División interna
Guerra en Vox por los Presupuestos autonómicos
La cúpula de Abascal quiere utilizarlos para debilitar a Feijóo, pero sus cargos territoriales creen que el «no» les aboca a la extinción
Vox ha empezado a lidiar ya con el dilema de qué posición adopta en la negociación de los próximos Presupuestos de las comunidades autónomas en las que gobierna el PP. En Madrid les motiva más mantener el pulso a Génova y forzar el bloqueo, facilitando así que la izquierda pueda restar importancia al hecho de que Pedro Sánchez se vea obligado a prorrogar de nuevo sus Presupuestos por la ruptura de la mayoría de investidura, y la confirmación de que nunca fue una mayoría de Legislatura. La situación se ve diferente desde las debilitadas estructuras territoriales de Vox, después de que el pulso que Santiago Abascal lanzó a Alberto Núñez Feijóo a cuenta de la inmigración terminara en la ruptura de los gobiernos de coalición con los populares.
El análisis más simple que hacen en el equipo de Abascal es que torcerle el brazo a los barones populares debilitará a Feijóo, lo que, al mismo tiempo, dará oxígeno al Gobierno porque en Moncloa ya preparan el argumentario de que su situación es la misma que en la que se encuentra el presidente de la Comunidad valenciana, Carlos Mazón, o la presidenta de Extremadura, María Guardiola, si no pueden tampoco sacar adelante sus cuentas. El objetivo es que ese bloqueo de Abascal les sirva para frenar la exigencia de la oposición de que convoque elecciones por la vía de establecer un paralelismo entre la inestabilidad del PSOE en el Congreso y la que existe en los Parlamentos autonómicos por el enfrentamiento de Vox con el PP.
Sin embargo, la situación desde los territorios se ve de manera totalmente diferente. El esquema autonómico de Vox no tiene nada que ver con el de los dos grandes principales partidos. Carece de estructuras consolidadas y carece también de talento político, con fichajes precipitados por los distintos procesos electorales y que no tienen cultura orgánica o han salido «ranas» incluso dentro del dogmatismo ideológico que rige el funcionamiento de este partido. Ahora bien, los dirigentes territoriales comparten el análisis de que forzar el bloqueo y tumbar los Presupuestos del PP en las comunidades supone su sentencia de muerte para las próximas elecciones. «Ya ha sido un golpe sacrificarnos para un par de titulares de Abascal en los medios nacionales con la ruptura de los gobiernos, pero exigirnos que votemos en contra de los Presupuestos es tanto como obligarnos a hacernos el harakiri en la plaza pública», reflexionan desde el satélite de Vox en Valencia.
Lo ocurrido en Madrid está muy presente entre los dirigentes que mantienen algún peso regional: el colocar palos en la rueda ayudó a la mayoría absoluta de Isabel Díaz Ayuso y de José Luis Martínez Almeida. Pero en la dirección nacional ni se les escucha ni se les da margen para tomar decisiones. Son peones al servicio del interés de Abascal y de una cúpula en la que mandan más lo que no se ven que quienes dan la cara todos los días en nombre del partido. La recolocación europea en la órbita de Víctor Orbán es un mensaje externo y también interno, interpretado incluso en el entorno de Vox como un movimiento relacionado supuestamente con la financiación de la cúpula.
Aquellos que todavía han resistido a la sangría de cargos y militantes no tienen duda de que en esta nueva negociación presupuestaria autonómica será rehenes de los intereses de Abascal y de «los cuatro que mandan». Desde fuera de Madrid les ven como una «secta» motivada por «intereses personales, más económicos que políticos» con el objetivo de mantener al PP fuera de La Moncloa porque «creemos que los que nos da sentido de existir es seguir jugando a enfrentarnos a los socialistas con una estrategia que lo que busca es dividir a la derecha». Sin esa división, y la radicalización del debate público en el que en Madrid cuentan como aliados con la coalición y con los independentistas, «el partido no tendría ningún espacio para hacerse escuchar».
Esto explica que destacados cargos y dirigentes del partido, que en su día ayudaron a arrancar el proyecto, sigan abandonando la militancia al verse relegados por una cúpula a la que nadie se atreve a plantar cara. El descontento interno se ha instalado en Vox mientras en Madrid la «corte» directiva se atrinchera dejando que los hilos se muevan desde fuera del organigrama oficial. Las cuentas y el reparto de los dineros también es fuente de tensiones internas porque es un clamor para los dirigentes territoriales que «en Madrid hay algunos que se siguen forrando a costa de sacrificar el proyecto a sus intereses de bolsillo». Como prueba de este análisis señalan el ejemplo de la exeurodiputada Mazaly Aguilar, que dejó su afiliación a mediados de agosto. Era una histórica de Vox, con el carné número 8 de afiliación, y tenía mucho prestigio en el Parlamento Europeo. Su mala relación con el todopoderoso Jorge Buxadé le dejó fuera de la última lista tras ser número dos a la Eurocámara en 2019.
En tanto Vox se enfrenta a estas tensiones internas, y dilucida su futuro en la posición que adopte en la negociación de los Presupuestos autonómicos, el PP va a disputar la partida con unos proyectos muy centrados en lo social y en rebajas fiscales para que a Vox le salga más caro anteponer la ideología en el sentido de su voto.
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