Lucha contra ETA
ETA mantiene en nómina a 50 de sus miembros clandestinos
Mileuristas. ETA entrega a los militantes que aún mantiene en la clandestinidad, entre ellos a José Antonio Urruticoechea Bengoechea, «Josu Ternera», 1.000 euros al mes, con los que tienen que pagar todos sus gastos, incluidos los de vivienda, según han informado a LA RAZÓN fuentes antiterroristas.
Cuando hace tres años la banda anunció el supuesto fin de las actividades contaba con un presupuesto para dos años con los que afrontar los gastos de toda la organización criminal. Los pistoleros confiaban que en ese periodo de tiempo el «proceso» estaría encauzado y se habría articulado una solución para los presos y, sobre todo, los que viven en la clandestinidad en Francia y otros países europeos.
Sin embargo, los plazos se han alargado, ya que el Gobierno de Mariano Rajoy y, por ende, los que ha habido en Francia, se han negado a sentarse a negociar con los terroristas. Los expertos creen que a la banda no le puede quedar mucho dinero en los zulos, en los que también esconde armas y explosivos.
Se calcula que ETA mantiene en «nómina» entre 40 y 50 clandestinos, lo que supone un gasto mensual muy importante. Salvo que la banda esté recibiendo dinero de origen por ahora desconocido, los fondos de los que disponía no son inagotables, ya que en su día renunció a seguir con el chantaje a los empresarios que denominaba «impuesto revolucionario».
En uno de los documentos que sirvieron de base para el «proceso» que concluyó con la declaración sobre el supuesto fin de actividades, la banda señalaba que necesitaría «apoyo económico para llevar su alto el fuego al ámbito del impuesto. Se analizarán en principio las ofertas que pueden venir del ámbito internacional en una situación así. Como consecuencia de cerrar el frente del impuesto, ETA exigirá ayuda de apoyo al alto el fuego de cuatro millones de euros anuales».
Es decir, que la banda pedía la entrega de esa cantidad, el doble de su presupuesto anual (cifrado en unos dos millones, según documentos intervenidos en Francia) para cesar en el chantaje a los empresarios. Y, además, pedía que el dinero le llegara a través de instancias internacionales, aunque habría pocas dudas de las «instancias», según los planes de los terroristas, de lo que debían salir esos cuatro millones. Tampoco detallaba durante cuántos años habría que financiar a los pistoleros.
Resulta curioso, según las mismas fuentes, que ETA, que en todos sus comunicados exige la negociación con los gobiernos de Madrid y París para lograr la libertad de los presos, la impunidad de los clandestinos y la salida de las Fuerzas de Seguridad y de los Ejércitos del País Vasco y Navarra, no haya hecho nunca referencia a los asuntos económicos, lo que podría interpretarse que, de momento, no supone un problema. Los expertos consultados subrayan que se trata de un plan de la banda y que no tienen noticias de que ese dinero, o parte, haya llegado a las arcas de los pistoleros.
Entre los mileuristas de ETA, además de «Josu Ternera», están los miembros del «comité ejecutivo», como Iratze Sorzábal, y los que componen la «reserva» de pistoleros que la banda mantiene por si algún día decidiera volver a las actividades criminales.
Urruticoechea es uno de los pistoleros más buscados por las Fuerzas de Seguridad, a las que ha conseguido eludir en varias ocasiones gracias a que, al menos en una de ellas, recibió una llamada telefónica, proveniente de un país africano, en la que se le advertía de su inminente arresto.
La última vez que fue localizado fue en julio del año pasado en una localidad de 150 habitantes, Durban sur Aziere, muy cerca de la frontera española por el Valle de Arán, en el que residía desde 2007, hasta el punto de que tenía teléfono fijo en la casa a nombre de su mujer, Agnes Cerlo, con la que tenía un niño de corta edad. En esta ocasión, según se cree, fue el instinto del pistolero, que se levantaba de madrugada para andar por el monte, lo que le salvó de una detención segura.
Además de los 1.000 euros, ETA suministra a sus clandestinos carnés de todo tipo para que se puedan mover sin dificultades en los países en los que se esconden y que son elaborados por el «subaparato de falsificación» de la banda. Entre esos papeles figuran algunos que, en su caso, les permitirían trabajar y por lo tanto obtener algún ingreso económico.
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