Opinión

Es futuro, es progreso e igualdad

Seguramente habrá gastos revisables, pero nadie puede dudar hoy de que cada euro invertido en educación tiene un retorno en nuestra sociedad de hasta cinco veces más. Esto exige acuerdos

Niños y niñas ante sus ordenadores portátiles en el colegio
Niños y niñas ante sus ordenadores portátiles en el colegioLR

La empinada cuesta de septiembre a la que se enfrentan las familias es para miles de ellas una cuesta imposible. Que además se multiplica en función de los pequeños escolarizados. Y sí, por muy predecible y esperada, para demasiadas familias es difícil de asumir.

Es cierto que la realidad varía por territorios y cada comunidad autónoma en el ejercicio de sus competencias ha ido variando los recursos educativos que ofrece. Hay quien apostó por dedicar más recursos a cuestiones no vinculadas a la educación y sí a duplicar oficinas territoriales en el extranjero y otros como Andalucía introdujimos en el Estatuto de Autonomía la gratuidad de los libros de texto, algo muy cuestionado por algunos en aquellos años.

Con distintas fórmulas, desde cheque-libro, banco de préstamo o desgravaciones, hay distintas comunidades que tienen fórmulas de apoyo como Aragón, Asturias, Canarias, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Galicia, Extremadura, La Rioja, y Navarra, la Comunidad Valenciana y la Comunidad foral de Navarra. En la inmensa mayoría queda pendiente esa aplicación para la educación infantil y el desembolso deben hacerlo las familias con menores entre los 3 y 6 años.

Si unimos este gasto al material escolar, actividades extraescolares, aulas matinales o comedor, encontramos parte de déficit con el que arrancan las familias a 1 de septiembre en nuestro país. Mención aparte merece una de las lagunas que mantiene nuestro sistema educativo desde la aprobación de la LODE en 1985 por el gobierno de Felipe González: queda pendiente garantizar la educación desde los 0 años. Garantizar la inclusión de la educación de 0 a 3 años al nivel de la educación infantil y primaria debe ser un derecho, garantiza la igualdad de nuestros niños, mejora su desarrollo y facilita la conciliación.

Siempre creí que en la etapa del ministro Gabilondo alcanzaríamos el tan necesario pacto educativo, realmente el Pacto de Estado más necesario, clave en nuestro desarrollo como sociedad. Los egoísmos políticos y el tacticismo electoral lo hicieron inviable. Educar a las generaciones venideras es la mejor inversión que puede hacer un país y parece que aún no lo hemos aprendido.

Ese pacto que anhelamos debería ser valiente e introducir lo que otros países asumen ya como un factor o motor de desarrollo económico fundamental, la transferencia de conocimiento a través del sistema universitario. Aún recuerdo las críticas que recibimos en Andalucía cuando planteamos la necesidad de primar el esfuerzo y la capacidad en los grados universitarios. Quien aprueba no paga. Algunos pretendieron desde distintos espectros ideológicos cuestionar la medida como innecesaria basándose en el actual sistema de becas. Esa mirada cicatera obvia la realidad de nuestro sistema educativo. Muchos jóvenes por situaciones dispares ven inaccesible el recibir una beca y en cambio su rendimiento y esfuerzo es incuestionable. Acaban teniendo que bajar ese rendimiento para poder obtener otros recursos y los que sí obtienen la beca, les resulta también insuficiente para las necesidades de la actual realidad universitaria.

Al final nos encontramos con distintos elementos que abarcan desde la edad infantil hasta el periodo universitario, pasando por la formación profesional, bastante mejorable en nuestro país sobre todo en la profundización de la formación dual, que requiere de acuerdos, consensos y altura de miras. Es inconcebible el esfuerzo económico que realizan las familias en una sociedad que nos vanagloriamos de contar con uno de los mejores sistemas educativos que, además de inclusivo, es un verdadero ascensor social. El gasto medio por alumno para el próximo curso es de 422,05 euros, con diferentes oscilaciones entre comunidades como indicaba al inicio. Y seguramente una parte considerable de los 2.900 millones de euros de depósitos que, según el Banco de España, retiraron los hogares españoles este verano, concretamente el pasado mes de julio, irá a paliar y a afrontar la cuesta de septiembre.

Todo ello nos lleva a la reflexión del modelo de sociedad que estamos construyendo. Seguramente habrá gastos revisables, pero nadie puede dudar hoy de que cada euro invertido en educación tiene un retorno en nuestra sociedad de cinco veces más, es futuro, es progreso e igualdad. Una mirada objetiva y desinteresada alejada de oportunismos y cábalas electorales nos llevaría de manera inmediata a acuerdos que superarían prejuicios y barreras ideológicas, pero, lamentablemente, este país ha demostrado en las últimas décadas que en la educación es fundamental el diálogo, el acuerdo y la generosidad, elementos de los que carece la política y lo hacen inviable. Razón no le faltaba a Nelson Mandela cuando defendía que «la educación era el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo». Ojalá tan solo la usáramos para cambiar el nuestro, el que tenemos más cerca y nos hace más iguales.