Congreso de los Diputados
Este escaño es una ruina
La caída de dos diputados en plena votación de los Presupuestos pone el foco en el estado de los sillones de sus señorías: «A algunos no les van los brazos, otros no giran...»
En el Congreso cojean los sillones. El día que se aprobaban las enmiendas parciales de los Presupuestos todas las miradas estaban puestas en que los 176 «síes» escaños no bailaran y que ninguno se moviera del sillón. Y sus señorías lo tomaron muy en serio...
En el Congreso de los Diputados cojean los sillones. El día que se aprobaban las enmiendas parciales de los Presupuestos Generales todas las miradas estaban puestas en que los 176 «síes» escaños no bailaran y que ninguno se moviera del sillón. Y sus señorías lo tomaron muy en serio... Entre disposición y enmienda, votos y pulsadores se escuchó un estruendo. Las miradas de sus señorías escrutaban entre las bancadas el origen del ruido. Nadie veía que en el gallinero del hemiciclo un diputado había desaparecido. Era Jesús Postigo, del PP, al que se le había partido el escaño en dos. «El propio sillón hizo de efecto camilla lo que impidió que me diera con la cabeza en el suelo»., explicaba. Acababa de darle al botón para votar y recuerda que se reclinó hacia atrás cuando el sillón hizo un «efecto hamaca»: primero le empujó hacia delante y luego hacia detrás y se quedó mirando al techo del hemiciclo. Dos diputados le ayudaron a incorporarse mientras él levantaba los pulgares en señal de «estoy bien». «Fue más susto que anécdota» cuenta. Cinco minutos después se partía el escaño del diputado de Cs, Toni Roldán. «Lo mío fue un pequeño espectáculo que duró poco, no había hecho ningún movimiento, no sé qué pasó», dijo. Se rompió el sillón, pero consiguió no caerse haciendo equilibrios. «He pensado que era importante visualizar que en mi partido no sentimos ningún apego por los sillones», bromeó en Twitter. «No creo que haya ninguna mano negra», aseguraba tras lo ocurrido.
En el caso del sillón de Postigo «se había roto una pata y la otra fallaba», en el caso de Roldán se rompió el eje giratorio. Mientras, los diputados bromeaban con ambos diputados con que un grupo político no había permitido aprobar la partida para sillones. Aunque la verdad es que en el presupuesto, en el capítulo de Cortes hay siempre una destinada a mantenimiento. En qué gastarlo depende de los presidentes de la Cámara, aunque algunos diputados ven más urgente cambiar el sistema de votación que consideran «arcaico». «Lo veo bastante mejorable. Si pusieran una pantalla táctil lo mismo nos equivocábamos menos al darle al botón», decían entre risas un diputado novel. «Esto pasa mucho y desde siempre», contaba un veterano diputado. «Algunos sillones les fallan los brazos, otros no giran». «Están muy viejos», cuenta otro.
En 2001 también se vino abajo un sillón, pero azul. Fue en el debate del Estado de la Nación en el que el entonces líder de la oposición, Rodríguez Zapatero replicaba al presidente del Gobierno, José María Aznar. Calentaba la tribuna con temas de extranjería cuando una pata del sillón del entonces ministro de Administraciones Públicas, Jesús Posada, se partió. A duras penas mantuvo el equilibrio lo que le dio pie a Zapatero para hacer algún chiste. «Señor Posada, lo lamento. Yo no hablaba de Administraciones Públicas. Espero que esto sea una anécdota y no se empiecen a caer todos los sillones del banco azul».
Los sillones de la Cámara se cambiaron hace más de 20 años. Entonces, los diputados tuvieron la opción de llevarse el escaño de recuerdo por un módico precio: 25.000 pesetas. El que fuera diputado del PP desde 1982 a 1996, Gabriel Elorriaga Fernández, recuerda que los de antes «sí que eran auténticos escaños, pero menos cómodos y no tenían movimiento giratorio». Un verano los cambiaron sin avisar y «algunos diputados pusieron el grito en el cielo porque dijeron que se habían cargado años de historia». La empresa que los cambió compró los escaños y ofreció a sus señorías arreglárselos y se los vendió con el compromiso de darles el mismo que habían ocupado, ya que figuraba el nombre. «Entonces no nos equivocábamos de botón, estaban a la espalda y ponía: “Sí, no y abstención”». Ahora, Elorriaga, se sienta en su casa en aquel escaño, aunque reconoce que «para casa queda un poco bajo».
Cinco sillones rojos y dos azules de repuesto al lado del hemiciclo
En la M-30 del Congreso, nombre que toman los pasillos porque circunvalan y por el tráfico que genera, hay un sótano que sirve de guarda muebles. Allí, precintados con plástico se encuentran espejos, muebles antiguos, sillones, sillas y el mobiliario de las ocasiones especiales. En el hemiciclo sólo hay espacio para 400 sillones aunque haya 350 escaños más los de los ministros. Al fondo, junto a la cafetería de diputados, hay siempre cinco sillones rojos y dos azules de repuesto por si alguno se rompe. Por eso, esta semana los ujieres tardaron tan poco tiempo en cambiar el escaño dañado. El servicio de mantenimiento se encarga de arreglar y cuidar todo el mobiliario que forma parte del patrimonio.
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