Res non verba

Fin de curso con cara de asquito

Ahora el Congreso tiene esa textura de colegio en barrio depauperado, donde la última clase se celebra con alivio más que con la nostalgia de no verse durante un tiempo

Sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados. Comparecen María Jesús Montero, Yolanda Díaz, Félix Bolaños, Fernando Grande-Marlaska. Asisten Alberto Nuñez Feijoo, Cuca Gamarra por el PP. © Alberto R. Roldán / Diario La Razón. 26 06 2025
El Congreso vivió ayer una última sesión de control broncaAlberto R. RoldánFotógrafos

Hubo un tiempo en el que el Congreso de los Diputados tenía un aire distinguido, como de colegio de élite, de esos con muchos álamos y gran oferta deportiva donde los niños aprenden chino mandarín enfocado a las finanzas. Fue antes de que algunos diputados estirasen las piernas en el escaño del compañero ausente o que las camisetas con mensaje lo invadiesen todo. Ahora el hemiciclo tiene esa textura de colegio en barrio depauperado, donde la última clase antes del verano se celebra con alivio más que con la nostalgia por no verse durante un tiempo. Si el socialismo champán no se hubiese cruzado en su camino, Francina Armengol hubiese sido una estupenda directora de instituto, de las que hacen las delicias de los más cabroncetes.

Ese tipo de directora veterana, con un punto finolis, que no puede disimular la repulsa que le provoca la chavalería y que levanta la ceja y amaga con no volver a hablar hasta que todos se callen, con la única diferencia de que Armengol es hemipléjica perdida: le molestan más los gritos de la oposición que los de sus compañeros de partido. Y si ambos comienzan a chillar, solo sabe musitar con irónica displicencia: «un maravilloso espectáculo».

En ausencia de Pedro Sánchez, que andaba buscando el cum laude en bochorno en su Erasmus de La Haya, las vicepresidentas Montero y Díaz interpretaron el papel de profesoras sustitutas. Las que acuden a clase arrastrando los pies, pensando que ese marrón se lo debería comer el profesor titular. Cuando Cuca Gamarra resumió el portafolio del actual gobierno, con su volquete de corruptos, registros y pilinguis enchufadas, Montero puso cara de «no sé de qué me está hablando».

Ahora mismo este Gobierno asusta al miedo y Montero proclamó que a ellos no les da miedo el Partido Popular. La titular de Hacienda intuyó rápidamente que la sesión sería bronca, por lo que sacó el mechero y empezó a calentar la cuchara para meterse un pico de «y tú más». Una tosca drogodependencia que empieza a hacer daño al propio Ejecutivo porque como estrategia ha perdido la sutileza necesaria para ser efectiva.

El triple de Montero

La voz arenosa del diputado de Vox José María Figaredo envolvió el debate sobre el machismo y la hipocresía feminista de un Gobierno que, para colmo, nos sube los impuestos. En pleno chute, Montero se marcó un triple que temblaron hasta los cimientos: negó que España sea un infierno fiscal y afirmó que ella ha bajado los impuestos a la clase media. Se quedó más gusto que un arbusto y se puso el pinganillo. La señora que pasa del seseo al ceceo con frenética facilidad se sumergió en la musicalidad del catalán de Ripoll para que la diputada de ERC Teresa Jordà tuviera su momento Cañita Brava. Si Torrente le debía seis mil pesetas en whisky y Cañita amenazaba con no servirle más hasta que no pagase, Jordà acusó al Estado de haber dejado de invertir 2.500 millones en ejecución presupuestaria.

Un grito premonitorio tronó en el hemiciclo: "¡Mentirosa!"

Más difícil fue de cumplir la petición de Ione Belarra. La dirigente de Podemos, dolida por el bombardeo que han sufrido los pobres ayatolás, exigió al Gobierno que saque a España de la OTAN por obligarnos a gastar más en Defensa. Montero acusó a Belarra de ser la única persona en el mundo que no debe haber visto la rueda de prensa locuela en la que, sosteniendo la mirada a unos periodistas imaginarios en una sala de prensa vacía, Sánchez anunció que no pasará del 2,1% del PIB.

El Gobierno se aferró a la idea de un «régimen singular para España» haciendo propia la jerga de sus dueños separatistas. El caso es que, cuando la vicepresidenta prometió solemnemente que no subirán el gasto militar, un grito premonitorio tronó en el hemiciclo: «¡Mentirosa!» La directora Armengol rápidamente echó mano del VAR para identificar al culpable: «Garrido o su vecina…», mientras sus señorías se callaban para no delatar al malote. «Señora Alfonso, vuelve a ser usted», concluyó la sala de videoarbitraje.

El MVP de los zascas recayó en Elías Bendodo que parafraseó a los peronistas para atormentar a Yolanda Díaz: ladrón o no ladrón, queremos a Sánchez-Castejón.

La vicepresidenta y ministra de Trabajo se encorajinó tanto con la pulla que soltó las dos bombas GBU-57 de la sesión. La primera fue la «mala noticia» de que Sumar no va a tumbar al Gobierno progresista. Fuera remordimientos por la corrupción, mientras la oposición le coreaba «¡cómplice, cómplice!». La segunda detonación consistió en acusar al PP de hackear las elecciones en Galicia, permitiendo el voto de los muertos.

Fue invocar a los difuntos y al preimputado Bolaños se le ocurrió sacar la ouija para recriminar a Cayetana Álvarez de Toledo que su antepasada del siglo XVIII construyese el Palacio de Buenavista. Cayetana devolvió el golpe esotérico leyendo la mano al ministro y su pronóstico resultó escalofriante: usted será recordado como termita voraz y profanador de la Justicia. A Bolaños le gritaron «¡dimisión!» y la directora Armengol dio por concluido el curso de sesiones de control con cara de asquito.