frase: «De derrota en derrota hasta el fracaso total». En efecto, tras numerosos batacazos electorales, ella sigue como si nada le afectara. Ante los escándalos de José Luis Ábalos, Koldo García y Santos Cerdán, la ministra se pone farruca en el cónclave de Comisiones Obreras y dice que no todos son iguales. Olé, pero se mantiene en el Gobierno de Sánchez. Critica la cumbre de la OTAN y el incremento del gasto militar, aunque no deja la moqueta del poder.
Esta semana, particularmente negra para los socialistas, Yolanda ha tenido que dar la cara ante el PP y Vox en el Congreso, pero las críticas más duras le han venido desde las filas de la izquierda. «Es usted cómplice y por eso me voy», le espetó la diputada de Compromís al anunciar su salida de Sumar. El rostro y la sonrisa de satisfacción de la podemita Ione Belarra eran más que palpables.
Fervorosa feminista, se mantiene en silencio ante el vergonzoso lenguaje de Ábalos, Koldo y Cerdán sobre sus señoritas de compañía. Pero, eso sí, no tiene reparos en viajar a Budapest con su muñeco de partido, el nefasto ministro de Cultura, Ernest Urtasun, para participar en los actos del movimiento LGTBI que se celebran en Hungría.
Fervorosa feminista, se mantiene en silencio ante el vergonzoso lenguaje de Ábalos, Koldo y Cerdán sobre sus señoritas de compañía
A las prostitutas de los corruptos socialistas, que las den, pero a los miembros del Orgullo, carrozas de lujo. Faltaría más. Ya lo dicen Pablo Iglesias, Belarra o Irene Montero: «Nosotros queremos salir de la Alianza Atlántica; otros, como Yolanda Díaz, seguir en ella».
La dirigente comunista vive acosada por todos los partidos que integran la coalición de Sumar en medio de voces de la militancia exigiendo dimisiones. Naturalmente, la señora vicepresidenta hace oídos sordos, se aferra a la poltrona del poder y se mete en un lío de contradicciones. Aún está sin aclarar cuándo supo la situación de su protegido Íñigo Errejón, y sus escándalos sexuales. Yolanda le colocó en las listas electorales y le nombró la cara visible de Sumar en el Parlamento.
«Es usted una pesadilla en política», le espetó el portavoz del PP en la Cámara Baja, Miguel Tellado, en un debate iracundo. Y ella, melena al viento y con trajecito de alta gama, respondiendo con la demagogia de siempre a humo de pajas, sin ningún rigor, sin consultar a empresarios y agentes sociales, con la altivez de quien maneja el presupuesto del Estado como si fuera suyo.
A pesar del apoyo público del presidente, lo cierto es que en el Gobierno y en el grupo parlamentario socialista están más que hartos de esta mujer, que está cada día más en el ojo del huracán. La que fuera gran apuesta y sucesora de Pablo Iglesias, después traidora y objeto de su venganza, es hoy una lideresa decadente y fracasada sin un solo éxito electoral. Está por ver cómo los suyos y el propio Sánchez la dejan caer cuando convenga.
Yolanda Díaz, aspirante a nueva musa de la izquierda, es ya una caricatura de sí misma. Pero se mira a diario en su espejo mágico: «¿Quo vadis, Yolanda?». La llamada «roja entre algodones», sorbe hoy su propia cicuta bajo el gozo implacable de Pablo Iglesias.
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