Política
Fernández fija en marzo el Congreso del PSOE: «Más tiempo no aguanto»
El tanteo de las posturas por parte del presidente de la gestora augura un tenso Comité
Los elogios a Javier Fernández por sus posiciones ponderadas y prudentes siguen creciendo. Él, con cierta sorna, trata de rebajar el volumen y de curarse en salud, por lo que pueda venírsele encima: «Me entienden más los de fuera que los de dentro». De hecho, se sabe marcado estrechamente por los barones territoriales.
«El PSOE era un ‘after’, ahora es un spa»: es sólo una de las muy elaboradas frases de Susana Díaz, repicada con profusión ante propios y extraños para engordar el papel que le toca jugar a Fernández. Así pues, el presidente de la gestora va ganándose la fama de hombre moderado, realista y sensato. Es una exigencia del actual guión socialista. Es también una manera de hacer pedagogía entre los suyos. Son las coordenadas de Fernández en estas semanas de su viaje provisional al frente de un partido en guerra, alicaído y que, si quiere tener espacio electoral, está obligado a refundarse como uno de los pilares del sistema. O sea, como garantía de estabilidad institucional. De ahí que el también presidente de Asturias haya decidido no estar en las musas sino en el teatro.
Y alguna que otra cuadratura del círculo ha logrado ya Javier Fernández. Para muestra: descartar la convocatoria del Consejo Territorial, órgano que reúne a todos los secretarios generales, con la excusa de que el jefe interino mantiene permanentemente abierto un canal de comunicación con los líderes de todas las federaciones. Por eso, quienes lo rodearon el día de la Fiesta Nacional en la recepción del Palacio Real entendieron que Fernández aprovechase la ocasión para intercambiar impresiones cara a cara con sus compañeros de partido. En particular, con la balear Francina Armengol, la única presidenta autonómica socialista aún leal a Pedro Sánchez (anímicamente roto, según me relatan) y defensora acérrima del «no es no».
El círculo de Fernández hace creer que lleva mal los «choques», y a lo mejor es cierto. Sin embargo, no tuvo reparos en advertir a Armengol de que no hay cabida para su hoja de ruta de Gobierno alternativo y, por tanto, los socialistas de ninguna manera pueden hacerse cómplices del bloqueo al precio de una nueva repetición electoral. El tanteo deparó al asturiano la enésima ocasión de descartar que el Comité Federal vaya a verse alejado de tensiones, por más que de sus casi 300 miembros una buena parte se incline por la abstención. Y lo harán por una holgada mayoría, entre el 65 y el 70 por ciento, según los cálculos más optimistas que se están poniendo en circulación desde Ferraz. En algo, desde luego, sí coinciden los «bandos» enfrentados en el partido: «Estamos ante una cuestión de supervivencia». Así que, según asumen las fuentes consultadas, lo único que vale ahora es que las federaciones se resitúen y se adapten a las nuevas circunstancias. La suerte quedará pues echada el domingo 23. Al límite. El máximo órgano entre congresos es convocado habitualmente en fin de semana para facilitar la asistencia de sus miembros. No obstante, no tendría por qué ser así. De hecho, Javier Fernández estuvo decidido a reunirlo el lunes 17. Pero Susana Díaz se negó en redondo para no llegar al Debate sobre el Estado de Andalucía de los días 19 y 20 con una abstención a la investidura de Mariano Rajoy bajo el brazo. Al PSOE, siempre mentalmente preparado para alzar barricadas contra el PP, le produce urticaria verse lanzado a abrirle paso. Sin embargo, un escenario de vuelta a las urnas sería un harakiri político y el tiro de gracia a una formación deprimida y en crisis política y económica.
Tras el Comité Federal, aún quedará a los socialistas superar el trámite de la sesión de investidura: «Va a ser un momento muy amargo», confiesa un miembro de la gestora. Por ello se sigue dando vueltas a la llamada «abstención técnica», es decir, que 11 diputados no voten. En realidad, también una fórmula para encubrir la fractura del PSC y las demás posibles fugas que pudiese haber. Pese a todo, la solución «táctica» de tirar de los diputados estrictamente necesarios para desbloquear la gobernabilidad, tan del gusto de Emiliano García-Page, Javier Lambán o Ximo Puig, a estas horas carece de consenso y es contemplada como «poco seria» por el propio Fernández, por Díaz o por Guillermo Fernández Vara, defensores de la abstención en bloque.
Jugar a «peacemaker» (pacificador), como algún barón denomina a Javier Fernández, no es fácil. Es quizá uno de los papeles más complicados en política. El presidente de la gestora ha demostrado una gran voluntad para que su contribución a los intereses generales sea eficaz. Todo un órdago a la grande tal como se ha encontrado las cosas. Pero podría quedar en una posición desairada si acabase de tomar cuerpo una corriente interna que aboga por cerrar las puertas a los socialistas catalanes, quienes, con su decisión de saltarse la disciplina de voto, alientan la rebelión de los diputados. Como partido con personalidad jurídica propia, al PSC le ha interesado en muchos momentos de su trayectoria jugar a la contra del PSOE. Y éste parece ser uno de ellos. Por eso, Fernández es consciente de que, una vez facilitada la gobernabilidad de España, tendrá que seguir caminando sobre un territorio lleno de minas hasta el 39º Congreso Federal. Él se ha dado medio año, hasta marzo, para alcanzar esa meta. «Más tiempo yo no aguanto», ha confesado en privado Fernández.
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