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«Guerra fría» Cospedal- Santamaría: Todo empezó en el Congreso del vestido rojo

El cónclave de Valencia, en el que Cospedal fue nombrada secretaria general y Santamaría portavoz en el Congreso, fue el arranque de una «guerra fría» entre ambas que se mantiene hoy.

Rajoy, en el Congreso de Valencia de 2008. A su lado, Cospedal y Sáenz de Santamaría
Rajoy, en el Congreso de Valencia de 2008. A su lado, Cospedal y Sáenz de Santamaríalarazon

El cónclave de Valencia, en el que Cospedal fue nombrada secretaria general y Santamaría portavoz en el Congreso, fue el arranque de una «guerra fría» entre ambas que se mantiene hoy.

Con todas las cartas boca arriba, pocos dirigentes y militantes del PP se sustraen ya de la sensación de que el Congreso extraordinario de julio se verá convertido en el duelo final de la pugna más o menos soterrada que Soraya Saénz de Santamaría y Dolores de Cospedal libran, desde hace diez años, a medio camino entre Génova y Moncloa. Junio de 2008: con Mariano Rajoy reelegido como presidente en el Congreso de Valencia, las dos mujeres que aspiran ahora a sucederle dieron un paso al frente en el organigrama popular y, así de golpe, pasaron a ser las protagonistas de un difícil equilibrio que se prolonga hasta hoy. De forma salomónica, Rajoy entregó la Secretaría General a Cospedal y la Portavocía en el Congreso a Sáenz de Santamaría. En el cierre de la cita congresual de Valencia, y con ambas con un vestido rojo similar, la frialdad fue más que palpable. Los recelos mutuos empañaron el momento de sus ascensos. Y ahí empezó todo.

Como si el tiempo se hubiera detenido, la imagen de la tensión, esta vez con una silla vacía de por medio, se reeditó el pasado mes de mayo. La secretaria general y la todavía vicepresidenta del Gobierno acudieron a la recepción del Dos de Mayo en la Puerta del Sol. La distancia gélida que separó a ambas durante todo el acto visibilizó más que nunca el divorcio. Dos meses antes, otra fotografía ya había acaparado titulares a cuenta de sus desavenencias. Tuvo lugar durante la convención que los populares europeos celebraron en Valencia: la vicepresidenta desapareció de la foto de familia que Rajoy compartió con los líderes del PPE y en la que sí estuvo presente Cospedal. Desde el partido desmintieron que este episodio respondiera a un nuevo encontronazo entre ambas. Y repitieron la instantánea, esta vez ya sí, con las dos cerca de Rajoy.

Si el Congreso de Valencia supuso el punto de arranque de la crónica del desencuentro, para entender las razones de por qué ni el tiempo ni el retorno del PP a La Moncloa supusieron un bálsamo para rebajar la tensión, es necesario tener en cuenta las trayectorias de ambas y la manera en la que Rajoy ha ido aumentando de un modo paralelo, casi simétrico, la parcela de poder de cada una. El presidente encomendó a Cospedal en 2011 –ya lo había intentado en 2007– ser la candidata a la Presidencia de Castilla-La Mancha y ésta logró el objetivo de conquistar uno de los feudos socialistas por excelencia. No pudo retener en 2015 la mayoría la absoluta, pero un año después entró en el Gobierno como ministra de Defensa. Sáenz de Santamaría convirtió la portavocía en el Congreso y su labor de oposición a Rodríguez Zapatero en el trampolín ideal para, tras la victoria popular en 2011, convertirse en la vicepresidenta para todo. Dos caminos convertidos en contrapesos. Una, como responsable de mantener en orden el partido; la otra, como pieza clave del Ejecutivo. Tanto la primera ha tenido que lidiar con las explicaciones derivadas de los recurrentes casos de corrupción vinculados al PP como la segunda se ha visto obligada a afrontar e intentar resolver crisis como el desafío independentista catalán.

Lejos de ahuyentar los riesgos de un choque entre ambas, la fórmula del contrapeso –el partido, en manos de Cospedal; el Gobierno, en manos de Santamaría– ha sostenido la batalla hasta el epílogo mismo del «marianismo». Y en ello han jugado un papel relevante, hasta el punto de retroalimentar las tensiones, los equipos y entornos de las ahora candidatas. Del lado de Cospedal se percibe a Sáenz de Santamaría como una política «advenediza», con poco vínculo con el aparato y la militancia popular, especialmente si se compara su figura con la de la actual secretaria general, más representante de la esencia y los valores populares. Frente a ello, los más cercanos a la ex vicepresidenta ponen en valor su mayor experiencia de gestión como persona de la total confianza del ex presidente del Ejecutivo.

En el lanzamiento de sus candidaturas, ayer, tanto Cospedal como Sáenz de Santamaría negaron haber dado el paso «contra nadie». Prometieron «fair play» y una campaña «en positivo». Nadie en el partido espera lo contrario, porque, de hecho, ninguna de las dos ha explicitado en sus manifestaciones públicas de esta última década sus reparos hacia la otra. Únicamente las imágenes, como la del Dos de Mayo o la del Congreso de Valencia, dan cuenta de esta «guerra fría».

Un desencuentro que, quienes conocen el partido por dentro, insisten en describir como más personal que ideológico, más vinculado, por tanto, con la forma en la que cada una percibe a la otra dentro del engranaje del PP. Una cuestión más «de piel» que estratégica o política. En definitiva, un pulso por saber quién es más fuerte en esta particular lucha de poder y quién está, o ha estado en todos estos años, más cerca de Mariano Rajoy. Con el presidente fuera de foco, serán los militantes y los compromisarios los que resuelvan esta ecuación.

A la espera de Ana Pastor

Hoy finaliza el plazo de presentación de candidaturas al Congreso extraordinario del PP, en el que elegirán al sucesor de Rajoy. Y después del paso al lado de Alberto Núñez Feijóo, el escenario de confrontación que plantea la pugna entre María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría lleva a que en el partido no hayan dejado de mirar a la figura de la presidenta del Congreso, Ana Pastor. Como antes ocurrió con el presidente de la Xunta, es vista como una salida de conciliación. Ayer sólo indicó que los afiliados sabrán elegir lo mejor.