Casa Real
Felipe VI planteará una regeneración en todas las instituciones
No cambió su discurso tras publicarse el auto sobre la Infanta. Zarzuela no quiere que sea recordado como «el discurso de la Infanta» sino como el primero de su reinado. Expectación por ver hasta dónde llega en sus referencias a la corrupción. El Rey ya tenía pensado basar su mensaje de Navidad en la idea de unidad para afrontar un futuro mejor, repetida en las últimas semanas
No cambió su discurso tras publicarse el auto sobre la Infanta. Expectación por ver hasta dónde llega en sus referencias a la corrupción. El Rey ya tenía pensado basar su mensaje de Navidad en la idea de unidad para afrontar un futuro mejor, repetida en las últimas semanas
Contaban en Zarzuela con que podía ocurrir. Con que el juez Castro anunciara (¡dos días antes de Nochebuena!) que sentaba a la infanta Cristina, a la hermana del Rey, en el banquillo. ¿Cambiar el discurso? ¿Incidir en algún aspecto? Parece lógico que así fuera, pero entonces aquel ya no sería el discurso del Rey, el primer discurso de Navidad del nuevo Jefe de Estado. Y sería el discurso de la Infanta, o al menos, el discurso inspirado por la decisión del juez Castro de sentar en el banquillo a una Infanta. Y eso ya no sería el discurso del Rey. Sería otra cosa. Además, el equipo de don Felipe ya había decidido lo que había que decir, y malo sería que ahora se cambiara. Una cosa es hacer comentarios a la noticia: que la Casa del Rey respeta las decisiones judiciales... que la renuncia a sus derechos es cosa de ella y sólo de ella... (como si no fuera ya suficiente)... o que el discurso se grabaría entre el lunes y el martes, por cierto, como ya estaba previsto, tras recibir el texto revisado de Moncloa.
Es verdad que los más duchos en la materia recordaron aquellas palabras de don Juan Carlos en otro discurso navideño sobre que «todos son iguales ante la ley» refiriéndose a su yerno Iñaki Urdangarín. Alusión genérica donde las haya, pero que también implica saber lo que es un discurso de Navidad: una felicitación que el Monarca quiere transmitir a sus ciudadanos y que, tras el de proclamación, será el texto clave de su reinado. Por eso todo el affaire de su hermana no puede marcar la agenda real como ya marcó los últimos años del reinado de su padre y su adelantada abdicación. Don Felipe está en otra cosa. Hay otros problemas más graves que afectan a la sociedad española. Y esos no los va a cambiar o reducir. Hará una referencia a los principios éticos en los que ha decidido basar su reinado –principiso que, por otra parte, ya enunció durante su intervención en el Congreso de los Diputados el día de la proclamación– porque es consciente del desgaste que este asunto ha provocado en la opinión pública, pero sus recientes decisiones sobre transparencia y ejemplaridad de las personas de la Familia Real y de los que trabajan en la Casa, va precisamente en esa línea. Y ahí es donde Don Felipe tenía ya pensado basar su discurso, el primero que pronunciará tras su ascenso a la Jefatura del Estado. Ahí y también en la idea –repetida durante las últimas semanas– de que juntos los españoles podemos hacer frente mejor y con más garantías a los retos que se nos presentan.
Cuando pase el tiempo y analicemos los sucesos que durante 2014 se produjeron en la vida pública española, recordaremos sin duda el asunto Urdangarín, que coleará también durante todo el próximo año hasta el juicio oral. Pero la agenda judicial del cuñado real no puede seguir siendo la que marque la actividad y la actitud de la Corona. Tampoco sus discursos. Escribí en su momento, que las decisiones del Rey se constatarían por hechos, decisiones concretas, leyes... Algunas ya han empezado a tomarse pero que se deben plasmar en medidas concretas que los ciudadanos deberán conocer. Si alguien ha sido, a lo largo de los últimos años, intransigente con la corrupción, hasta costarle la relación con su hermana menor, ese ha sido don Felipe. Nadie podrá reprocharle su actitud, plasmada en hechos como no haberla invitado a su proclamación. Pero la corrupción no es algo que solo ha salpicado a la Corona.
El discurso de Navidad de don Felipe planteará una regeneración en toda la sociedad española, en todas las instituciones, estamentos y comunidades. Naturalmente no compete al Jefe del Estado tomar las decisiones que conduzcan al cambio en la sociedad, pero sí en lo que afecta a su Casa y Familia. Por eso el impulso soberano debe ser eso: impulso pero no debe ir más allá. Ya no estamos en la monarquía heredada de Franco sino en la constitucional que aprobaron los españoles. Y eso es lo que vamos a ver y escuchar en Nochebuena. No el discurso que responda a lo que le pasa a una Infanta Cristina, sino el discurso –el primero de Navidad– del Rey.
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