Nueva cumbre con Puigdemont
Ferraz busca la tregua con Junts hasta las europeas
Los equipos ultiman la segunda reunión con verificador. Moncloa ata la convención de Galicia para evitar el debate
Junts ha encontrado otra tuerca para poder apretar al PSOE: la preocupación de Moncloa por el próximo ciclo electoral (gallegas, vascas y europeas) y esto supone una nueva ventana de oportunidad para los independentistas. Su secretario general, Jordi Turull, tuvo oportunidad de comprobarlo en su última reunión con el vicesecretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán.
Pedro Sánchez necesita mantener lo más tranquilo el «patio» de aquí a las elecciones europeas de junio, sin más sobresaltos parlamentarios, entre otras necesidades, y en esta primera meta volante electoral de la legislatura al jefe del Ejecutivo vuelve a resultarle imprescindible el concurso del ex presidente prófugo de la Justicia española, Carles Puigdemont.
Por eso, entre los temas que se colaron en la conversación, y que están en la mesa de negociación con Junts, está pactar una agenda que se ajuste lo más posible a los intereses de Puigdemont y que garantice a Sánchez que no tendrá que someterse a nuevos espectáculos como el que tuvo que aguantar el PSOE en la votación de los tres primeros decretos leyes enviados por el Gobierno de coalición al Congreso.
A un mes de las elecciones autonómicas gallegas, los datos que tiene Moncloa confirman que la marea de «pellets», y la campaña de comunicación dirigida a movilizar a la izquierda por una asociación de este vertido de plástico con la tragedia medioambiental del «Prestige», no están calando entre el votante de izquierdas ni nacionalista. No hay cambios significativos en los equilibrios actuales, y el PP sigue en condiciones de mantener su mayoría absoluta, y con el PSOE gallego condenado a ver cómo se consolida Ana Pontón y el BNG como referencia de la izquierda.
Tampoco hay euforia respecto a lo que puede pasar en el País Vasco en las autonómicas de primavera, ya que los movimientos en Navarra, y el pacto que facilitó la alcaldía de Pamplona a Bildu, ha dejado completamente descolocado al candidato del PSE, Eneko Andueza. Éste ha dado su palabra de que no pactará en el País Vasco un Gobierno con los independentistas de Arnaldo Otegi, pero lo hace cargando con el lastre de lo poco que ha valido la palabra de su secretario general, Pedro Sánchez, en este terreno, igual que en otras líneas rojas traspasadas para ajustarse a las necesidades coyunturales. En todo caso, el gran examen para Sánchez son las urnas europeas, una votación en todo el territorio nacional, y que se leerán como un termómetro de la fortaleza de su liderazgo después de su pacto con Puigdemont, y después de ceder en la amnistía, la verificación internacional y otras cuestiones que han ido cruzándose en el camino.
De aquí a junio Ferraz necesita mantener a Junts en el redil lo más calladito posible, y esto da una fuerza extra a Puigdemont para condicionar la mesa de negociación. En el vía crucis hasta las europeas entran, además, los Presupuestos Generales del Estado (PGE).
El problema es cómo encontrar un equilibrio electoral, que salga a cuenta a todos, cuando los dos partidos se juegan mucho en las europeas y tienen estrategias opuestas para conseguir optimizar al máximo sus resultados.
Por cierto, en paralelo a la negociación en el Congreso sigue funcionando la vía del verificador ante una segunda cumbre bajo la presidencia de Puigdemont. La amnistía es el eje de este periodo de sesiones parlamentario, al menos hasta finales de abril, fecha en la que el PSOE estima que la ley quedará aprobada y su desarrollo pasará a estar en manos de los jueces. Pero el pacto de investidura tiene otros dos puntos decisivos, que Junts lleva a la mesa bilateral internacional y también a la negociación de los Presupuestos: se trata de superar los límites del autogobierno y de la financiación de Cataluña y seguir avanzando, asimismo, en la construcción de la realidad nacional catalana.
Y se da la paradoja de que todos los esfuerzos que Moncloa está colocando en la negociación con Puigdemont, con el equipo del presidente del Gobierno volcado por completo en ello, se han vuelto déficits en la fecundidad del debate dentro del partido. La convención de Galicia de este fin de semana es una prueba de ello: no ha habido documentos ni ninguna información preparatoria previa, por lo que queda reducida a una convocatoria hecha al servicio de la promoción del líder y de su equipo.
Les salva que la cifra de militantes está a la baja, y son cada vez más ultras del «sanchismo», siendo el colchón que sirve de refugio a Sánchez para ignorar al PSOE y a sus dirigentes regionales y provinciales. Éstos han acabado convertidos en una «clá» que aplaude cuando se la convoca y calla sus recelos y las críticas hacia lo que observan, con estupor, que hacen los «jefes». Ni siquiera hay un canal de confianza abierto con los presidentes regionales para filtrar información y calmar las inquietudes que provocan los movimientos de Moncloa a nivel nacional.
Ayer, el secretario general del PSOE de Madrid, Juan Lobato, defendió, en una entrevista de Carlos Alsina en Onda Cero, que hay que «poner límites al independentismo» y también confesó que desconoce qué es lo que su partido ha pactado con Junts en materia de migración. Además, Lobato aseguró que los líderes independentistas se están regodeando y faltando el respeto a las siglas de su partido con declaraciones que no debieran hacer. «Los límites a las exigencias de Junts están en la visión de país del PSOE».
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