
Opinión
Fraude masivo
La sentencia del Supremo sobre Álvaro Ortiz bien parece haber marcado el inicio de algo; de pronto, todo lo que antes parecía suelto empieza a encajar

Esta pasada semana falleció D. José Luis Cienfuegos. Tengo un ciento de recuerdos sobre lo que fue siempre su festival. Por algún motivo que desconozco, aquel de 1995 (Tank Girl, Los hermanos McMullen, Angel Baby) me ayudó a entender mejor qué significa el cine. En la pantalla todas las historias llevan dentro otras historias. En esa parte de las películas que avanzan sobre el territorio de lo artístico, la vista y el oído pueden aplicarse con voracidad a cada escena, a cada plano e incluso a cada fotograma. La ambientación, la música y los diálogos se entrecruzan y activan significados. Estos, a su vez, pueden desplegarse en nosotros en todas direcciones.
Una hora y media a solas en una sala de proyección puede incorporar tal cantidad de códigos que resulte abrumadora. De ahí que Ford, Spielberg o Kubrick merezcan nuestra extrema admiración, ya que nunca renuncian a crear una historia capaz de presentarse tanto al disfrute de la orientación general como a la complejidad.
La sentencia del Supremo sobre Álvaro Ortiz bien parece haber marcado el inicio de algo. De pronto, todo lo que antes parecía suelto empieza a encajar: Ábalos, Koldo y Salazar con las mujeres; Santos, Armengol, Torres, Chivite y Sumelzo con las obras; más atrás, ZP, Blanco, Garzón, Begoña, Sabiniano, Leire… Todas esas historias tendrían vida y sentido por separado, pero juntas dibujan una silueta. Percibidas alrededor de un origen común adquieren un sentido colectivo.
De lo conocido uno puede observar un perímetro reconocible en torno al cual sucede el horizonte de sucesos del sanchismo real. Un conjunto de reglas invisibles que se derivan como influencia coherente en todas las acciones a lo largo de una escalera de cargos. Una congruencia asombrosa. Tantas personas de orígenes tan diversos y llamados a tan distintas responsabilidades se muestran en público con el mismo tipo de debilidades.
Piénsenlo un minuto con los ojos bien cerrados. Se nos presenta como una secuencia lógica que se escoja desde el liderazgo y para ocupar el espacio vacío de la mano derecha, por tres veces dentro de la misma cadena de mando, al mismo tipo de persona. Puede ser mala suerte a la hora de delegar la confianza, o que se escoja siempre lo que a uno le ha funcionado.
El presidente siempre ha visto recompensada su capacidad para la destrucción de la alternativa, también de la interna. La escenificación de las últimas cesiones a Junts da a entender que a Sánchez ya le viene bien que ningún candidato autonómico del PSOE haga buenos números. Le es útil que los propios entiendan que no hay vida en ese partido más allá de él. Más ahora que algunos han empezado a montar alguna lancha para desembarcar en Omaha Beach.
El feminismo ha entendido que en cualquier estafa piramidal arriba están los cínicos que engañaron y abajo están los tontos que creyeron. Lo que hemos conocido de lo producido desde el PSOE de Sánchez no es más que un esquema de fraude masivo que ha puesto a las mujeres socialistas en una posición aún más humillante de subordinación.
Los agentes socioculturales españoles deberían ir pensando mejor a qué tipo de avatares elevan a los atriles como ejemplos de vida buena. No sea que algunos hayan construido los fundamentos de su identidad política sobre caerle como una patada en los cojones a la gente normal.
Digo esto después de tres semanas en las que RTVE eleva a las escaletas públicas la pregunta de si un político de derechas se acostó con una periodista en Valencia. Me parece asombroso que a alguna gente en 2025 le quede aún ánimo para levantar este tipo de cadalsos. Más cuando desde una izquierda mediática y gubernamental ya han podido interiorizar a la entrada de qué chalet acabaron los escraches importados por Pablo Iglesias.
Mi buen amigo Jorge le explicaba a los jóvenes gabineteros en el Congreso que nunca había visto un cese en política motivado por no salir en una foto. Sobre el desconocido arte de no aparecer, sospecho que hay una generación que va a tener que aprender alguna lección que otra.
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